Capítulo II

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Estaba parada frente a la cueva, a varios metros. Aunque siguiera sintiendo miedo, algo de ella le causaba curiosidad. Pero la distancia la mantendría por los momentos.

Lentamente se fue sentado en una roca que había allí, teniendo entre sus manos su encuadernado con los bocetos tachados. Tomó su lápiz que tenía detrás de una de sus orejas, sin quitar la vista ni por un segundo.

Aun así, le fue imposible comenzar a trazar algo. El lugar la tenía hipnotizada. ¿Qué era lo que tanto le llamaba la atención de allí? Habían miles de cuevas así en todo el mundo, y quizás dos había visto a lo largo de su vida. Pero aquella era como si la invitara a ingresar de nuevo a pesar del miedo.

—¿Qué hace por aquí, señorita?

Se sobresaltó al oír aquella voz masculina. Se incorporó no bien la escuchó, volteando a ver al dueño.

Era un hombre alto, con cabello medianamente largo y de color plateado. En su frente pintaba un dibujo de un ramo de olivos, cosa que llamó su atención.

—Yo-...

—No es un lugar seguro.

—Yo... comprendo eso...— asintió, sin poder desviar la mirada muy lejos de aquel sujeto.

—¿Entonces?— interrogó mientras ladeaba un poco su cabeza y apoyaba sus manos con pereza sobre su cadera, manteniendo un semblante neutro.

—Es que, este lugar lo siento lleno de inspiración para mi trabajo.

Esta vez, el hombre se cruzó de brazos, esperando a escuchar el resto de la versión. Pero su cara le daba a entender de que no lo convencía en lo más mínimo.

______, por su parte, no sabía qué más agregar. Pero si era un lugar peligroso, ¿por qué estaba él también ahí?

—Será mejor que se vaya pronto— indicó, interrumpiéndola antes de que hablara.

Suspiró rendida, dejando caer sus hombros ligeramente. Quizás era mejor hacerle caso y buscar un nuevo lugar para inspirarse para pintar.

—Bien, bien, ya lo haré...— dijo para agacharse a tomar sus cosas y guardar una que otra.

—Hay un pueblo hacia el sur en el que puedes quedarte. Ese lugar si es seguro— agregó el desconocido, haciendo que ______ lo viera por el rabillo del ojo.

—Sí, ahí estuve hace poco. Sé dónde queda.

Colgó el bolso en un hombro, para incorporarse con cuidado, cargando en su mano libre su lámpara que no cabía por guardar todo así nomás.

—Bien, em... Gracias por la advertencia— sonrió no muy convencida, para ver como el hombre asentía.

Lo vio rápido de pies a cabeza. No sabía qué le intimidaba más, o las advertencias o se que trataba de alguien hermoso. Quizás eran nervios eso último.

—Que tenga buen día— insistió con que se fuera, inclinado su cabeza hacia delante.

—Gracias. Igualmente — apretó sus labios, volteando lentamente sobre su lugar.

Emprendió camino a irse de allí. A unos cuantos metros, regresó la vista por sobre su hombro para verlo de nuevo. Y seguía parado en el mismo sitio, como si le siguiera insistiendo a que se fuera.

Tragó saliva para volver al frente. Respiró profundo para tranquilizarse y contar mentalmente hasta diez, para girar otra vez a él. Ya no estaba más ahí.

Sonrió nerviosa mientras frunció sus cejas, para terminar saliendo casi corriendo. ¿Qué acababa de pasar? ¿En diez segundos había caminado muy rápido o había desaparecido con el aire? ¿Alguna ilusión? ¿Un fantasma?

PINTURAS |Hades y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora