CAPÍTULO 25: BODA EN LA MADRIGUERA

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"La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado".

- GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ.

Cinco años necesitó Ronald Weasley para decidirse a pedir a Daphne que fuera su esposa y ella solo tardó un mes en organizar la boda.

Los casi tres años que llevaban viviendo juntos en su pequeño apartamento cerca de Londres, hizo que la noticia no sorprendiera a nadie, ni siquiera a los Greengrass.

Por el contrario, mientras Molly se disculpaba por notificarlos recién una semana antes del evento, y explicaba que los nervios propios de una novia debían ser la causa por la que Daphne había "olvidado" invitarlos, la madre de su futura nuera se mostró en todo momento con una cordialidad sin precedentes y no dejó de manifestar su alegría ante el matrimonio, pues, según dijo, "le quitaba un peso de encima".

- OH, bueno...- sonrió Molly ante el comentario- a mí también me molestaba un poco que vivieran juntos sin estar casados, así que entiendo a lo que se refiere con eso de librarse de un peso...- intentó bromear, pero bastó ver la expresión en el rostro de la mujer para comprender que la madre de su nuera no se refería precisamente al peso social, sino a uno más concreto... uno de rubios cabellos y ojos azules que respondía al nombre de Daphne.

Al entender esto, aún sin querer creerlo del todo, muchas de las extrañas actitudes de la rubia adquirieron sentido para ella y no pudo evitar tomar un cierto desprecio por la mujer que tenía en frente, así como molestia ante la indiferente actitud con que el Señor Greengrass acogía el comentario de esta.

Ambas madres se despidieron fingiendo cordialidad, pero en las invitaciones a nuevos encuentros que intercambiaron por cortesía, se advertía la clara intención de la rubia mujer de no visitarla nunca, y el notorio agradecimiento de Molly por hacerle ese favor. Ella tampoco quería a ese tipo de "padres" en su casa. Los aguantaría el día de la Boda y nada más.

- Hubieses visto la expresión en su rostro...- relataba el incidente a Arthur esa noche.- Ahora entiendo que la pobrecilla de Daphne no quiera visitar a sus padres.

- Ya no le des más vueltas al asunto, querida. Seguro que el día de la boda los conocerás más a fondo y tu impresión de ellos cambiará.

- Lo dudo... ¡Si tú hubieses visto lo que yo vi!- sus mejillas, más rojas de lo habitual, daban cuenta de su rabia- No logro entender como una madre puede dejar de querer a una hija... Yo no podría jamás dejar de amar a uno de los míos, sin importar lo que hiciera...- una sombra se posó en su rostro entonces... Una sombra de dolor que tenía el nombre de "Percival".

Cuando una pareja lleva mucho tiempo junta y han compartido muchas cosas, llegan a tal nivel de complicidad que bastan mínimos gestos para que uno comprenda el pensamiento del otro. Fue por esto que Arthur entendió a dónde habían viajado los pensamientos de su mujer y la atrajo hacia si en un abrazo.

Ambos sufrían por el destino de su hijo pródigo, y aunque habían intentado mostrarse felices con la decisión del joven de autoexiliarse tras cumplir su corta condena en Azkaban, la verdad es que no pasaba un día en que no pensaran en él, y en la ausencia de noticias de su parte.

Hacía dos meses, Bill supo por un amigo que su hermano Percy administraba una Biblioteca en un pueblo de Australia, y que al parecer el fantasma de su condena no lo había seguido hasta allá, donde los vecinos tenían un buen concepto del muchacho. Pero esa noticia en nada calmaba el dolor de sus padres que sabían, por el solo hecho de ser sus padres, que el joven no era feliz; no por el juicio social que traía consigo sus errores del pasado, sino porque él mismo no se perdonaba. Aún así, estaban dispuestos a esperar con paciencia a que volviera a ellos.

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