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Fargan no solía tener este tipo de problemas normalmente.

Y no es que quisiera parecer un idiota, pero hace bastante tiempo que había iniciado con su vida sexual de manera activa, a pesar de tener 19 años.

Resulta que disfrutaba bastante de su sexualidad y tenía la ventaja de que a las chicas les resultaba atractivo.

Tenía mucho tiempo saliendo con diferentes chicas, dejándolas bien advertidas de que no buscaba nada formal y que solo le interesaba una relación íntima. Muchas de ellas lo mandaban a la mierda, pero otras tantas preferían tener únicamente esa parte de él antes que tener nada.

Eso le había traído problemas también. No del tipo médico, eso jamás. Fargan podía provenir de un pueblo conocido por sus embarazos prematuros normalizados, pero desde antes de iniciar su vida sexual se había encargado de informarse al respecto.

Siempre usaba condón y se hacía chequeo médicos de cuando en cuando. Y aunque alguna que otra chica había intentado encajarle la responsabilidad de un posible embarazo, él sabía que eso no era posible.

Sus problemas iban más apegados a que las chicas tenían sentimientos, eso lo sabía y no lo pasaba por alto, no era un cabrón... No del todo. Siempre trataba de dejar claro que no tenía intenciones románticas, pero algunas de las chicas que lo aceptaban aún con esa condición terminaban enamorándose igualmente.

Ellas esperaban una de esas historias de amor en las que el chico, a través de meras interacciones sexuales, mágicamente se enamorara de ellas y dejara de ser un Don Juan para estar solo con ellas.

Parecía absurdo, pero había tenido que aguantar más de un drama cuando ellas se confesaban y él se veía obligado a romperles el corazón.

Eso lo hacía ver como un cabrón, pero no era su culpa que su pene quisiera a todas, aunque su corazón nunca quisiera a ninguna.

De alguna manera le preocupaba el hecho de tener un libido tan alto sin ser capaz de establecer una conexión sentimental con nadie. Y mira que lo había intentado.

Era por ello que se sintió totalmente aliviado cuando conoció a Dulce. Ella le encantaba físicamente, sí, pero había algo en su personalidad y sus expresiones que le tenía simplemente flechado.

Amaba hablar con ella, pasar tiempo de calidad a su lado, besarla, abrazarla y decirle ese mil y un cosas bonitas que ella se merecía escuchar. Tenía que estar enamorado de ella porque de no ser así entonces no se explicaba como podía encantarle tanto pasar tiempo a su lado.

Ni qué decir de tener sexo con ella.

Si, quizá había sido demasiado precoz, pero habían estado juntos a la semana de conocerse, incluso antes de formalizar lo suyo. Y se había sentido como en las nubes al tocar su piel y hacerla delirar de la manera en la que sabía.

Pensar en todas esas noches que habían pasado juntos era lo que ahora lo tenía así. Una erección se levantaba en su entrepierna y tenía días con el mismo maldito problema.

La relación a distancia que llevaba con Dulce parecía estar yendo bien. Fargan tenía la certeza de que, al ser una chica especial, no le resultaría difícil tenerla lejos si se seguían manteniendo en contacto frecuente.

Estaban enamorados, y estar enamorado no significaba que tenían que estar juntos todo el tiempo. El amor rompe distancias y esas mierdas.

Eso era lo que pensaba hasta que su cuerpo le recordó que tenía necesidades biológicas.

Era un hombre racional y pensante, no podía permitir que sus instintos primitivos lo dominaran, él podía controlar las reacciones de su cuerpo.

Pues no, no podía y la atención que le pedía su pene noche tras noche lo demostraba.

Amigos con derechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora