CAPÍTULO 1: LA NUEVA ORDEN DEL FÉNIX

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"Tiene razón, ya no somos juventud... Teníamos dieciocho años, empezábamos a amar el mundo, la vida; pero teníamos que disparar contra todo eso. Y la primera granada que explotó dio en medio de nuestro corazón. Estábamos al margen de toda actividad, de toda aspiración, del progreso. No creemos ya en esto. Solo creemos en la Guerra."

"SIN NOVEDAD EN EL FRENTE"- Erich Maria Remarque

Setenta y siete días, dos horas y cuatro minutos habían transcurrido hasta la última vez que Draco miró el reloj de abuelo del pasillo. Dos meses, diecisiete días y dos horas, desde que se negó a matar a la sangre sucia, condenando con ello a muerte a sus padres.

Sesenta y nueve días, cuatro horas y diez minutos, desde que había despertado en Grimmauld Place, rodeado por paredes mohosas, cortinas apolilladas, arañas y vestigios de lo que alguna vez fuera el ancestral hogar de la familia Black, una casa de la que su madre le había contado mil historias de artefactos encantados, muebles mágicos, escondites secretos y tardes de risas compartidas con su primo pequeño.

Sesenta y seis días, cinco horas y doce minutos, desde que Harry Potter le dijera que el golpe que había sufrido en su cabeza podía explicar aquellos vacíos en su memoria que hacían que nada encanjara... Porque la versión de Potter no era racional, no cuando él sabía que si la vida de sus padres dependía de que él matara a la Sangresucia, él habría alzado su varita matándola ahí mismo.

Sesenta y seis días, cuatro horas y quince minutos desde que Draco Malfoy llegara a la conclusión de que algo importante había olvidado.

-HP-

Hermione no puede decir en qué momento se produjo el cambio o por qué razón, o si realmente se produjo. Solo sabe que él también, como todos, ha cambiado. Aunque resulta difícil estar segura tratándose de Draco Malfoy, el "señor silencio", como lo ha apodado Luna. Ron también le tiene varios apodos, aunque ninguno es un calificativo que en opinión de Hermione calce con aquella estatua trágica en que Draco Malfoy se ha convertido, ni ninguno es tampoco menos que un insulto, donde madre, padre, integridad moral y hasta preferencias sexuales, son puestas en duda. Pero Malfoy no parece afectarse ante ellos y por tanto Ron no los utiliza tan frecuentemente como desearía.

La primera vez que volvió a verlo tras la muerte de Dumbledore, fue la tarde en que los Carroñeros los llevaron directamente a la Mansión Malfoy. La tarde en que todo cambió en opinión de ella. La tarde en que él cambió.

Ella no puede recordar exactamente si fue con el tercer o con el cuarto "cruciatus" que Bellatrix la envió a la inconsciencia, pero sabe que pasó mucho tiempo en ese estado antes de huir, ya que la desquiciada bruja se dio el lujo de escribir con un cuchillo toda una palabra en su antebrazo: "Sangresucia". La cicatriz, pálida y a veces casi ilegible, aún está ahí.

Él también tiene una cicatriz, aunque ella nunca la ha visto. Sabe que la calavera no ha desaparecido de su antebrazo, o él no pondría tanto empeño en ocultarla. Ella se pregunta si cuando está en la ducha o solo en su cuarto, y no queda más que mirar directo a aquel vestigio del Mortífago que fue una vez, no se lamentará por las malas decisiones. ¿Recordará a Lucius? ¿A Narcissa? ¿Recordará el modo en que murieron aquella tarde, cuando el mago oscuro acudió al llamado de Bellatrix y ordenó a Malfoy terminar con la sangresucia inconsciente?

Y Malfoy se negó a matarla, en un acto de valentía que mostraba más valor del que nadie creyera que tuviese, y en el mismo arrebato se había girado a enfrentar al Mago Oscuro en un acto suicida e inútil. Lucius hizo lo único que podía hacer queriendo a su hijo cómo lo quería. Porque sí, Lucius Malfoy no había sido para Hermione la persona favorita en el mundo. Para muchos era un villano y para tantos otros un cobarde, pero siempre había querido a su hijo.

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