CAPÍTULO 5: RONALD WEASLEY

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"Esa hambre está en mí. No puedo olvidarla. Pone una luz aguda que me impide olvidar mi infancia. Sin duda, sin ella no habría conservado ninguna memoria de esa época, de esos años tan largos, donde faltaba de todo. Ser feliz es no tener que recordar."

LA MÚSICA DEL HAMBRE.- J.M.G. Le Clézio

Ron no comprendía muy bien como habían terminado en aquella habitación horrendamente decorada, y con una sola cama para ambos. Recordaba haber caminado por casi media hora bajo la lluvia, teniendo por insoportable compañía la sempiterna perorata de la rubia, hasta que llegaron a aquel intento de hotel a la orilla del camino.

Ya el cartel luminoso de la entrada le había llamado la atención por lo vistoso, pero no tuvo conciencia del tipo de lugar donde estaban hasta que solicitó una habitación con dos camas, y la mirada extrañada del tatuado encargado del vestíbulo, le dejó en claro que nadie necesitaba más de una cama por pareja en ese lugar.

Pedir un segundo dormitorio habría sido lo correcto- en un mundo idílico donde la galantería tuviera lugar- pero era Greengrass la que, quién sabía cómo, tenía dinero muggle para pagar por el cuarto, por lo que no se sentía él con derecho a solicitar una habitación propia.

La tercera opción habría sido esperar fuera del cuarto, con la fría y amenazante lluvia cayéndole sobre la cabeza, lo que no parecía del todo cuerdo.

Era un cuarto con espacio apenas suficiente para una cama doble, sus mesas de noche respectivas y un mueble con uno de esos aparatos que los muggles llamaban televisor, y que Ron llevaba varios minutos intentando encender. A cada lado de ese mueble había una puerta. La primera era la salida del cuarto. La segunda, la entrada al baño, donde la rubia llevaba diez minutos encerrada, tarareando una melodía que Ron no conocía.

Pensaba una y otra vez en lo ocurrido en San Mungo. ¿Estarían bien Fred y George? ¿Y el resto de su familia? En opinión de la rubia, tras su fallido intento de secuestro, y a causa del ruido que generó el enfrentamiento, muy probablemente los mortífagos estaban ya en Azkaban. En eso basaba su confianza de que irían por ellos en cualquier momento, y Ron cruzaba los dedos para que fuera así, porque de lo contrario, tendrían un buen par de obstáculos para regresar al mundo mágico, sin siquiera tener varitas.

Tomó asiento a los pies de la cama, analizando detenidamente la caja negra frente a él, en busca de algún botón que lograra encenderla.

- El aparato que lo controla está en la mesa de noche.- le llegó la voz de Greengrass, que salía del baño, con el cabello envuelto en una toalla y sin más vestimenta que su ropa interior, lo que hizo teñir de un escarlata intenso las mejillas del pelirrojo, al tiempo que su estómago se contraía.

En ese instante, la emoción imperante en el joven era una mezcla de miedo y expectación que lo obligó a regresar su mirada a la caja negra, rigidizar sus miembros y hundir el cuello todo lo humanamente posible, como una tortuga lo haría dentro de su caparazón ante una situación amenazante. Sintió como la rubia rodeaba la cama, se detenía en uno de los extremos y luego caminaba de regreso a él, extendiéndole un pequeño aparato rectangular. Sin esperar a que Ron lo alcanzara, se inclinó, muy cerca de él, haciendo que pudiera percibir la tibia humedad de su cuerpo, y apuntando el aparato hasta el televisor lo encendió.

Al instante, la distorsionada imagen de lo que parecía ser un hombre obeso devorando un grasiento emparedado apareció en la pantalla, siendo interrumpido segundos después por una imagen gris que emitía un ruido molesto.

- ¡Mala suerte, Weasley! Algo dijo el tipo de la entrada de que la lluvia interfería lo que sea que genera esas imágenes y que esto podía pasar.- Acto seguido, volvió a apuntar a la caja negra con el aparato rectangular y la pantalla quedó a oscuras.- De no ser porque pagamos con dinero falso, pediría una devolución inmediata.- sonrió, poniéndose de pie en dirección al baño, desde donde regresó con un bulto de ropa mojada que fue acomodando en el barandal de la única silla de la habitación. Varios segundos pasaron antes que Ron se atreviera a hablar.

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