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Las palabras de Fargan habían dejado a Alex paralizado. Tanto que no fue capaz de quejarse cuando lo sintió sus tibias manos colarse dentro de la camiseta que aun llevaba puesta y deslizarse por cada centímetro de su piel.

Le acarició el abdomen, apretó ligeramente su cintura y siguió subiendo hasta llegar a su pecho. Todo esto sin dejar de lamer su cuello. 

Alex abrió la boca, esperaba poder soltar una queja, pedirle que se detuviera, ganar un poco de tiempo para procesar lo que estaba pasando, pero lo único que salió fueron gruñidos.

Las quejas murieron en su garganta y se convirtieron en gemidos mientras Fargan abría discretamente sus piernas para colocarse entre ellas.

Entonces abrió los ojos. Los había mantenido cerrados hasta el momento por la descarga de sensaciones, pero el movimiento repentino de su compañero provocó que los abriera y girara en su dirección de inmediato. 

Fargan ya lo miraba, tan fijamente que Alex no entendió como no había sentido esa pesada mirada sobre él hace un rato. Ahora lo sentía, pesado y penetrante. Cuando sus ojos chocaron se dio cuenta que el ambarino habitual de su amigo estaba ensombrecido por una nubla de placer que lo hizo desconocerlo. 

Fargan realmente se había estado reprimiendo, tanto que entendió que aplacar esa frustración le llevaría más tiempo del que pensaba. 

Alex se perdió en ese pensamiento por tanto tiempo que ni siquiera sintió cuando Fargan se apoderó de sus muñecas y aprisionó sus manos contra la cama, al lado de su propia cabeza. 

Seguía perdido en su mirada, aún cuando lo sintió hundirse nuevamente en su interior. 

No lo detuvo. No podía ni tampoco quería hacerlo. 

La vida sexual de Alex no era tan activa como la de Fargan, pero eso no significaba que no disfrutara que encuentros casuales de vez en cuando. Hacía meses desde que Alex lo había hecho por ultima vez. 

Fargan lo hacía bien. Tanto que entendía porque las mujeres lo seguían a donde quiera que fuera. Tal vez debería ser más racional porque sabe que Fargan es hetero, pero la idea no hace más que encenderlo más.

Durante un rato no hizo más que disfrutar la sensación que le producía sentir a Fargan empujando su interior, nada sería capaz de sacarlo de su ensoñación. O al menos eso pensó antes de que Fargan se inclinara peligrosamente hacia él. 

Fargan siguió acercándose. Y entonces pasó algo que nunca se imaginó. 

Lo besó.

Posó sus labios sobre los suyos y se movió al ritmo de sus propias estocadas, buscando ser correspondido. 

Alex abrió los ojos con sorpresa. Sus labios sabían a vodka y un toque de tabaco, pero no era el sabor lo que lo tenía embelesado, sino la descarga eléctrica que le recorrió la columna. Era una sensación incluso más fuerte que todas las demás. 

Se había quedado quieto por el repentino acto unos segundos, pero correspondió antes de que Fargan se arrepintiera de aquello. 

Fargan sabía besar casi tan bien como sabía follar. Alex incluso dejó de lado el placer que le proporcionaban las embestidas para centrarse en la maravilla que eran sus besos.

Podía volverse adicto, Alex estaba seguro, aunque probablemente lo creía porque seguía un poco borracho. Sintió una enorme soledad en sus labios cuando Fargan se apartó. Abrió los ojos nuevamente. 

Fargan lo miraba fijamente, jadeaba por la falta de aire. Alex ni siquiera había notado cuando dejó de moverse, pero lo sintió salir de su interior en ese momento.

Amigos con derechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora