CAPÍTULO 3: LUNA LOVEGOOD

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"¡Pobres y débiles criaturas! ¡Qué cobarde y traidoramente se os seduce! Si deseáis evitar los lazos que la traición os tiende, desconfiad de los hombres y no otorguéis vuestros favores hasta que el anillo nupcial no brille en vuestro dedo."

Mefistófeles en "FAUSTO"- Goethe.

Recostada sobre la cama de la habitación que comparte con Ginny y Luna, con el tibio ronronear de Crookshanks en su regazo, Hermione no deja de pensar en él. En lo cerca que estaba de ella. En el roce de sus fríos dedos sobre su mentón. En el modo en que su aliento cálido impactó en su rostro cuando él pronunció el hechizo que curó su herida. ¡Cuántas cosas quiso ella decir o hacer después de ello!, pero algo se lo impedía: la opresora sensación de un peligro invisible, de una advertencia sin rostro.

No sabe realmente por qué comenzó a hablar. Por qué le ha dicho a él sobre el episodio con el mortífago, cuando no fue capaz de confesárselo ni aún al profesor Lupin. Quizás sea porque inconscientemente, creyó que él la entendería mejor. Después de todo, como ex mortífago, debe estar familiarizado con la muerte más que el resto. Pero, ¿habrá usado Malfoy la terrible maldición alguna vez? Siendo hijo de quien era y habiendo pertenecido a los seguidores de Voldemort, debe haberlo hecho, pero a la vez, hasta donde ella recuerda, no fue capaz de usarlo con Dumbledore, ni tampoco con ella misma.

¡Qué gran contradicción representa Malfoy para ella! Draco Malfoy... debe recordarlo: el mismo que durante sus años de Hogwarts la insultó en cada oportunidad que tuvo. El mismo que había deseado que muriera atacada por el basilisco. El mismo que permitió la entrada de los mortífagos a Hogwarts iniciando con ello el desastre... El mismo que se había opuesto a Voldemort cuando le ordenó matarla.

Pero, ¿por qué? Eso es lo que no logra comprender, y el no tener recuerdos de ese episodio la trastorna. Nunca le ha dado las gracias, si es que debe darlas, así como esta tarde tampoco ha agradecido lo que hizo por ella. ¿Sería eso lo que él esperaba que hiciera al observarla, con aquella expresión confusa en su rostro?, se pregunta Hermione, y la pregunta, atormentándola una y otra vez, la obliga a dejar la cama e ir en busca de él para una aclaración que no puede esperar.

-HP-

Draco observaba el perfil de Daphne en la penumbra de su cuarto con curiosidad. La joven siempre había sido hermosa, pero nunca le había parecido tan fascinante como ahora que la veía interactuar con un montón de griffindors a los que nunca antes se había dignado a dirigirles la palabra.

El rubio había gastado largas horas de su tiempo intentando descifrar el origen de aquella fascinación, en la que sus largos cabellos dorados y su coquetos ojos azules debían tener mucho que ver, pero había algo más, y es que Daphne, en opinión de Draco, poseía el talento de exponer su propia infelicidad con un humor que conquistaba a todos. Ya desde sus días en Slytherin tenía ese hábito; él mismo había sucumbido a su encanto y en quinto año tuvieron su historia, pero cuando ella quiso dar seriedad al asunto, él había vuelto con la buena de Pansy, que nunca le exigía nada, y la rubia, comprendiendo la indirecta, volcó su atención a un slytherin de séptimo año, al que también olvidó pronto.

Lo extraño es que ahora, cuando una relación amorosa entre ambos habría sido más que conveniente, él ya no podía verla de ese modo, y ella tampoco quería entrar en terrenos peligrosos de expectativas que serían defraudadas, arruinando de paso la amistad. Y ambos necesitaban un amigo más que un amante. Por eso se conformaban con juguetones intercambios de besos y caricias, contactar de pieles desprovistas de ropas y una que otra interacción que buscaba emular placeres largamente extrañados, pero que no tenían más objeto, que el no sentirse tan solos. Muchas veces, como ahora, tras encontrar consuelo en las caricias compartidas, ella se quedaba en su cuarto y dormían en la misma cama, únicamente porque ella quería dormir acompañada y a él no le molestaba.

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