Cinco días pasaron desde ese sinceramiento de Pablo y eso no significa que la esté pasando bien.
Su cabeza continúa dando vueltas con la idea de que Lionel tiene que seguir siendo usado por dinero y eso no lo deja dormir. Literalmente. Recurre a medicamentos recetados para poder conciliar, aunque sean tres horas de sueño y en un ataque de locura, agarra la laptop y empieza a comprar cosas a mansalva.
Es así como a RentBaires comienzan a llegar paquetes para Lionel, sin el apellido para no crear más problemas aún, pero claro, obviamente él es el único Lionel de la carta. Camisas, gemelos, libros, discos, gift cards para zapaterías de Patio Bullrich, etcétera. Ninguno de los regalos regresan, ya que Pablo específicamente pide que Lionel firme el acuse de recibo personalmente.
Todas las compras se suceden en un día, y a la noche Pablo se tortura mentalmente porque se da cuenta de que se excedió. Su impulsividad es como la de un adolescente enamorado. El torrente de sensaciones que el otro hombre despertó en él fue tan fuerte que no pudo contenerse como un reverendo imbécil. El monto de la tarjeta de crédito a fin de mes no importa, pero el hecho de que está asfixiando a Lionel, sí. No lo solicita por un tiempo, dejándole el espacio que necesite para pensar las cosas, tanto como sea necesario.
...
El timbre suena y es Walter quien pregunta quién es, desde el intercomunicador del departamento de Lionel. Es de una cadetería, envían un paquete desde RentBaires. Su amigo abre la puerta y lo acepta, ingresando hasta la cocina con el mismo. No es demasiado grande, unos veinte por veinte centímetros. "¿Otro más? ¿No había parado ya?" pregunta el hombre, sacudiendo la caja.
Lionel resopla y se la saca de las manos, dejándola en la mesa y buscando un cuchillo para abrirla. "Sí, pero debe ser un paquete de los que firmé y se olvidaron de darme."
El dueño de casa pasa el cuchillo cuidadosamente por la cinta de embalaje y abre las solapas. Adentro, una caja verde oscuro de Rolex. Walter silva y Lionel cierra los ojos, saturado. Es el más corpulento el que toma la posta y retira la lujosa caja de la otra más rústica. Se la pasa a Scaloni levantando las cejas, arengando para que la abra. El escort menea su cabeza y procede.
"Oyster Perpetual Datejust," lee Walter por sobre el hombro de Lionel. Abre la lujosa caja y se encuentra con un reloj plateado oscuro con el dial color negro, muy elegante. También está la garantía, el manual y una tarjeta que Scaloni levanta para estudiar. En el dorso, el número de serie. "Ah, encima es edición limitada. Pará un cachito," dice el musculoso, abriendo su celular. Busca el modelo y mira la cantidad de cifras que tiene el precio. "BOLUDO, ESTO SALE CUATRO MILLONES DE PESOS."
"¡Andá a cagar! ¡Qué va a sal-" Lionel se detiene cuando su compañero le encaja el celular delante de sus ojos. Efectivamente. Cuatro millones trescientos cincuenta mil pesos. "Basta." El escort cierra la caja y la empuja sobre la mesa antes de ir caminando hasta el living y sentarse en uno de los sillones. Agarra el celular y marca el número de Sampaoli.
"Lionel querido, qué anda pasando," responde el otro hombre, percibiendo una tormenta.
"Sacámelo de encima. Me tiene harto," responde Lionel, sin dar más detalles. Sabe a qué se refiere.
"¿Por qué? No hizo nada malo. Te está regalando chiches. No te está pidiendo que te cases con él, hermano." El gerente toma notas en su despacho sobre otro tema, haciendo dos cosas a la vez.
"Jorge, me molesta. No quiero verlo más. Poné a otro. No sé. Inventá algo." Intenta sonar lo más convincente posible frente a su jefe. Necesita mostrarle que está furioso con la situación cuando, sí, en realidad un poco enojado está, pero no quiere que el hijo de puta de Sampaoli se aproveche de la situación y empiece a pedirle guita a Pablo para mantener su secreto 'sucio' que es Lionel.
"No, chiquito. Es tu cliente. Y ahora te dejo porque estoy ocupado. Chaucitooooo."
Corta.
Walter se acerca y toma asiento junto a su lado. "Es al pedo, sabés que él no te va a ayudar."
"Al menos lo intenté." Lionel deja el teléfono sobre la mesa ratona y se recuesta contra el respaldo mullido del sillón. Unos instantes pasan en silencio mientras el hombre ordena sus pensamientos y estima su próxima movida. Pero todo es muy confuso en este momento y cualquier cosa que haga puede explotarle en la cara sin querer. A él y a Pablo.
"Lio," Walter le dice con el tono de voz que el otro conoce a la perfección, "¿Qué te pasa con este tipo?"
"Nada." Es una respuesta automática. Un latigazo de palabras que salen de su boca para resguardarse y frenar cualquier intento de sermones de terceros.
"Te movió algo," Lionel gira para mirarlo serio y Walter se ataja con ambas manos en modo defensivo. "Pará. No estoy diciendo que esté mal. Sos un ser humano después de todo, y lo malo sería que no te pase nada jamás en la vida. Pero amigo," el grandote presiona sus labios hasta formar una línea horizontal, "es muy peligroso. Para los dos."
Lionel no responde. Solo se limita a recostar su cabeza contra el sillón y cerrar los ojos.
"Ponele que blanqueás con él y lográs dejar la agencia, cosa que dudo que sea tan fácil porque Sampaoli nos tiene agarrados a todos de las pelotas hasta el fin de los tiempos," Walter comenta, y sí, es un hecho. Entrar es relativamente fácil, salir, casi imposible. "¿Qué va a pasar cuando empiecen a investigar tu pasado y salga a la luz esto? No te va a hacer bien ni a vos ni a él. Se van a lastimar los dos al pedo, se va a armar un escándalo que va a destruirle la reputación que tiene, encima siendo una figura pública muy querida por todos. Y vos te quedás sin el pan y sin la torta."
Sabe perfectamente que no le puede retrucar nada a Walter porque dice precisamente la verdad, dura y cruda. Duele, por supuesto, pero es la realidad. "No sé. No creo que sea tan estúpido como para meterse en algo así sin tener un plan."
"Eso no cambia las consecuencias que acabo de enumerarte," responde el otro hombre. "Lio, de verdad yo no quiero cagarte esto. Te lo estoy diciendo para que no te hagas mierda solo."
"Sí, lo sé."
"Entonces reculá." Walter deja caer una mano en la espalda de su amigo.
"No puedo."
El otro Lionel empieza a hablar. El que está consciente de los miles de riesgos y miles de posibilidades de que todo salga mal, pero que a su vez quiere creer en algo. Casi la mitad de su vida vivió en un pozo superficial sin conexiones con nadie, ni siquiera con su propia familia. Solo luchó contra todas las adversidades para llegar hasta donde está. Solo, enterró su vida como un ser sintiente y capaz de amar y ser amado, para convertirse en un autómata que ofrece placer a quien tenga la billetera más abultada.
"Vos sabés que los clientes se confunden fácil. No dejes que te pase lo mismo a vos, amigo." Walter acaricia su espalda intentando brindarle algún tipo de consuelo, pero Lionel lo frena, bajándole la mano para que caiga sobre el sillón.
"Él dijo que estaba hablando en serio." Scaloni pausa con la vista fija en el borde color caoba de la mesa ratona, buscando las palabras adecuadas. "Y yo le creo. Elijo creerle. No sé hasta donde, pero creo que..." Sus ojos negros como la noche se encuentran con los celestes de Walter. "Creo que voy a seguirle el juego."
Lo único que quiero es que salgas de ese mundo. Quiero verte bien.
Lionel apoya sus codos en sus rodillas y se lleva una mano a la cara, refregándose los ojos, cargados de tensión y cansancio. A esta edad, tener que jugar a la cenicienta con un millonario parece un chiste cruel. Es vergonzoso. Pero esa mañana, en la cama con Pablo, todo se sintió real. Natural.
En resumen, sintió.
Y la novedad le pegó como una cachetada después de tantos años de inactividad, como un volcán que lanza toda su furia en un arrebato de la naturaleza. Está considerando una relación con alguien, un vínculo con otra persona más allá de sus tres amigos que también sortean esta vida mintiendo y engañando. Todos los escenarios lo aterran, sean para bien o para mal. Está al borde de una crisis pero si hay algo que aprendió todos estos años, es en confiar en su instinto. Y su instinto esta vez le dice que no tiene que correr. Que tiene que tomar la mano que se le ofrece.
Si tan solo fuese tan fácil.
Lo que dijo Walter sobre Sampaoli es una parte importante del problema. Lionel, como todos los demás escorts, firmó un contrato con el gerente. Al principio fue por dos años, luego, fueron dos veces por cinco años y el último fue por diez. A medida que iba subiendo de categoría, subían también los años en los que el tipo se aseguraba el éxito con sus modelos. Por lo tanto, ahora le quedan tres años más que tiene que cumplir con la agencia. Y no puede renunciar, o en realidad sí puede, pero lo más liviano que el tipo puede hacer, es escracharlo por la red con todo su historial para cagarle la vida y que jamás pueda conseguir un trabajo decente. Eso sin contar por supuesto, con sus conexiones políticas y con el narcotráfico que podrían hacerlo desaparecer de un día para el otro si se le ocurre dejar su trabajo. No le gustaría que Pablo se entere por la televisión de que encontraron su cuerpo en partes en el Riachuelo por intentar tener una vida.
Lionel se agarra la cabeza con ambas manos y se inclina, abatido.
De repente, la sonrisa de Pablo llega como un viento fresco a su mente. Sus caricias, sus palabras, su deseo irrefrenable de saber sobre él, sus intenciones de cuidarlo. Pero él puede cuidarse solo, no es ningún nene. Es un hombre que sabe pelear. Es él quien debe cuidar a Aimar.
Tal vez esta sea la oportunidad que estuvo esperando para probar su valía de una vez por todas y dejarse de joder con esta simulación de vida artificial que tiene. Quizá no termine en nada con Pablo, pero al menos lo intentará y si no lo logra, le quedará el gusto a brevísima libertad en la boca. Le gustaría probarla, aunque sea una vez antes de morirse. Y si lo llaman de arriba en el intento, podrá pensar, antes de cerrar los ojos que hubo alguien que quiso jugarse por él.
El trabajo en la AFA comienza a sonar interesante.
"Walter, ¿vos sabés de alguien que labure como community manager? Alguien de confianza que no sea de nuestro círculo," pregunta, saliendo de su ensimismamiento.
El otro hombre levanta las cejas. "Que yo sepa ahora, no. La verdad que no. Los que conozco que pueden estar en el tema son clientes pero obviamente ya sabés que no puedo contactarlos por nada personal."
"No, ni hablar." El límite es el trabajo, fuera de eso, no hay nada más que tratar con la otra parte.
"No me digas que lo estás pensando en serio."
"Sí," Lionel se rasca la nuca y se suena el cuello, relajando sus vértebras. "No sé, quiero tantear qué onda. Quiero ver qué hacen. Todavía no estoy seguro."
"¿Y cómo vas a hacer?" Walter se cruza de brazos.
"Yendo al predio, chusmeando, viendo de qué va la mano. Lo hablo con Pablo y me pido ese día." Scaloni pierde su vista en la nada misma, tratando de acallar los gritos de su cabeza que le ordenan ir en distintas direcciones. Por ahora sólo le hará caso a la de su instinto. "Si me parece viable, me arriesgo. Si veo que no es para mí, ni me caliento en seguir con esto y me quedo en el molde."
"¿Estás seguro de que solamente te interesa el tema del laburo? ¿No estás buscando una excusa para decirle que sí a Aimar?"
Walter es duro pero sagaz y preciso. Lionel se lo agradece siempre porque no aguanta el boludeo ni las medias tintas cuando se trata de cosas importantes. "Ambas cosas."
El otro escort se despide a la media hora y vuelve a su hogar, dejando a Lionel solo con el reloj de cuatro millones de pesos sobre la mesa de la cocina. Abre su celular y resopla, mirando el número de contacto de Pablo. El DT le insistió en que lo guarde, por cualquier cosa, por si necesitaba hablar o desahogarse. En un arrebato de valentía o estupidez, Scaloni presiona el botón verde de llamada y espera.
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Contrato Singular (Scaloni x Aimar)
FanfictionPablo Aimar es una leyenda viva del fútbol argentino e internacional. Es designado DT de la Selección Argentina y debe ir a su primer evento formal pero por distintos motivos, no encuentra a nadie que lo acompañe. Contrata un servicio profesional de...