El día de la renuncia terminó con ambos en la cama por varias horas. Los festejos no paraban, obviamente, y Lionel quería sacarse las ganas que tenía acumuladas, al igual que Pablo. Interrumpieron sólo para avisarle al amigo, Beto, que la clase se posponía para el otro día porque, claro, no estaba bueno que el muchacho llegase mientras los otros dos se daban matraca.
Las noticias de su renuncia llegaron al chat grupal antes de lo esperado. Walter se enteró y preguntó, a lo que Lionel tuvo que responder que sí, y explicar lo sucedido. Julián respondió desde el hospital, junto a Licha que pasaba más horas junto a él que trabajando. Apenas si volvía a la casa para bañarse y salir a cumplir con sus obligaciones, alimentándose a base de sanguchitos de miga y agua de la cantina del Fernández.
Julián fue evolucionando bien y a la semana le dieron el alta. Se quedó con sus padres en su departamento, ya que Gustavo Álvarez se dedicó a buscar un buen estudio de abogados para liberar a su hijo. Lionel le advirtió que tenga cuidado porque, después de su salida, Sampaoli seguramente iba a estar del orto. Julián le respondió que no pasaba nada, que ahora se sentía seguro y en paz y que tenía muchos planes para el futuro. Uno sería empezar a estudiar abogacía, para poder algún día defender a otros chicos que sufrieron abusos como los de él. Especificó que su misión sería centrarse en crímenes de odio, raciales y de género y todo el grupo no hacía otra cosa que felicitarlo de corazón. Licha no paraba de mandar stickers de amor respondiendo a los mensajes de Julián al chat. Lionel lagrimeó mucho esa tarde.
A Pablo le costó dejarlo volver a su departamento pero Lionel le prometió que volvería seguido, además de que iban a verse en el trabajo. Eso pareció tranquilizar al entrenador, quien lo despidió en el jardín de su casa con un largo y sentido beso. Juan se encargó de llevarlo de vuelta a su departamento, y luego de lavar ropa, bañarse y ocuparse un poco de sus plantas, se recostó y se durmió.
Era libre de elegir su destino ahora.
La sola idea lo electrizaba y sentía la fuerza correr por sus venas como si hubiese rejuvenecido veinte años. Pablo le pasó el contacto de Beto y juntos programaron un par de encuentros para seguir practicando. Aimar habló con el Chiqui Tapia, le pasó el currículum de Lionel obviando su último trabajo, claro está, y luego de varias negociaciones en una reunión de casi una hora y media, logró que el hombre ingrese como nuevo miembro del equipo de community managers.
[HERMOSO]: Hola vida
[HERMOSO]: Te tengo novedades
Lionel abre el celular mientras sigue aprendiendo a editar en Premiere Pro y sonríe con los mensajes de Pablo. Así lo agendó, por las dudas que alguien intente hackear su teléfono.
[YO]: Cómo le va al señor? Diga nomás.
[HERMOSO]: Te las digo por acá o querés que te llame?
[YO]: Acá.
[HERMOSO]: Bueno
[HERMOSO]: Pero que conste en actas que yo quería escuchar tu voz
[HERMOSO]: Porque te extraño
[YO]: Pablo, hablamos ayer a la mañana.
[HERMOSO]: Y? Yo te extraño igual.
El hombre rie ante los coqueteos de su amante. Parece un adolescente enamorado. Es realmente lindo, pero ahora la curiosidad gana por sobre sus deseos de agarrar el auto y rajar para Vicente López.
[YO]: Bueno, metele que estoy estudiando
[HERMOSO] Si me mandás una foto de esos ojitos que me vuelven loco, te digo
[YO]: Que pesado por diosssss
[HERMOSO]: Daaaleeee
Scaloni suspira y busca la luz de la lámpara para que le ilumine mejor el rostro. Sinceramente esto de no ponerle el nombre es al pedo porque Pablo es el que le manda al menos cinco fotos al día de su rutina diaria. Lionel apenas sonríe un poco, haciéndose el misterioso y saca la foto, enviándosela al director técnico.
[HERMOSO]: Pero mirá lo que sossss
[HERMOSO]: No podés más de potro, bonito
Lionel se muerde el labio inferior, esperando a que la larga lista de piropos se termine para que el otro hombre se calme. Finalmente, el mensaje que estuvo esperando, aparece en su pantalla. Tiene que respirar profundo para leerlo por segunda vez.
[HERMOSO]: Felicitaciones. Sos el nuevo miembro del equipo de community managers de la AFA.
Resopla y se lleva una mano a la cara para restregarse los ojos. No va a llorar. Sabe que no es algo que se ganó por mérito propio y que tendrá que ponerse firme en mejorar cada segundo para estar a la altura de las circunstancias. Pero el hecho de que ya tenga un pie adentro de su nueva vida, se convierte en una sensación indescriptible. Sin cadena sobre los pies, como diría la canción, con alas sin estrenar y listas para volar en una nueva dirección. La que él elija a partir de ahora. Y el futuro se verá, ya hay tiempo para eso.
No aguanta más y lo llama a Pablo para hablar con él. Entre agradecimientos y promesas de que todo va a salir bien por parte del cordobés, Lionel se toma un descanso de su instrucción para disfrutar el momento. Se quedan charlando por casi una hora hasta que el mayor se da cuenta de que Aimar sigue en el predio y le está quitando tiempo de trabajo. Al más joven no le importa y le pide un favor: una cena en el departamento de Lionel después de su primer día en la oficina, para festejar. Ni falta hace aclarar qué tipo de festejo espera el futbolista, pero Scaloni acepta.
Una semana y media pasa desde ese día y finalmente, Lionel llega a la puerta del predio de la AFA con su propio auto. No puede contener su sonrisa ante la sensación de ir a su primer día de trabajo manejando por su cuenta, sin que lo lleven cual cenicienta en carruaje hasta el príncipe o princesa de turno. Una vez dentro, pasa por el complejo uno para la correspondiente acreditación. Le entregan su credencial con la foto que se sacó unos días antes, le hacen firmar unos papeles y también le dan su pase para marcar tarjeta al ingreso de cada jornada laboral. Todo está en orden y cada detalle enaltece su humor, haciendo de este día realmente inolvidable.
Sigue manejando hasta el complejo dos, ingresa por segunda vez al edificio de la Selección Mayor y pasa sus dedos por sobre el plástico cubriendo su imagen colgando de su pecho. Trata de relajar su quijada. Le duele de tanto sonreír todo el tiempo. Se anuncia en la mesa de entrada y la secretaria lo guía hasta la oficina que, a partir de ahora, será su lugar de trabajo junto a sus compañeros. En el trayecto, Lionel mira hacia la escalera, esperando que Pablo baje de casualidad desde su oficina en el primer piso, pero no tiene suerte.
La puerta se abre y adentro hay tres jóvenes cuyas edades varían entre los veintipico y treinta y pico de años. Lionel usa su sonrisa más natural y saluda. "Hola, buen día. Soy Lionel Scaloni, a partir de hoy voy a estar con ustedes."
El mayor de los tres se levanta de la silla, imitado por sus dos pares más jóvenes. "Bienvenido, soy Adrián, a cargo del área. Ellos son Darío y Marcos," indica, presentando a los demás.
"Un gusto," Scaloni se aproxima y les da la mano, mirándolos a los ojos para generar confianza. Los chicos apenas sonríen y se sientan, invitándolo a que también tome asiento.
Le informan sus tareas que por el momento será grabar todo lo que se le indique, sobre todo los entrenamientos con un gimball para luego seleccionar las partes que vayan a utilizar para los videos promocionales. La parte gráfica estará a cargo de los dos más jóvenes y él junto a Adrián se encargarán de la parte de video. Eso lo relaja mucho a Lionel, porque fue lo que más practicó. En materia de diseño gráfico, está en casi cero, por lo tanto se alegra de poder iniciar con algo fácil. De todas formas, escucha atentamente todas las explicaciones y asiente, adaptándose rápidamente al entorno laboral.
"Esta tarde tenemos entrevista con Aimar, así que te va a tocar filmar a vos mientras yo le hago las preguntas y Darío registra con la cámara," comenta Adrián, apuntando a una mesa en donde reposan dos impresionantes cámaras fotográficas profesionales. "Va a ser simple porque llevamos los trípodes, así que lo que Marcos y vos tienen que ocuparse es que esté bien en plano y que no se vaya de foco. Lo vamos a hacer en el estudio en planta alta," informa. Lionel no sabía que poseían un estudio específico para este tipo de cosas.
Adrián le muestra las carpetas de trabajo en la red. Dónde tiene que descargar el material crudo para poder editarlo, dónde se guarda cada cosa y el ritmo de trabajo diario que tienen dependiendo la demanda. Al mediodía almuerzan los cuatro en el comedor y Adrián aprovecha para presentarlo oficialmente con los demás empleados que van encontrando en el camino. Lionel se pide una pechuga de pollo a la plancha con una ensalada y levanta la cabeza cada dos minutos, esperando que Pablo ingrese por la puerta en cualquier momento. Nada.
Después del almuerzo, el jefe de equipo le da un par de tareas simples para práctica de edición. Lionel se desempeña bastante bien, considerando la cantidad de horas sin sueño que estuvo en la última semana dale que te dale con los programas que le pasó Beto. Elije los fragmentos con cuidado y arma lo que su jefe le solicita, con su botellita de agua fresca al lado para hidratarse cada tanto. La hora de la entrevista llega y los cuatro cargan el equipo y se dirigen al estudio en el primer piso.
Scaloni está más nervioso que nunca. Va a encontrarse con quien le cambió la vida y a la vez, es un compañero de trabajo. Apenas se abre la puerta, ve a Pablo conversando con otra persona, de espaldas y el grupo ingresa sin que ellos se percaten de su presencia. Comienzan a armar los trípodes, midiendo la altura para cada cámara y el cordobés finalmente gira para encontrase con su mirada.
"Caruchas nuevas, veo," comenta con su sonrisa de siempre.
"Hola," se limita a responder Lionel, tratando de evitar una sonrisa idiota de oreja a oreja.
Los demás compañeros se miran entre ellos y siguen trabajando. Scaloni detecta eso. Probablemente piensan que sí, efectivamente entró por acomodo. Pero piensa trabajar el triple que los demás con tal de ganarse su derecho de piso.
Las luces y el difuminador se colocan para mejorar el ambiente y Lionel se para junto a la cámara, ajustando el lente de manera manual para hacer el foco perfecto en el plano medio de Pablo. El entrenador fija su mirada en él, sin importarle lo que sucede alrededor y al ex escort se le cae la cara de vergüenza. Van a cenar juntos en su casa esta noche ¿qué necesidad hay de hacer su primer día de trabajo más duro de lo que es? Aún así, no puede evitar que una cálida sensación suba por su pecho.
"Bueno, ¿arrancamos?" pregunta Adrián y Scaloni asiente, apretando 'rec.' "Todo esto va editado, así que relajate Pablo. Te voy a ir tirando las preguntas y vos pensalas tranquilo antes de responder ¿okay?"
"Dale."
"Bueno, empecemos por las sensaciones que se te vienen cuando enfrentás un mundial nuevamente, y esta vez no desde el lado del jugador sino como entrenador."
Aimar piensa un momento y comienza a hablarle al entrevistador. Lionel se cruza de brazos y mira el visor apuntando hacia él para controlar el plano fijo. Tras un buen rato, levanta su mirada para observar a Pablo y éste capta el movimiento de su amante. Sigue hablando y le sonríe, como si el entrevistador fuese Scaloni, lo que hace que el mayor baje de nuevo su vista a la cámara para que no se distraiga. Si no fuese porque está nervioso, estaría sonrojándose por lo desfachatado del petiso en el ámbito laboral. Si el primer día es así, no quiere imaginar cuando el otro agarre confianza y lo secuestre en su oficina bajo llave. La idea lo distrae un momento y nota que se fue un poco de foco porque Pablo se movió en la silla. Lionel inmediatamente lo arregla y sigue mirando por el visor.
A la cuarta pregunta, Aimar se cruza de piernas. "Hacemos un break un segundito ¿puede ser?" pregunta, a lo que Adrián acepta, pero las cámaras siguen. Tienen que registrar todo, porque siempre alguna cosita se puede usar para el backstage. Pablo se cruza de brazos y le sonríe de costado al más alto. "¿A ustedes los eligen por pintones o por currículum?" lo increpa.
Lionel ríe por lo bajo y niega con la cabeza, sin responder.
Adrián ríe también y se gira para observar al mayor. "La verdad que a su CV no lo vi, pero labura bien," responde. "Por ser el primer día, se lo está bancando como un rey."
"Bue, tampoco me hiciste correr con la cámara a los muchachos mientras entrenaban. Fue todo livinanito hoy," responde Lionel risueño.
"Esperá a mañana y vamos a ver," le comenta su jefe, palmeando el muslo de Lionel, cómplice. El rostro de Aimar cambia una milésima de segundo, pero nuevamente regresa a su normalidad jovial.
"¿Así que todo bien? ¿Se adaptó rápido?" insiste el cordobés, como si fuese un padre preocupado por el primer día de Jardín de Infantes de su hijo.
"Seee, vamos a andar joya." Adrián se levanta de su silla para caminar y estirar un poco las piernas mientras sus compañeros miran las fotos que fue sacando Darío.
Pablo no pierde el tiempo y se pone de pie también, para acercarse a su pareja. "¿Sabés cómo te voy a comer a besos cuando terminemos hoy? El uniforme te queda pintado, papito" le susurra aproximándose mientras chequea que los demás no los miren.
"Bajá un cambio, enano. Se van a dar cuenta." Lionel se pasa una mano por el pelo, acomodándoselo para disimular.
"Que sepan nomás que tengo ojos para vos solo," agrega Aimar, regresando a su silla sin darle tiempo al mayor para que le responda. Una vez que se sienta, le guiña un ojo a Scaloni y Adrián justo vuelve para continuar con la entrevista. "Sigamos," afirma Pablo.
La entrevista culmina satisfactoriamente y todos desarman el equipo para volver a la oficina. Aimar se acerca a Lionel otra vez. "¿A qué hora salís?"
"A las diecisiete," responde el mayor casi susurrando mientras desenrosca la base del trípode.
"Buenísimo. Yo salgo a las diecinueve. Me pego una ducha acá y voy directo a tu casa." Pablo no pierde oportunidad y pasa su mano lentamente por la amplia espalda del santafesino, quien, como buen profesional de las apariencias, evita reaccionar y sigue trabajando con su equipo.
Lo primero que hace Lionel apenas llegan a la oficina es sacar la tarjeta del crudo para borrar todas las partes en donde la cámara quedó grabando y se escucha la voz de Pablo tirándole flores sin parar. Una vez satisfecho con el resultado, lo guarda en la carpeta con la fecha de hoy en el servidor y formatea la memoria para reutilizarla. Scaloni les avisa a los demás chicos que ya tiene el crudo limpio para editar y pregunta quién hará los impresos. Adrián levanta las cejas, sin contestarle. Claro, supuestamente él tiene que saber eso. Lionel se limita a sonreír y afirmar con la cabeza antes de ponerse a seleccionar todas las partes que va a usar de las dos cámaras para la edición final de la entrevista.
"La intro con el logo y todo lo demás, ¿lo tenemos aparte o hay que hacerlo de cero también?" pregunta, sin levantar la vista de la pantalla de su computadora.
"De eso se encarga Marcos, no te hagás drama. Vos editá el cuerpo de la nota, nosotros metemos el resto," responde Adrián mientras baja las dos mil fotos que le sacaron a Aimar.
Realmente, piensa que él tendría que ser el que le pague a la AFA por trabajar eligiendo los mejores perfiles y gestos de Pablo mientras habla. Le fascina su manera de expresarse, su simpleza y la claridad con la que desarrolla los conceptos. Va más allá de su aspecto físico. Piensa que si algo le faltaba para estar seguro de que Aimar es un personaje importante en su vida, con esto evacúa la duda.
Antes de irse, Adrián le explica que si quiere puede traerse su equipo de mate y guardarlo en su locker para acompañar el trabajo, ya que cada uno toma con el suyo. Es una costumbre que quedó después de la pandemia y a Lionel le parece perfecto. Apaga su computadora, saluda a todos, les agradece por la paciencia que le tuvieron y sale para la playa de estacionamiento. En eso, Pablo baja las escaleras del primer piso y se lo cruza.
"Adiós, bombón," le dice por lo bajo, pero lo suficientemente alto como para que sólo Scaloni lo escuche.
Lionel sonríe apretando los labios y no le responde, continuando su trayectoria hasta el auto.
...
"Sos un guacho tan lindo vos," murmura Aimar acorralando al dueño de casa contra la mesada de su cocina.
Scaloni ríe y gira su cabeza para evitar los besuqueos del entrenador quien, desde que entró por la puerta de su departamento, no para de tocarlo. "Pablo, dale. Que el del sushi me está esperando abajo con el pedido."
"Que espere. No se va a enfriar el sushi," murmura el menor acercándose a su cuello. Sus labios se posan sobre su yugular, sintiendo el ritmo del corazón de Lionel a flor de piel.
"Ay dios," se queja risueñamente el más alto, empujando las manos del petiso para librarse de él. Finalmente logra salir de su departamento con las llaves en la mano y llama el ascensor.
Mientras el otro baja a buscar la comida, Pablo recorre el living observando todo. Poco y nada hay realmente, solo algunos adornos modernos e insípidos que no dicen nada y una sola foto en donde posan Lionel y sus tres amigos escorts, en una selfie en la calle. Ninguna foto de sus padres o hermanos o nada por el estilo. El nivel de secretismo es absoluto, pero también entiende que es por huellas de heridas que han ido quedando en el camino. Sabe de la muerte de sus padres y de la relación tensa con sus hermanos. Se lo contó mientras se quedó en su casa, días atrás. Quizá ahora pueda recomponer un poco el vínculo. Tal vez Pablo pueda hacer algo, pero si Lionel no se lo pide, no quiere entrometerse más de lo que debe.
La noche se pasa entre vino blanco, variedades de sushi y tiramisú de postre. Copa en mano, los hombres se asoman al balcón y disfrutan de la noche. Lionel rodea la cintura de Pablo con uno de sus brazos, mientras besa su sien, poblada de rulos. "Gracias," murmura.
"¿Por qué? Yo te di el empujoncito nomás. Pero el lugar te lo ganás vos," responde Aimar reposando su cabeza sobre el hombro del más alto.
"Nadie en la vida me dio ningún empujoncito para nada." La voz de Scaloni es suave, pero hay un dejo de melancolía en su tono.
"Que bueno, estoy inaugurando una parte de tu vida entonces." Pablo toma un trago de su copa.
"Obviamente."
"Que casualidad, vos también estás inaugurando algo también," comenta Pablo.
"¿Qué cosa?" pregunta el otro, redirigiendo su mirada hacia su compañero.
"Otro día te lo digo." Pablo gira su rostro para besar la mandíbula suave de Lionel. "Ahora no."
Sobre el cielo de Buenos Aires, un destello cruza el firmamento y Pablo alza su dedo para alertar a Lionel de la presencia de una estrella fugaz. Cada uno pide un deseo, sin decirlo en voz alta. Como si fuese un capricho de la vida, ambos pidieron exactamente lo mismo, pero eso jamás lo sabrán. La diferencia es que uno de los deseos se pidió con total firmeza mientras que el otro se hizo con miedos y dudas. Pablo tenía razón en algo cuando se decidió embarcarse en esta empresa: el tiempo es sabio, y en el caso de ambos, necesario.
ESTÁS LEYENDO
Contrato Singular (Scaloni x Aimar)
FanficPablo Aimar es una leyenda viva del fútbol argentino e internacional. Es designado DT de la Selección Argentina y debe ir a su primer evento formal pero por distintos motivos, no encuentra a nadie que lo acompañe. Contrata un servicio profesional de...