VI. Un día gris.

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"De repente, sintió que el mundo no tenía lugar para él, a pesar de lo grande que era."

—Mo Xiang Tong Xiu, El Gran Maestro de la Cultivación Demoníaca.

x x x

Una mano está sobre su mejilla, el pulgar acariciándolo con suavidad bajo el ojo, y cuando Marcos abre los ojos lentamente, el rostro somnoliento de Agustín le da los buenos días.

Agustín tienen una sonrisa suave en su rostro, sus ojos entrecerrados y sus rulos desordenados por el sueño. Marcos no puede evitar sonreír ante la vista, sintiendo una paz y una felicidad que no sentía hace demasiado tiempo. Una de sus manos está en la cintura desnuda de Agustín bajo las sábanas y tienen las piernas entrelazadas, manteniéndolo cerca de él, como si en el momento en que lo soltara, desaparecería.

Los 33 años en Agustín se ven muy bien, si Marcos tiene que decirlo. Las únicas arrugas que comenzaron a formarse fueron las patas de gallo en sus ojos, y solo lo hacían verse más hermoso cuando sonreía o se reía. Su cabello estaba un poco más largo de lo que le gustaba cuando lo conoció, pero ahora lo sentía bien dejando sus rulos crecer, y a Marcos le encantaba sentir lo suavecito que era. Marcos lo comparaba con un vino de los más caros, que con los años solamente mejoraba más y más.

Marcos se acerca a su rostro para besarlo, y los labios suaves de Agustín lo reciben con gusto, sin perder la sonrisa en ningún momento. A veces se pregunta cómo pudo vivir tanto tiempo sin probar este pequeño paraíso.

La alarma en su mesita de noche lo despierta con un pequeño sobresalto. No necesita ver la fecha en su celular para recordar que se cumplen ocho años desde que ganó Gran Hermano. Valeria está despertándose a su lado, y Marcos le deja un beso en el cachete cuando él se levanta.

Mientras se dirige hacia el baño, se agacha para acariciar a León que camina a su lado y ve por la ventana que está nublado, las nubes grises anunciando lluvia, y el vidrio ya tiene unas pocas gotas. No le gustan los días así, pero el mundo no va a dejar de girar solo porque él así lo quiera, así que se prepara mentalmente y se alista para el trabajo.

La vida había mejorado, más de lo que alguna vez creía que podía pasar. Valeria y él estaban comenzando a tener planes para formar una familia, aunque Marcos no estaba demasiado convencido con todo el tema de que los trabajos de ambos exigen demasiado tiempo, y un niño lo mismo, pero no quiere cerrarse tanto en su propia idea sobre eso. Se había prometido a sí mismo a tratar de hacerla feliz a ella en todo lo que pudiera.

La falta de los antidepresivos ya no se nota tanto: no se siente atacado todo el rato, no siente que podría golpear al próximo que se le acerque en un mal momento, y dejó de explotar en llanto cuando se estresaba demasiado. No habló de eso nunca ni tiene pensarlo hablarlo jamás, porque sabe que en el momento en que hable de eso, todo su esfuerzo se iría a la basura y podría llorar durante días. Todavía hay días en los que se siente agotado y sin ganas de nada, pero cree que es algo que a todos les pasa, así que los ignora.

El trabajo de ese día fue pura recolección de datos, y cuando llega a casa, una tormenta se había desatado afuera y Valeria lo estaba esperando con la cena lista. Ellos cenan en un silencio cómodo, y cuando Marcos está juntando los platos para lavarlos, ella lo detiene.

Ya sea porque se lo esperaba o por la sonrisa triste de ella, simplemente se vuelve a sentar y piensa en qué puede decir para evitar lo inevitable.

—Por tu mirada, puedo animarme a decir que sabés qué voy a decirte— Marcos solo le da una sonrisita tensa. Ella suspira—. Cuando me casé con vos, sabía perfectamente en lo que me estaba metiendo, y por un largo tiempo pensé que iba a poder ayudarte.

—Lo hiciste— dice Marcos, pero ella niega con la cabeza.

—No, en realidad creo que solo puse un peso más sobre vos— Valeria cruza sus brazos sobre la mesa y se encoge de hombros—. Pensé que, en algún momento, me ibas a amar tanto como yo te amo a vos. Lo que yo siento, Marcos, cuando te veo, es amor puro y absoluto. Cuando vos me ves a mí, siento que ves que soy lo segundo mejor que podías conseguir. Y eso me hace mierda.

—Yo te amo a vos— Marcos se inclina sobre la mesa y pone sus manos sobre uno de los brazos de ella, acariciando suavemente. Siente que sus palabras son completamente un desperdicio de saliva, la verdad, pero quiere decirlas—. Y no sos lo segundo mejor que podía conseguir. No te hubiese pedido casamiento si eso fuera cierto.

—Eso no es cierto, y lo sabés. Si Agustín no se hubiera ido jamás, estoy seguro de que nosotros dos ni siquiera hubiéramos salido, directamente— Marcos se echa hacia atrás en la silla, soltando su agarre y poniendo sus manos sobre sus muslos, tomando una respiración profunda. Valeria se pasa una mano por la cara mientras suspira antes de volver a verlo—. A esto me refiero, Marcos. Esto no es un ataque hacia vos, pero ni siquiera se lo puede nombrar sin que te desmorones. Tu corazón, roto o no, pertenece más a él que a cualquier otra persona, y es algo con lo que no puedo estar feliz. Te amo, pero vos siempre lo vas a amar más a él.

—Él no está— Marcos le sonríe con los labios apretados y los ojos húmedos. Sin embargo, se obliga a mantener la mirada—. Él me abandonó hace mucho tiempo.

—¿Y eso me tiene que hacer sentir mejor?— Valeria se ríe, pero suena más molesta que otra cosa—. Eso es peor, Marcos. Llevo años "peleando" por tu corazón con alguien que ni siquiera le importa, que ni siquiera está presente. No sos el único que sufre por eso.

—¿Y todo lo de formar una familia..?

—Me ayudó a dar este paso— ella lo mira con lástima. Marcos se da cuenta que ella también parece querer llorar—. No me imagino la idea de tener hijos con alguien que puede dejarme de lado en el momento en que su verdadero amor aparezca nuevamente.

—Val-

—Marcos. Esto no es una discusión. Esto no es algo que podemos hablar y llegar a algo los dos. Esto es algo que yo necesito por mi propio bien y paz mental, y creo que a vos también te vendría bien, el quitarte esto de encima.

Marcos no dijo mucho después de eso. Él no iba a obligarla a seguir juntos, y tampoco tenía mucho que decir para desmentir todo lo que le dijo. Además de que quiere lo mejor para ella. No se siente deprimido por esto, pero la tristeza es inevitable.

Se siente sobrepasarse cuando quiere preguntarle si, aunque sea, podían seguir siendo amigos, así que no se lo pregunta. Ella se va definitivamente de su casa dos semanas después.

A Marcos le costó un mes contarle a su hermana que se divorció. Ella había estado tan entusiasmada cuando le contó que se iba a casar, tan genuinamente feliz por él y su paso hacia adelante, que sentía que su divorcio iba a decepcionarla enormemente, a ella y a su familia. Que sea mediante una videollamada no lo hizo más fácil, pero aunque sea podía terminar la conversación cuando él quisiera con solo apretar un botón en la pantalla.

Su hermana estaba preocupado por él, un poco triste también, pero no parecía decepcionada. Tal vez, ella sí cree que Marcos superó esa etapa de su vida. Ella le pregunta si quiere que viaje y pase unos días con él, pero Marcos no quiere eso. Marcos quiere un poco de soledad, y también estaba en medio de un caso. Le dice que no, que en realidad él está bien, que se lo veía venir. Cuando le pregunta por qué, él dice que el amor simplemente se terminó por ambas partes.

Él no le dice que Agustín arruinó otra cosa más en su vida. Él no le dice que, al parecer, está arruinado completamente para otras personas.

Marcos termina la llamada con una promesa de otra llamada mañana después del trabajo, feliz de ver a su hermana. Se sienta en el sillón frente a la televisión, prendiéndola y bajándole el volumen al mínimo mientras el noticiero pasa a propagandas, y León salta para acostarse sobre su regazo. Él suspira y acaricia el lomo de León, la lluvia golpeando las ventanas con fuerza.

Se siente vacío. 

Te esperé [Margus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora