Está bien cómo algunas historias terminan sin un final. La vida no siempre te da lo que esperas.
—Adam Silvera, Recuerdas Aquella Vez.
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Marcos siempre fue capaz de adaptarse a las situaciones que lo rodeaban, y tal vez por eso las cosas fueron... bien.
Su familia estaba más feliz con él, sus amigos empezaron a invitarlo a más 'noches de bebidas' los viernes, y su matrimonio había mejorado bastante. Ya no necesitaba que Valeria se vaya de la casa, ya no necesitaba sus horas de soledad y autoflagelación, ya no necesitaba el silencioso y compañero cariño de León para tener sus buenos días.
Dejó la terapia y por consecuencia los antidepresivos, pero no había nada que haga suficiente ruido en su cabeza que unas cuantas horas de ejercicio no podrían callar. No habló jamás de lo difícil que era levantarse de la cama conforme pasaban los días después de quedarse sin paroxetina, no hablaba de lo fácil que se estresaba y de la manera en que parecía que todos estaban dispuestos a buscarle una discusión, no hablaba de que todo lo cansaba mentalmente y que había días en los que ni siquiera podía hacer su trabajo sin terminar llorando en uno de los cubículos del baño del bufete.
No habla de eso, porque siente que lo están juzgando. Él era capaz de vivir bien sin ayuda antes de Gran Hermano. Se siente un pelotudo por tener que depender de pastillas y profesionales después de eso.
No habla de eso, y cuando su hermana le había insistido por eso mismo, él no le habló durante un mes. Posiblemente de las cosas más dolorosas que se hizo, porque su hermana era su cable a tierra la mayor parte del tiempo, pero no quería que lo molestaran, no querían que alguien sea capaz de ver a través de todo. Su hermana siempre fue capaz de verlo a él, y en ese momento no lo quería para nada. Ella no volvió a tocar el tema, aunque siempre había algo en sus interacciones que le decían que ella en realidad no se olvidó.
Valeria está más feliz, más contenta, más brillante. A Marcos le gusta verla feliz, así que siempre se suma a cualquier plan que ella tenga, y a veces, logra planear él alguna salida romántica, aunque no siempre.
El problema con Valeria es, graciosamente, Marcos. En algún momento, cualquier tipo de amor romántico con ella se apagó, y no sabe si culpar a la falta de medicación, al poco tiempo que comenzó a pasar en su casa desde que empezó a ir al gimnasio, o a sus sentimientos que decidieron cambiar rotundamente para con casi todos a su alrededor. Comenzó a sentirla más como a una amiga que como a una pareja, y sintió que eso también la afectó a ella.
Era solo cuestión de tiempo que ella le pidiera el divorcio, pero mientras tanto, él iba a disfrutar de su presencia. Era buena mina, amor o no de por medio, y quería seguir siendo su amigo cuando todo terminara.
Marcos no está más feliz. Marcos no se siente mejor, o peor para el caso. Marcos simplemente decidió adaptarse a su nueva realidad, y siguió. Se adaptó a las cosas que sucedían a su alrededor y buscó una forma de que esa adaptación abrupta no lo mate. Dieciocho horas de gimnasio semanales eran la forma perfecta de tener el cuerpo cansado y la mente tranquila, y también lo hacía sentir mejor. Siguió comiendo un buen desayuno y almuerzo, comiendo una barrita de cereal en la merienda y cenando solamente un té, y funciona. Él funciona bien.
Siete años desde la última vez que vio a Agustín, Marcos prendió fuego una foto gastada en la terraza del edificio de su trabajo, y decidió cerrar a la fuerza uno de los peores capítulos de la historia de su vida.
La gente a su alrededor está feliz, está más relajada con él, y eso es lo único que le importa. Él puede hablar con Constanza, la única de esos días que decidió hablarle, ponerse en contacto y hablar como las personas maduras que son, y terminaron formando una linda amistad.
(Ella no sabía nada de él, tampoco. Ellos habían viajado juntos varias veces para hacer algunos laburos, pero él había desaparecido de un día para el otro, de las redes unas semanas antes de la final, y de la vida de todos el día después de la final. Ella dijo que le sorprendió un poco, pero se lo veía venir, en realidad: él había aguantado mucha mierda, en especial por bancarlo a Marcos. Ella no lo estaba culpando, pero Marcos terminó haciendo tres horas de gimnasio extras al día siguiente de su charla.)
Constanza le hablaba un domingo de cada mes para juntarse a almorzar o a cenar, y él estaba contento con eso. Le gustaba escucharla hablar de su vida, de su trabajo, de su marido y de sus hijos. Le gustaba saber que su amiga había logrado lo que se propuso en la vida y un poco más y estaba feliz con eso. Él estaba contento por ella.
Se informó sobre él una noche después de cenar con su amiga, cuando Valeria estaba dormida a su lado y el insomnio no lo dejaba en paz. Entró en todas y cada una de las noticias que él había ignorado cuando se dio cuenta que solo eran títulos engañosos para arruinar una imagen ya sucia, y las leyó todas, ignorando las fotos que aparecían como quien evitaba una plaga.
(Marcos a veces cree que lo mejor que él pudo hacer fue salir de todo ese mundo. A veces está agradecido por eso.)
Él siempre fue... diferente al resto, para bien o para mal. Más para mal que para bien, si Marcos tiene que decirlo. Él tenía esa actitud de mierda que hacía que todos quisieran golpearlo en la cara para que se calle de una buena vez, se creía inteligente cuando solo era un pelotudo más, y se colgaba de la imagen de Marcos de tal manera que causaba un rechazo increíble a su persona. Si Marcos hubiera visto todo esto antes, hace muchos años, cuando ganó Gran Hermano, está seguro que su vida hubiese sido miles de veces mejor.
Solo puede esperar que Agustín Guardis esté pagando por todo el mal que (le) hizo. Marcos quiere verlo con sus propios ojos, quiere estar frente a él y... Si lo tuviera en frente, Marcos-
Si Marcos tuviera a Agustín Guardis en frente, después de todos estos años, solo había una pregunta que le haría: ¿qué fue lo que hizo mal para ser abandonado de tal forma?
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Te esperé [Margus]
FanfictionLo último que sabe de Agustín Guardis es que es, posiblemente, uno de los tipos más odiados de la televisión argentina. Lo último que ve de Agustín Guardis son sus ojos esquivando su mirada y su cuerpo alejándose. Lo último que escucha de Agustín Gu...