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Fargan bufó ante los suaves toques de Alex y, de no ser porque sus ojos ya estaban cerrados de antes, los habría cerrado en ese momento de goce puro. 

Alex sonrió al sentir la erección ajena crecer en su mano nuevamente. 

- Que rápido - se burló en un susurro. Fargan frunció el ceño.

Alex quería burlarse más, pero si quería que Fargan se centrara en una fantasía en la que estaba con una mujer lo mejor sería que cerrara su boca. 

Se alejó un momento, solo el tiempo suficiente para deshacerse de sus prendas inferiores, sin sacarse la camiseta, y volver a acomodarse sobre él. 

Al no tener otro tipo de lubricación, Alex metió dos dedos en su propia boca, mientras su otra mano se dedicaba a darle atención a Fargan. Llevó esos dedos a su entrada para prepararse a sí mismo.

Fargan mantuvo los ojos cerrados. Más que por la orden de Alex, porque realmente se sentía incapaz de abrirlos. 

Se dedicó a sentir, sentía la mano firme de su compañero subir y bajar de manera suave por toda su extensión y su boca acariciando su cuello, sentía su pesada respiración por ahí por donde esa boca dejaba un rastro de saliva. Le erizaba los vellos de la nuca. 

También se dedicó a aspirar su esencia. Esa que inconscientemente había buscado en la almohada un rato atrás, mientras trataba de auto complacerse con poco éxito. Alex olía muy bien, normalmente usaba colonias con olores florales o frutales, pero no era ese el aroma que le atraía, sino la esencia natural del muchacho. Aquella que ahora percibía por la cercanía. 

Quería escucharlo. Por alguna razón, tenía muchas ganas de escucharlo, de que sus jadeos se mezclaran con los suyos, pero Alex se estaba encargando muy bien de mantenerse en silencio. 

Se mantuvo en total quietud hasta que sintió al menor moverse sobre sí. Soltó su miembro y le rodeó la cabeza con los brazos, posicionándose de manera peligrosa. 

No pudo evitar estremecerse al sentir una ligera presión en la punta de su pene. No tenía ni que abrir los ojos para saber que pasaba. 

El aliento de su amigo ahora estaba en su oído, su respiración estaba entrecortada, agitada. Y olía jodidamente bien.

- ¿Puedo? - le susurró la pregunta al oído de manera tan suave que, de haber alguna persona dentro de la habitación, hubiera sido incapaz de escucharlo. Era una pregunta solo para él. Un escalofrío le recorrió entero. 

No encontró su voz. Por más que lo ideal hubiera sido una respuesta verbal, Fargan no fue capaz ni de abrir la boca, se limitó a asentir con la cabeza de manera lenta. Podía sentir la mirada de Alex, aún sin verle. 

Lo escuchó soltar un suspiro lento y entrecortado antes de que sus delgados brazos se aferraran con más fuerza a su cuello y empezara a bajar poco a poco por su extensión. 

La sensación era simplemente indescriptible para Fargan.

Alex le había dicho que no quería que hiciera algo diferente a lo que estaba acostumbrado, pero no estaba en lo absoluto familiarizado con aquello tampoco. 

Estar dentro de Alex era completamente diferente a estar dentro de cualquier chica. Su interior no era tan suave, se cernía de manera más violenta y apretaba su miembro con descaro. 

Un gemido escapó desde lo más profundo de su garganta y, por un momento, se detuvo a pensar en el bienestar de su compañero. No tenía ni idea de cómo se sentía Alex en ese momento y temía que se hiciera daño. 

Necesitaba verlo, escucharlo, cualquier cosa que le diera una señal de su estado. 

Estuvo apunto de abrir los ojos, de no ser porque un quejido traicionó a Alex. Supuso que lo habría estado reprimiendo, dado que fue muy bajo, pero ahí estaba. La confirmación de que estaba bien. 

Amigos con derechos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora