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El viaje de vuelta fue de lo más tranquilo. 

Vegetta cayó dormido sobre el hombro de Alex apenas abordaron, ni siquiera sintió el despegue. Alex apoyó su cabeza en la de su amigo también y durmió gran parte del camino. 

Willy trataba de concentrarse en su lectura, pero la inquietud de Fargan contagiaba a cualquiera, aunque estuviese tratando de disimularlo. 

- Fargan - lo llamó finalmente. El mencionado giró en dirección de Willy de tirón - ¿Sucede algo? - trató de mirarlo a los ojos, pero su amigo le evitó la mirada. 

- No, no pasa nada - frotó las manos contra su pantalón - ¿Por qué pasaría algo? Todo esta bien - Willy levantó una ceja. Ese parloteo dejaba en claro que algo no andaba bien.

- Sabes que puedes contarme cualquier inquietud que tengas - le aseguró antes de regresar la vista a su libro - Ahora trata de estarte quieto, intento leer - cambió rápidamente el tema para aligerar la carga de sus palabras anteriores y no presionar. 

Eso pareció calmar al moreno, puesto que luego de un largo y pesado suspiro dejó de mover sus piernas de manera frenética y se permitió relajar su cuerpo contra el asiento. 

Willy trató de leer, pero apenas pasó un rato sus ojos comenzaron a cerrarse solos y el libro quedó abandonado sobre su regazo mientras su cabeza reposaba en su respaldo. 

Fargan no durmió. Algo le decía que difícilmente dormiría durante los próximos días, no mientras tuviera el palpitante recuerdo de uno de sus más grandes amigos gimiendo y entregándose a él. 

Agitó la cabeza bruscamente apenas el pensamiento lo abordó y sus mejillas tomaron un ligero tono carmín. No podía pensar en esas cosas. La paranoica idea de que alguien en aquél avión pudiese leer la mente le heló la sangre. 

Sin querer volvió a inquietarse. Su pierna volvió a subir y bajar en espasmos rápidos y ansiosos y una gota de sudor le resbaló por la frente. 

Giró ligeramente la cabeza, solo lo suficiente para espiar a Alex por el rabillo del ojo. Apenas y veía su negra melena sobre la de Vegetta, ambos dormían. 

No desconfiaba de Alejandro. Si Fargan le había pedido que mantuviera en secreto lo ocurrido contaba con que su amigo lo cumpliera sin lugar a dudas.

No, sus preocupaciones estaban en otra parte muy por encima de las acciones de Alex. 

Estaba más preocupado por sus propias acciones. 

Estaba borracho, había actuado de manera irracional y por instinto, no debía tomarle tanta importancia. 

Sin embargo, a pesar de tratar de justificarse a sí mismo con ese cuento, estaba bastante seguro de que habría hecho lo mismo sin el alcohol en la sangre. Tan vez lo hubiese dudado antes, pero ahora que había probado lo que era estar con Alex. 

Fargan nunca había estado con un hombre. Maldita sea, ni siquiera se le había pasado por la cabeza. 

Y no porque estuviera en contra de ello, sino porque nunca se había sentido física ni emocionalmente atraído por ningún hombre antes. 

Estaba plenamente seguro de que le gustaban las mujeres, nadie más. Y sin embargo...

La noche anterior se había quedado dormido boca abajo, en una posición sumamente incómoda que no le había permitido dormir por demasiado tiempo. 

Cuando se había despertado para reacomodarse sintió un aroma invadir sus sentidos. Un aroma dulce, limpio, suave, que sumado a su reciente problema de erecciones inoportunas lo habían llevado a la situación que había desatado todo. 

Amigos con derechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora