—Cometiste un error señor Anton —dijo de repente un hombre, este arrodilló al secretario fuertemente contra el suelo y saco su espada del cinturón.
De repente las puertas con un golpe seco y todos los guardias presentes se arrodillan. Una hermosa mujer de cabello castaño, entró con elegancia y se situó sentada en el trono. La mujer embozó una sonrisa repleta de maldad y miró al viejo secretario frente a ella. El vestido negro de la mujer ondeo por el viento gélido y las puertas fueron cerradas de golpe, cuando ella dio la orden, todos se levantaron y a los minutos ella lo hizo.
—Secretario Anton, de una vez confiesa tus crímenes —gritó ella con enojo.
—Mi reina —murmuró el viejo secretario.
—Traicionaste a mi familia, debes morir de inmediato —dijo enfadada y el secretario la observó detenidamente.
—Me han incriminado majestad, yo jamás traicionaría a la familia real.
—No te creo —dijo la mujer y el miró al suelo de repente.
—Lo siento mi reina, de verdad siento no haber podido...
—Basta —le interrumpió ella— Yo soy Lilith, reina del sur y yo no perdono a nadie. Todos los que me traicionen morirán y eso te incluye —las palabras de la mujer, desataron la muerte del sirviente más fiel que ha tenido este palacio.
Abrí los ojos demasiado nerviosa, dándome cuenta, de que todo había sido una terrible pesadilla. ¿Quién es esa mujer Lilith? ¿Cómo puede ser la reina? ¿Por qué mató al secretario Anton? No entiendo porque tengo que soñar estas cosas. De repente sentí un sonido y al voltearme, pude ver a mi hombre durmiendo tranquilamente y por primera vez me sentí como una mujer casada. Hacia tantos años que no dormía con un hombre. El me abrazaba con fuerza, parecía no querer soltarme.
—Despierta consorte Min —dije sonriendo y el poco a poco abrió los ojos.
—Su majestad, mi reina.
—Eres muy dormilón —el sonrió ante mis palabras— ¿Te duele? —pregunté mirando su herida y el negó con la cabeza.
—Gracias a los cuidados de su majestad, me siento muy bien —contestó el tranquilamente y se sentó en la cama quejándose un poco.
—Debo ir a bañarme ahora, tengo mucho trabajo por delante —dije suspirando, la verdad es que trabajar me agotaba al cien por ciento. No me podía acostumbrar a todas mis responsabilidades, me faltaba crecer.
—Permítame ayudarla a bañarse —sus palabras me sorprendieron y lo observé de golpe— Soy su consorte majestad, mi trabajo es complacerla. Permítame ayudarla a relajarse y podrá ir más tranquila a continuar su trabajo.
—¿Qué hay de tu herida? —pregunté yo intranquila. No quería que su mano se pudiera lastimar o que le doliera.
—No se preocupe, el doctor dijo que debo limpiar mi herida con agua o se podría infectar. No me va a hacer daño bañarla —el parecía bastante contento con la idea de complacerme y la verdad es que hace mucho no tenía un momento así. Él es mi esposo después de todo y ya estuve casada, no veo una razón para rechazarlo.
—Bueno, ve preparando la ducha —dije tranquila y el de inmediato se desapareció en el baño.
Los nervios comenzaron a hacer presencia, hace tanto tiempo que no tengo este tipo de intimidad con alguien, que me late el corazón desesperadamente. Antes no entendía porque los reyes tenían un harén e incluso me pelee con mi padre por tener uno y hoy entiendo porque. No es solo por los herederos, también es por el trabajo en si. Ser rey o reina es bastante duro, gobernar un país es mucha responsabilidad y se sufre constantemente de estrés.
Yo la paso peor porque soy una niña y no estaba preparada para el cargo. La paso peor porque nunca quise ser reina, yo siempre supe que el trono le pertenecería a mi hermano y por eso nunca lo codicié. Yo solo esperaba ser la mano derecha de él y apoyarlo en su reinado, manejar su harén y asegurarme de que sus hijos tengan la crianza adecuada. Luego me casé y esos sueños cayeron, pero con mi divorció esa esperanza volvió. Luego mi padre murió, mi hermano abdicó y se fue, yo me quedé con todo el problema. El mundo se desmoronó sobre mis hombros y no me siento lo suficientemente fuerte como para sostenerlo.
Me estreso, me duele la cabeza, lloro hasta no poder más, me seco las lágrimas y sigo viviendo, sigo acarreando la responsabilidad, sigo luchando. Entiendo que los reyes tienen una vida tan estresante y cargada de responsabilidades, que necesitan ser complacidos y muchas veces una sola persona no basta. Yo soy la primera reina del sur, pero hubieron muchas reinas en los otros reinos. Ellas nunca instauraron un harén como yo, pero tenían muchos amantes aparte de su esposo y era por esa razón, necesitaban ser complacidas.
—Majestad, ya está lista la bañera —escuché la voz de mi consorte, el ya no tenía la venda en su mano y me esperaba impaciente con una sonrisa.
Caminé hasta el e ingrese al baño mientras me seguía. Lentamente me despojé de mis ropas, él quiso no mirar, pero yo le hice una seña para que no se volteara. Estoy preparada para tener un momento así con mi consorte, no necesito esconderme, no hay nada que me haga sentir insegura en mi cuerpo. Me siento más insegura por mi mente, que por mi cuerpo. Me preocupa más no saber resolver un asunto de estado, que el hecho de que tal vez mi cuerpo esté lejos de ser perfecto. Ingresé al agua con cuidado y él se acercó a mí, se arrodilló a mi lado y me acarició la mejilla.
—Se que no puedo comparar, ya que nunca he visto a una mujer desnuda. Pero déjeme decirle, que es la primera vez que veo a una mujer rozar la perfección. Tanta belleza me hace sentir que no soy digno —sus palabras lucían apagadas y yo sonreí ante su intento de romanticismo.
—Es la primera vez que un hombre me baña —dije yo de repente y su rostro se iluminó de golpe— No te sientas inseguro, eres el más bello de mis consortes —mis palabras lo hicieron sentir más animado y la verdad es que no me equivoco, cuando vi sus rostros por primera vez, me di cuenta de que el consorte Min, era el más guapo de todos.
Dejé de mirarlo y solo centré mi mirada en el frente, la verdad es que me seguía sintiendo nerviosa y quería ocultarlo. El me dio un suave masaje en los hombres y la electricidad encendió mi piel por completo, la sensación que estaba sintiendo era hermosa. Todo se intensifico cuando sus manos tocaron mi espalda y como me la enjabonaba con tal lentitud, que parecía que quisiese torturarme. El me bañaba lentamente y podía sentir su calor corporal sobre mí, su respiración en mi cuello y los besos que dejaba en mis brazos o en mi hombro.
—Báñate conmigo —dije de repente, quería detener ese perfecto momento.
—Como usted ordene majestad.
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Los hombres de la reina
Romance¡Prepárate para un drama real! Después de un divorcio complicado, la princesa del sur decide regresar a su hogar, solo para enfrentar una avalancha de problemas. Cuando su padre muere repentinamente en el viaje de regreso, ella se ve obligada a tom...