¡Prepárate para un drama real!
Después de un divorcio complicado, la princesa del sur decide regresar a su hogar, solo para enfrentar una avalancha de problemas. Cuando su padre muere repentinamente en el viaje de regreso, ella se ve obligada a tom...
Abrí los ojos y lo vi a mi lado, en ese momento no supe cómo reaccionar, hasta que poco a poco los recuerdos de la noche comenzaron a aparecer. No hicimos nada, solo dormimos abrazados toda la noche, dada la situación, era todo lo que necesitábamos. No pensaba cortar todo entre nosotros, porque el bebé que está en mi vientre sigue siendo suyo, pero trataremos de a los ojos públicos, solo se vea la amistad de dos gobernantes y nada más.
—Marie —escuché de repente su voz.
Giré la cabeza en su dirección y el me sonreía tranquilamente. Tomé mi vestido y me bajé de la cama para ponérmelo, el seguía detenidamente todos mis movimientos y cuando finalmente pareció caer en cuenta, se levantó y se dispuso a vestirse. Ambos teníamos lugares a los que ir, ambos teníamos demasiado en lo que pensar.
—¿Qué pasará ahora? —preguntó el rompiendo el silencio. Nadie había dicho nada desde que pronunció mi nombre y el parecía no querer seguir así.
—No te separaré de esté bebé, encontraré la forma de que puedas verlo, pero nadie sabrá nunca que es tu hijo.
Mis palabras sonaban demasiado crueles, no solo le estaba prohibiendo estar a mi lado, sino que indirectamente lo separaría de su hijo. Podría claramente, pero no estaba segura de que el niño pudiese saber que era su padre, es demasiado cruel. Si tan solo la vida hubiese sido diferente, si tan solo no me hubiese casado. Estoy segura de que habría protegido a mi padre, hoy seguiría siendo princesa y tal vez hubiese conocido al emperador en otras circunstancias.
—¿En algún momento podremos estar juntos? —no fue su pregunta lo que me dolió, sino la forma en que pregunto.
—Tal vez en otra vida —esa fue mi respuesta, seca y llena de añoro.
El extendió los brazos hacía mí y yo me refugié en ellos. El seguía siendo el mismo, su cuerpo seguía siendo el mismo. Me gustaba todo de él, no había nada que me desagradara. Desde hacía mucho tiempo sentía su cuerpo como mi refugio, mi momento de calma, mi tranquilidad y al mismo tiempo mi tormento. Su cuerpo era como un poderoso incendio que no podía apagar, me quemaba entera, me hacía desear más y al mismo tiempo lo necesitaba lejos, porque sino no podría vivir sin él.
—Me gusta tu perfume —dijo de repente.
—No estoy usando perfume.
—¿Me estás diciendo que hueles naturalmente exquisita? —preguntó para luego besarme el cuello.
—¿Qué dices? —me comencé a reír, aunque no era tanto por lo que decía, sino por las cosquillas que me estaba causando.
—Entiendo lo que me dices y también soy consciente de que ya no podemos estar juntos. Me gustaría pasar algo de tiempo con mi mujer y mi hijo antes de partir.
—¿Qué quieres hacer?
—Un baño, un último baño juntos amada mía —le miré a los ojos, brillaban tan intensamente, no pude negarme.
—Un último baño juntos.
Así fue como terminé en otra condena, observando al hombre que tanto amaba, llenar de agua caliente nuestro baño. Tenía que hacerlo el, no tenía el valor de pedirle a las criadas algo así, sé que ellas deben callar y obedecer, sin repetir lo que vieron, pero la verdad es que no confío en nadie y la mayoría son extremadamente chismosas. Prefiero guardar este momento para mí y siempre estaré agradecida con Ariel, por habernos permitido esta despedida.
Desvié la mirada cuando comenzó a desvestirse y pude escuchar su risa divertida. La realidad es que ya no soy tímida, tengo varios esposos y he tenido momentos muy íntimos con ellos, ya no tengo pudor ni vergüenza. Es solo que con él las cosas son muy diferentes, por algún motivo él me pone demasiado nerviosa y demasiado inquieta. He notado que es el único hombre que se comporta de una forma tan pervertida y traviesa conmigo, supongo que eso debe ser lo que tanto me avergüenza.
Siendo honesta, aunque tengo cinco esposos, no me he acostado con todos aún. Solo con tres específicamente, la verdad es que desde que conocí a mi querido emperador, ya no he sido capaz de acostarme con otros hombres y he intentado refugiarme en Ariel, aunque no ha funcionado. No me preocupa, no irán a ningún lado, tendré mucho tiempo para acostarme con ellos. Después de todo, recién me embaracé por primera vez, durante un par de años, el sexo será por placer y no por concebir, eso me consuela un poco.
Cuando volví a mirar al baño, él ya se encontraba entre la espuma observándome, me daba incomodidad la situación, ya que él me miraba de una forma muy sexi y pervertida. Este hombre no tiene escrúpulos, todo en el me invita a quedarme, es como si tuviera tanto poder sobre mí, que si me dijese que escapáramos los tres, aceptaría sin dudar. Por eso el sexo es tan peligroso, porque a veces puede causar que pierdas la cabeza y no seas capaz de razonar.
Me desnudé yo también, aunque todo el tiempo fue bajo su atenta mirada. Lo miré un segundo y estaba bastante sonrojado, me alegraba saber que esa tortura no solo la vivía yo y que él también era capaz de sentir pena por estos sentimientos carnales. Ya que la vergüenza y el deseo iban a la misma velocidad, ambos peleando por tomar el control. La vergüenza me decía que parase y el deseo me suplicaba continuar y darlo todo.
No me lo pensé dos veces y uní sus labios con los míos, quería recibir un último beso de sus cálidos labios. Él me sonrió de una forma muy dulce y tras separarme me recosté en su pecho mirando al frente, quería quedarme así un minuto más. Él puso sus manos en mi vientre y se dedicó a acariciarlo todo el tiempo, cada tanto dejaba besos en mi cuello, pero de cualquier forma, no dejaba de acariciar mi vientre. Eso me hacía sentir mucho peor.
—Serás una gran madre, estoy seguro —sus palabras iban intercaladas por sus besos en mi cuello.
—Lo único que me consuela es saber que este niño es nuestro, porque al saber que no volveré a verte, me hace feliz el tener una parte de ti dentro de mí. Amaré este regalo que me has dado por el resto de mi vida.
Me sentía feliz, porque más allá de todo, esto era el fruto de nuestro amor. Este niño sería la prueba viviente de que realmente nos amábamos, nunca estaría sola, el siempre estaría conmigo a través de este bebé. Amaría a este niño por siempre, porque en mi corazón, siempre sería un pedazo del hombre que amo.
—Te amo —dije sin pensarlo y el solo me abrazó en respuesta, sin dejar de acariciar mi vientre.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.