II. Sobrevivencia.

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“... Y, en realidad no he terminado de decir todo lo que quería decir antes, todavía hay mucho. Ha pasado tanto tiempo desde que alguien me escuchó hablar, ¿no te quedarás?”

— Xie Lian, La Bendición del Oficial del Cielo.

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Un año desde que vio Agustín por última vez, su cajón de la mesita de noche solo tiene cuatro cosas: pañuelitos descartables, una cadenita con una cruz, lubricante y paroxetina. Un año desde que vio a Agustín, se recibió de abogado. Un año desde que vio a Agustín, vive solo en una casa hermosa y sencilla, con un terreno todavía más hermoso. Un año desde que vio a Agustín, y las cosas son... tranquilas y rutinarias.

A veces se pregunta por qué no puede sacarlo de su cabeza, a veces se lo pregunta a Dios. No hay respuesta de nadie.

A veces se avergüenza de su actitud, de sus pensamientos. Ir a misa cada domingo ayudaba, de verdad que sí, pero ayudaba unos días, o unas horas. Después, Marcos tenía que seguir actuando como si todo estuviera bien, como si no quisiera simplemente acostarse en su cama hasta el día que Agustín vuelva a él. Extraña a su amigo, más de lo que extrañó a cualquier persona antes. No sabía que extrañarlo iba a ser tan doloroso.

No puede beber alcohol mientras está tomando su medicación, y aunque ya lo hizo varias veces, se da cuenta que se siente peor después de que lo hace. Mezclar antidepresivos con alcohol no es bueno, no te hace sentir más relajado o liberado: uno de sus amigos con los que había ido al boliche una noche tuvo que llevarlo a casa después de que Marcos tomara tres cervezas y se largara a llorar en el baño. Sin embargo, se divierte saliendo a bailar y de joda con sus amigos.

No siempre está triste.

La relación con su ex novia había terminado un poco antes de lo necesario, con él queriendo que ella no estuviera esperándolo el tiempo que Marcos iba a estar encerrado en esa casa. No quería atarla a nada, y ella lo entendió y hasta lo agradeció, aunque sabía que ella nunca hizo nada hasta después de tener una última conversación sobre su relación, cuando Marcos ganó. Su relación había terminado antes de lo necesario, sí, pero no podían volver a estar juntos como si nada hubiera pasado. No con ella perdiendo ese tipo de cariño hacia él, no con él teniendo ese tipo de cariño hacia otra persona. Son conocidos amigables a día de hoy, tal vez amigos, pero nada más. Sin embargo, las veces que se toparon en algún lugar, siempre hablaban de sus vidas, y Marcos estaba feliz de saber que ella estaba bien.

Adoptó a un gatito, una cosita hermosa atigrada, que llamó León. Lo adoptó solo porque su hermana le dijo que lo haga, ya que él es más de perros, pero es posiblemente de las mejores decisiones que tomó jamás. León va al baño solo en su caja de arena, no sale del terreno más allá de acostarse sobre los muros que están en el límite, y es posiblemente el gato más mimoso y tranquilo que jamás existió. Cuando no tiene que ir a trabajar y apenas encuentra ganas de levantarse de la cama, ya sea por pereza o algo más, León siempre va hacia él y se acuesta a su lado o sobre él, dispuesto a aceptar caricias todo el tiempo necesario.

Se perdió viajes y vacaciones con sus amigos porque no había momento en el que pensaba ir a algún dique o a alguna playa o a algún camping sin que pensara en que Agustín estaría encantado con conocer esos lugares. Había cosas que no podía hacer sin sentir que Agustín estaría triste por no poder hacerlas con él. Perdió el gusto a comidas y bebidas que amaba por el hecho de que no podía compartirlas con Agustín.

Pero él estaba bien.

Amaba pasar tiempo con su familia, no descuidaba a León, en su trabajo iba ascendiendo con facilidad, estaba pensando en estudiar alguna carrera terciaria solo por gusto, los comederos que manejaba su familia se habían ampliado más allá de la capital, no descuidó su ejercicio y comenzó a hacer fútbol con sus amigos algunos sábados por la noche. Él estaba bien, él era funcional.

Solo que a veces no tanto.

Si te ponés a pensar y ver todo, Marquitos, te juro que te vas a dar cuenta que Agustín no era tan buen amigo para vos.

Él vio todo, y pensó mucho. Vio todo lo que dijo Agustín en la casa, vio todas y cada unas de las razones por las que Agustín se convirtió en alguien tan odiado, por qué lo consideraban un fracasado, un soberbio, un pelotudo, todo lo que dijo una de sus exs por redes sociales, la cantidad de cosas que se decían de él. Vio la forma en la que hablaba de él, en cómo confiaba en él para ganar Gran Hermano, cómo se peleó con gente en su nombre, cómo estaba pendiente a sus seguidores y siempre trataba de mejorar para ellos.

Marcos vio videos de Agustín contando cómo iban a hacer directos juntos, lo escuchó hablar de Frodo y Sam, lo escuchó hablar del reencuentro, de las ganas que tenía de poder presentarle a su familia, lo vio haciendo campañas a su favor, lo vio feliz cada vez que Marcos seguía en la casa después de varias placas, lo vio afirmar una y mil veces que ellos dos eran amigos y que esperaba que fuera una relación que durara años, porque él no pensaba encontrar algo así dentro de esa casa y quería mantenerlo. Marcos escuchó cada palabra que dijo, vio todo lo que hizo, entendió todo lo que pasó, y esperó lo mismo que esperó Agustín con él al salir de esa casa.

Y sin embargo, Marcos está solo ahora.

Agustín se fue, dejó todo a sus espaldas y cerró la puerta sin siquiera decir a dónde iba. Sus seguidores tampoco entendieron lo que había pasado. Aunque sea, y Marcos lamenta decirlo, está feliz de no ser el único que fue abandonado.

Nadie sabe qué pasó con Agustín. Había encontrado en Twitter a la prima de Agustín y al que al parecer era uno de sus amigos, que estaban más conectados con el fandom, y habló con ellos. A los dos les dijo lo mismo, que él era Marcos de Gran Hermano, un amigo de Agustín, y que quería saber si podían darle alguna forma de hablar con Agustín. Que él quería aclarar todo con él (aunque no sabía muy bien qué tenía que aclarar, en ese momento), que lo extrañaba y que no quería molestar o incomodar a Agustín.

De los dos recibió exactamente la misma respuesta.

Agustín está un poco ocupado con otros temas del laburo y eso, pero está muy feliz de que hayas ganado.

Marcos les dijo que si tan feliz estaba Agustín, que se lo dijera él mismo. Les pasó su número de teléfono a los dos, y les dijo que esperaba algún mensaje o llamada de Agustín.

No recibió respuesta de ellos. Tampoco nada de Agustín.

Marcos se permitió, después de eso, tener una foto impresa de Agustín y él, y nada más. Nada guardado en su celular, nada en sus redes sociales, nada de nada. La foto es lo suficientemente grande para entrar doblada a la mitad en su billetera, así que casi no le toma importancia al hecho de que tiene una foto con alguien que no quiere saber nada él.

Es una foto donde Marcos lo está abrazando, si mal no recuerda fue la vez que se fue el Conejo, y Marcos todavía recuerda la sensación de tener a Agustín entre sus brazos, la fuerza con la que él le devolvía el abrazo, lo bien que se sentía esconder su rostro en el cuello del más bajo, la manera en la que quería quedarse así para siempre. Él no la saca muchas veces de su billetera, él simplemente la deja ahí, detrás de su tarjeta de crédito, y es suficiente consuelo los días que lo necesita.

Los días que extraña a Agustín, cuando no tiene que trabajar, cuando León no quiere ser molestado, cuando nadie lo está buscando, cuando no puede levantarse de la cama, tiene esa foto entre sus manos y la mira detenidamente cada vez, como si pudiera encontrar algo que le explique por qué Agustín ya no está a su lado, que le diga qué es lo que hizo mal para ser dejado de lado de tal manera.

Nunca encuentra nada. Solo logra que extrañe más a Agustín. Que extrañe más tenerlo en sus brazos. Que anhele volver atrás y pedir salir de la casa en el momento en que Agustín se fue. Cree, ilusamente, que si hubiese hecho eso, él estaría hablando con Agustín de lo que sea, y no estaría extrañándolo y sufriendo tanto.

Te esperé [Margus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora