XIV. Conociéndonos.

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"Habla mucho, con lo cual estoy bien, y no es bueno para mantener el contacto visual, lo cual apesta porque quiero mirar esos ojos azul eléctrico. Golpéame si alguna vez los comparo con el cielo o el océano porque son mucho más geniales que eso."

— Adam Silvera, ¿Y si fuéramos nosotros?

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—¡.. y te juro que fue re boludo todo!— Agustín se rió, negando con la cabeza mientras levantaba su copa de vino y la acercaba—. Pero bueno, es un capo, la verdad. Hernán me ayudó mucho cuando comencé a trabajar con ellos.

—Sin importar cuánto café se haya desperdiciado en el proceso digamos— dijo Marcos, lo que hizo a Agustín resoplar contra su copa, aunque por suerte no se ahoga con el vino.

Habían terminado de cenar hace un buen rato, pero ni Marcos ni Agustín estaban prestando atención al reloj. La gente a su alrededor iba menguando y habían dejado de entrar al restaurante, y había mozos comenzando a levantar las mesas más alejadas a ellos.

Ellos estaban en una esquina contra los ventanales, y Marcos estaba encantado con la vista al río que tenían, y la luna llena reflejaba su luz en las olas suaves, relajándolo. Y así y todo, la mejor vista de todas era, obviamente, Agustín.

Agustín se había sacado la chaqueta cuando llegaron al restaurante y la había colgado en el respaldo de su silla, y Marcos se había quedado un poco tonto cuando lo vio con la camisa azul noche levemente ceñida a su cuerpo, con el primer botón desabrochado y los puños de la camisa abrochados. Cuando los dos se habían acomodado, Agustín había cruzado sus brazos sobre la mesa, alejando con cuidado el plato, y le había sonreído; mantuvieron una charla ligera entre que elegían qué comer y tomar y el mozo traía lo solicitado, y solo cuando comenzaron a comer habían comenzado a hablar de la vida después de Gran Hermano.

A Agustín le fue bien, y Marcos está genuinamente feliz de saber eso. Había conseguido trabajo como asistente ejecutivo en Leviatan, un equipo de e-sports, y estuvo allí durante unos cuatro años antes de terminar en Misiones, con PoloTIC. Agustín había recalcado la suerte que tuvo con sus dos jefes, tanto el anterior como el actual, por las oportunidades que le dieron, y aunque no especificó por qué ni explicó más allá de eso, Marcos tenía una idea de por qué los ojos de Agustín se habían apagado al pensar en eso.

Dijo que casi se convierte en un hombre casado.

(—Me estaba por casar y todo con una chica que conocí en Leviatan...

¿Casi te ibas a casar— Marcos había hecho una pequeña pausa, entrecerrando los ojos hacia él. Sorprendentemente, no había celos en él ante el hecho de que el amor de su vida se estaba por casar con alguien más; en realidad, fue como un déjà vu, cosa que lo divirtió—... de nuevo?

Las mejillas de Agustín se habían teñido de rojo cuando vio la sonrisa en Marcos, y se había llevado una mano a la frente mientras lo miraba.

Dios, ¿todavía te acordás de eso?

Cuando tu amigo te dice que casi entra al reality en el que se conocieron, con un anillo en el dedo... Sí, todavía me acuerdo de eso digamos. Y ahora 'casi' te casás de nuevo.

Me gusta considerarme un romántico...

'Tas loco, primo.

Marcos se rió de él, y Agustín se había sumado.)

Le contó sobre sus hermanos y cómo les fue en la vida, sobre sus padres y el hecho de que ahora mismo estaban de vacaciones por algún lado de Brasil; le contó sobre algunos amigos que hizo desde que llegó y algunas historias divertidas e inofensivas sobre ellos. Le contó sobre el perro que adoptó hace dos años, Bizcocho, y sobre el refugio en el que es voluntario cuando tiene tiempo libre. Habló del gusto que le agarró a cocinar, que a veces suele sentarse al amanecer en el balcón de su departamento y escuchar cómo la ciudad se despierta mientras el sol sale, y que Bizcocho sigue rompiendo cosas y que las zapatillas favoritas de Agustín sufrieron el trágico final mientras él estaba trabajando.

Te esperé [Margus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora