VII. El paso del tiempo.

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"Si fallas en tu trabajo, no culpas a ninguna fuerza externa. Te miras al espejo y asumes la responsabilidad. Ese era el problema del mundo. Nadie asumió la responsabilidad".

— Stephen Chbosky, Amigo Imaginario

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Se cumplen doce años desde que ganó Gran Hermano cuando piensa que las cosas hubieran sido distintas si hubiera peleado un poco más.

Marcos se dio por vencido en su búsqueda de Agustín demasiado rápido. Aceptó sin luchar que Agustín había desaparecido, que había roto sus promesas con él, que ya no quería ser encontrado, pero tenía esperanza. Ignoró la realidad, creyendo que él iba a volver en algún momento, y se sentó con los brazos cruzados y esperó: esperó que fuera Agustín quien lo contactara, esperó que fuera Agustín quien volviera a su vida y lo arreglara todo, esperó que fuera Agustín quien lo entendiera y lo consolara.

El paso de los años sintiéndose terriblemente solo rodeado de personas le dio la pequeña pista de que eso no iba a pasar nunca, pero él no lo quería ver.

La terapia, las pastillas, lo que su familia quería hacerle ver, fue algo que Marcos no quería aceptar. Asumir por completo que todo era por culpa de la ausencia de Agustín convertiría todas esas cosas que él nunca llegó a decir en voz alta en reales, en algo que ya no podía evitar. Peor que todo eso, entender que la ausencia de Agustín en su vida era un problema que tenía que tratar para estar mejor le dio terror, porque aceptar eso significaba que, en algún momento, iba a aceptar que Agustín ya no iba a volver más.

Él, desde que lo conoció, creía que Agustín iba a ser una constante en su futuro.

Lo fue, en realidad. Para bien o para mal, Agustín, después de doce años sin verlo, seguía siendo parte de su vida.

Pero entonces, Marcos simplemente lo aceptó. Su cerebro necesitó ocho años para entender que Agustín ya no estaba en su vida, y que tampoco lo necesitaba para ser feliz, para tener su propia vida, una vida que pudiera disfrutar. Quería a Agustín en su vida, , pero no lo necesitaba. No sabe cómo se dio cuenta de que eso había cambiado en él, pero una mañana se levantó y pensó que, tal vez, la vida le estaba dando una oportunidad nuevamente, así que la tomó con manos cuidadosas y la aceptó. Entendió que Agustín no lo quería, que ya no existía un Agustín Guardis en su vida, y decidió salir adelante.

Realmente lo hizo.

No es feliz, pero está camino a eso.

Comienza a viajar, pidiendo las vacaciones en invierno, cosa que no hacía antes, y disfrutando los frutos de su trabajo a donde sea que vaya. A veces viaja con su familia, pero prefiere viajar él solo, hacer todo a sus tiempos, sin la necesidad de estar pendiente de que otra persona la esté pasando bien. El primer año, se fue a Tierra del Fuego con su familia y se quedaron en Ushuaia dos semanas; el siguiente, viajo él solo a Uruguay y tomó todo Julio en conocer el país. Este año, planea ir a Santiago del Estero unas dos semanas también, y las otras dos a Salta con su familia.

Él está mejorando, y lo siente.

Redujo las horas de gimnasio semanales, comienza a no sentirse abrumado cuando el silencio lo rodea, no encuentra necesario tener su día en la semana donde se encierra en su habitación a oscuras con solo León y sus pensamientos como acompañante, no tiene ganas de ahogarse en trabajo solo para tener algo con qué distraerse.

Todavía no puede encontrar la misma diversión que sentía antes a la hora de tener relaciones sexuales, pero cree que eso es más porque ya no es un adolescente hormonal que por otra cosa, aunque sabe que la depresión también dio su grano de arena en eso. No quiere una pareja, y no porque cree que está traicionando a alguien, sino porque no creía poder prestarle la debida atención en ese momento. Marcos entendió que tiene que cuidarse a sí mismo antes de preocuparse por otros, y eso está haciendo desde hace tres años.

Creía, en su miseria, que una pareja iba a ayudarlo a sentirse mejor consigo mismo, pero no funcionó. Solo perdió una buena amiga como lo fue Valeria, y mucha plata en una boda y en un divorcio. No quería volver a pasar por lo mismo. Quería tener su mente y su corazón claros antes de volver a meterse en esos temas.

Lo que fue un poco más complicado de aceptar fueron sus sentimientos. Amar a Agustín, extrañarlo, anhelarlo, odiarlo... Eran demasiados sentimientos que sentir a la vez para una sola persona, pero cree que de eso se trata sentir algo por Agustín: no podía ser tan simple. Era difícil de aceptar porque sus sentimientos hacia él fueron lo que lo hicieron sentir con vida en momentos clave de su vida desde el momento que lo conoció hasta ahora, años después, y sabía que esos sentimientos iban a seguir por más que él no los quisiera. Nunca fue de los que podían anteponer la razón al corazón, y eso no podía cambiarlo, no quería hacerlo.

Sus sentimientos por Agustín eran problemáticos, pero le gustaba tenerlos. Ya no lastimaban a nadie, y tampoco servían para algo aparte de como un tonto consuelo para Marcos, así que simplemente los dejó estar. En algún momento iban a desaparecer, así como su cabeza un día decidió que seguir adelante sin Agustín era posible, su corazón también va a decidir un día que los sentimientos hacia Agustín ya no tenían sentido y los iba a hacer desaparecer.

Mientras tanto, Marcos vive, cada día un poco más relajado que el anterior. Cuando vuelve de Santiago del Estero, ya está planificando sus vacaciones del año entrante a Misiones, y definitivamente va a tomarse la palabra de algunos misioneros que conoció en Santiago sobre conocer los diferentes saltos esparcidos en la provincia. No faltaban los días oscuros en su vida, donde creía que ya en realidad no valía la pena nada, pero esos días ya no lo tiraban abajo como al principio, ya no arruinaban todos sus planes, y eso era un gran paso hacia adelante.

Se siente cada vez más esperanzado sobre su futuro, sobre el final feliz que algún día dejó de pedir.

Te esperé [Margus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora