Capítulo 12

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[YO]: Perdoname, por favor. Soy un pelotudo y no pensé.

Borra todo el mensaje. Nunca pensás, gil a cuerda.

[YO]: A veces siento que no puedo respirar de solo pensar en vos. Sos demasiado hermoso. No puedo concebir un día más sin tenerte conmigo. No te quiero solamente para tenerte en mi cama. Siento que me estoy muriendo si...

Borra inmediatamente todo de nuevo. No solo lo va a asustar, sino que está sonando como un psicótico. Parado en el césped híbrido, Aimar resopla mirando su celular mientras la Selección hace piques y salta para fortalecer sus músculos, bajo la directa observación de sus asistentes de campo. Trata de relajar y tipea de nuevo.

[YO]: En la vida me pasó algo como lo que me pasa con vos. Tratá de entenderme, por favor. No sé cómo pilotearla. Son muchas cosas juntas y no quiero cagar esto. Yo te...

Pablo se detiene antes de escribir la palabra tabú. No puede irse al carajo tan rápido. Ni por Lionel ni por él mismo. Todavía no tiene definido exactamente qué siente por el escort, pero sabe que es algo serio. Que no es una calentura del momento. Que no es un capricho de millonario ni tampoco una obsesión de enfermo que necesita poseer a otro ser humano con dinero, sólo por el hecho de tenerlo. No puede soportar la idea de que siga saltando de cliente en cliente pero entiende su necesidad. Al mismo tiempo no puede evitar querer protegerlo. De la agencia, de la vida, de todos. Quiere verlo sonreír, quiere saber que no corre peligro, quiere que despierte todas las mañanas sin tener que pensar que tiene que entregarse a alguien para sobrevivir. Quiere...

Lo quiere.

Lo necesita. Por todas las razones más simples que existen, y que un ser humano puede requerir a otro para sentirse completo en esta vida.

Es la más pura de todas las verdades y ya no puede negarlo.

...

"Así como lo lees," la voz de Walter del otro lado del manos libres es calma.

Lionel observa la pantalla de su celular con cierta indiferencia. Su nombre está al tope del ranking de los modelos de la agencia con su precio, el cual se incrementó por tres. Esto obviamente se relaciona con la cantidad de demandas millonarias que tuvo con Aimar, ni más ni menos. Es una cuestión matemática. Estar tercero para él era perfecto, tenía una reputación y buen trabajo, pero ahora las cosas se complican en todos los sentidos. Los clientes más poderosos se pelearán por sus servicios y todo se convertirá en una carnicería con los que siguen en la lista. El ambiente de cordialidad que mantuvo siempre con sus colegas se va a ir al choto. Estar primero es una maldición más que una bendición para cualquier escort. Más dinero que entra, seguro, pero más peligros.

"Era de esperarse. Pero no me alegra en lo más mínimo," responde Lionel mientras se ceba un mate en el living de su casa.

"¿Por? Buena plata. Y tenés la experiencia justa para todo," rebate Walter.

"Es para quilombos, negro. Me van a romper las pelotas cada dos minutos y los demás me van a empezar a tirar mierda desde todos los wines." Scaloni mira de reojo la caja de Rolex junto a los demás regalos sobre un costado. Todavía no tocó nada. Lo deja ahí. No quiere usarlos, pero tampoco puede devolverlos. "Ya estoy grande para esto."

"Estamos en lo mejor de la edad, gringo. Dale."

"No sé, yo ya me estoy cansando." Scaloni lo dice en voz alta, pero sabe que no tiene opción. Son tres años más de contrato y después, quién sabe qué hará de su vida. Regresará a su pueblo con lo que ahorró y vivirá una vida solitaria en la casa que fue de sus padres fallecidos, si es que sus hermanos se lo permiten. Pero eso significará que tendrá que hablar con ellos y duda que lo hagan. Ya se verá. Por el momento, tiene muchísimos ahorros para vivir cómodamente. De repente, otra llamada entrante. "Lo tengo a Sampaoli llamándome. Charlamos después. Chau, negro," dice y corta la conversación para atender a su jefe. "Jorge, dígame."

"Primero que nada, felicitaciones Lio. Sabés que ahora tenés un aumento en tu porcentaje, ¿no?" comenta del otro lado de la línea.

"Sí, no lo sabía concretamente, pero me enteré por otros compañeros que estuvieron arriba en su momento."

"Bueno, como premio, te doy tres días de vacaciones pagas este fin de semana para que hagas lo que quieras. Te lo ganaste." El gerente suena amistoso casi, pero Lionel sabe perfectamente que es todo parte de su estrategia para mantenerlo conforme.

"Muchas gracias. Las voy a usar."

La conversación termina poco después y Lionel no lo duda. Abre la aplicación de paquetes turísticos y se reserva los tres días en Colonia, Uruguay para irse un rato solo y relajar. No demasiado lejos por su trabajo, pero necesita salir del país.

El viernes a la madrugada lo encuentra acarreando su valija por la terminal de Buquebus y abordando el barco que cruzará el Río de la Plata hasta su destino. Carga su auto en la bodega y se relaja en uno de los tantos asientos que dan sobre la ventana. Las pequeñas olas de río logran poner su mente en blanco, lo que tanto anhelaba en este viaje y en apenas dos horas, ya está pisando tierra charrúa.

Se aloja en un modesto hotel tres estrellas porque no necesita de lujos para pasarla bien. Tan solo un lugar para descansar y bañarse. A la tarde sale a recorrer un poco la ciudad y camina hasta la zona histórica de Colonia del Sacramento, con sus calles de adoquines y casas bajísimas. Se engancha en un tour con guía para escuchar la historia del lugar y saca fotos con su celular para pasarlas más tarde al chat que tiene con sus amigos. El grupo se detiene en una esquina y el guía comienza su relato.

"Estamos ahora sobre una de las calles más emblemáticas de la ciudad, la Calle de los Suspiros. Muchas leyendas hay sobre el origen del nombre de esta calle. Algunos dicen que los condenados a muerte suspiraban al pasar por aquí, ya que los presidiarios eran fusilados a la vera del Rio de la Plata o depositados en esta emblemática calle para ahogarlos cuando subiera la marea. Otra versión cuenta la historia de una joven que esperaba sobre la calle a su amado de noche hasta que de repente, un enmascarado le clavó una daga en el medio del pecho. Desde entonces, en cada luna llena, se escucha el suspiro de la infortunada señorita." El relato se interrumpe por un 'ohhh' de los turistas. Lionel sonríe, disfrutando de estas historias fantásticas. "Y la última, y tal vez sea la más real de todas por lo convincente, cuenta que los prostíbulos de la ciudad se alojaban aquí, y los marineros y soldados piropeaban y suspiraban al transitar esta arteria donde vivían las meretrices."

Scaloni gira y observa las ventanas antiguas que desembocan sobre la calle en caída. No es difícil de imaginar esa situación. Piensa en dónde estaban los prostitutos de la época, que obviamente no eran tan bienvenidos como sus contrapartes femeninas. Seguramente en oscuras esquinas, agazapados bajo la luz de algún farol esperando clientes, o tal vez la muerte. No mucho ha cambiado su mundo desde aquella época hasta hoy.

Lionel se detiene en uno de los tantos puestos de recuerdos y compra cuatro imanes para heladera. Son mosaicos pintados a mano imitando el cartel indicador de la 'Calle de los Suspiros' y piensa que es un buen chiste interno para sus amigos. Sigue observando y sus ojos se detienen en unas pulseritas de cuero color rojo. Toma una de la mesa y la estudia.

"Cualquier cosa que necesites, pregúntame," dice el artesano.

Lionel sonríe y asiente. Pero su expresión cambia cuando recuerda de dónde le resulta familiar. Las caricias de aquella mañana en la cama de Aimar y el color rojo pasión de su pulsera de cuero en su muñeca mientras lo tocaba. El hombre deja el souvenir en la mesa y se aleja rápidamente para volver al hotel.

En el restaurante de la esquina se pide un chivito, que es un plato típico de Uruguay. Un sándwich de lomo a la plancha a la que se agregan jamón cocido, panceta, queso mozzarella, lechuga, tomate, rodajas de huevo duro, morrón y mayonesa. Una bomba realmente pero que disfruta de medio a medio. La televisión, a unos metros suyos está prendida y un rostro familiar copa la pantalla.

"Ningún jugador va a llegar al cien por ciento, pero si en su máxima expresión futbolística. Haremos fuerza para que, en la última semana, el que no esté en condiciones y no pueda disputar el partido en club, venga antes. El que esté bien no lo vamos privar de jugar porque es lo mejor para nosotros."

Pablo Aimar habla en una conferencia de prensa y se lo ve tan serio como siempre. Lionel deja su sándwich en el plato y se queda callado, escuchando sus palabras. Detrás suyo, alguien comenta.

"Ese pelotudo es una pérdida de tiempo. Demasiado pendejo para el puesto que le dieron. Van a perder como en la guerra."

"Se quiere llevar el mundo por delante, no sé qué se cree."

"Quiere meter gente que está toda rota y les va a terminar de cagar la carrera. Que tipo más mierda."

Lionel frunce el ceño y gira para mirar a los dos hombres que hablan en voz alta. Uno de ellos levanta las cejas. "¿Qué? ¿Te pasa algo?"

El escort no responde y lo sigue mirando fijo, a punto de levantarse de la mesa y trompearlo. Pero se contiene.

"Deja, Beto. Debe ser un argentino amargo," agrega su compañero uruguayo.

"Vamos a ver cuánto aguantan ustedes antes de que los rajen como siempre," responde Lionel con una sonrisa socarrona.

El tal Beto se pone de pie y lo empieza a putear. Lionel hace lo mismo y cuando el septuagenario se da cuenta de la altura del escort y sus músculos debajo de la remera de mangas cortas, se vuelve a sentar. Scaloni no soporta más la tensión y se dirige a la caja para pagar, dejando su plato a medio comer. Antes de salir, gira para pegar un grito a todo el restaurant. "Y ustedes olvídense de la quinta estrella, que nosotros vamos por la tercera ¡Giles!" Pega un portazo y se dirige al hotel. Arma las valijas, agarra el auto de la cochera y regresa manejando hasta la terminal nuevamente para volverse a su país.

No duró ni veinticuatro horas sin que Aimar se cruce en su camino y él encima, salga a defenderlo. Se siente como un idiota y vuelve mascando bronca durante su viaje en el Buquebus. Lo único que logró es boicotearse el descanso por... ¿por qué? Tal vez haya sido su orgullo nacional. Sí, seguramente fue eso. El hecho de que Pablo Aimar sea el DT de la Selección no tiene nada que ver con que él haya salido a defender su camiseta. Por supuesto, eso tiene lógica.

Llega a casa, se baña y se tira a la cama. Envía las fotos que sacó en Uruguay al grupo de chat y todos le preguntan cómo la está pasando. Él miente diciendo que bien, que es hermoso todo, pero no les comenta que ya volvió porque no tiene ganas de responder preguntas ni cuestionamientos de ningún tipo.

Al otro día aprovecha para salir temprano a correr. No pisa el gimnasio porque puede cruzarse a Walter y quiere evitar el cuestionamiento. Sigue haciendo ejercicios en su casa hasta que sus músculos no dan más y se relaja con un buen baño de inmersión en la bañera. Pone algo de jazz de fondo para ocupar su cabeza con una melodía y no pensar. En este momento, es lo último que quiere. Una vez en la cama, evita prender la televisión y agarra uno de sus libros para pasar el tiempo. Uno sobre Taoismo, de Laozi. Sus ojos empiezan a cerrarse cuando llega a una parte que lo fuerza a cerrarlo y dejarlo sobre la mesa de luz.

Ser profundamente amado por alguien te da fuerza,
pero amar profundamente a alguien te da coraje.

Contrato Singular (Scaloni x Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora