"Él no tiene miedo de nada de lo que siente. No tiene miedo de decirlo. Solo tiene miedo de lo que sucede cuando lo hace".
Casey McQuiston, Rojo, Blanco y Sangre Azul.
x x x
—Un café con leche nomás, gracias.
El mozo se va con un pequeño asentimiento, y Agustín entrelaza sus dedos sobre la mesa, jugando con ellos. Marcos cree que se ve muy lindo, nervioso como parece.
Pasada la sorpresa inicial, Agustín le había dado un rápido abrazo (corto, muy corto, demasiado corto) palmeándole el hombro, y después de unos diez segundos en silencio mirándose el uno al otro, Marcos lo invitó a sentarse en su mesa, que agradece a Dios, aceptó. Marcos no puede borrar la pequeña sonrisa de su rostro mientras ve a Agustín frente suyo, y espera que no lo esté incomodando por eso.
Marcos cree que hay unas grandes probabilidades de que esté soñando en ese momento.
—Cuánto tiempo— dice Agustín, sonriéndole de lado a Marcos. Sus dedos están quietos ahora, pero sus nudillos están blancos de la fuerza con la que los tiene entrelazados. Marcos quiere tomar esas manos entre las suyas y calmarlo, pero no puede, así que simplemente aprieta un poco más la taza de té ya un poco tibia entre sus manos—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te trata la vida?
—Bien, por suerte. Yo...
De repente, hay demasiadas cosas que decir. De repente, Marcos tiene que ponerse al día de lo que fueron los últimos trece años de su vida, tiene que recordar todo lo que vivió, bueno o malo, y ponerlo en palabras dichas en voz alta. Marcos no había tenido esta necesidad en mucho tiempo. Tampoco cree que sea el lugar o el momento para hacerlo.
Pero tampoco sabe si va a tener otro momento.
—... Estoy de vacaciones ahora— termina diciendo, mirando su té a medio tomar un momento antes de levantar la vista de nuevo. Agustín le sonríe, asintiendo con la cabeza para que continúe—. Desde hace unos años me tomo todo Julio para irme a algún lado y desintoxicarme de la ciudad, digamos, el trabajo y eso.
—¿De qué estás trabajando? ¿Seguiste con abogacía o-?— Agustín se interrumpe, sus mejillas rosas cuando se aclara la garganta, pero no sigue su oración. Marcos lo ignora.
—Sí, me especialicé en todo el tema de empresas y ahora trabajo de eso— Marcos no quiere hablar de él. Él quiere saber sobre Agustín, sobre todo lo que hizo en los últimos años, si está feliz, si está con alguien, si fue realmente olvidado, por qué lo abandonó. Marcos no quiere hablar de su trabajo, de su día a día—. ¿Y vos? ¿Viniste acá para este evento o..?
—Eh, no, no. Vivo acá hace algunos años...
Esta es, posiblemente, la conversación más incómoda que tuvo jamás, y ni siquiera es por él. Agustín está nervioso, sus hombros están tensos y no deja de mirar hacia la ventana cada cierto tiempo, y tampoco parece tener muchas ganas de hablar. No con él.
No se siente como un baldazo de agua fría darse cuenta de eso. Marcos más bien se siente resignado, con sus temores confirmados. Agustín no quería saber nada de él, y posiblemente lo último que quería era estar sentado en este lugar con él. Cree que no se largó a llorar todavía porque maduró, o porque aprendió a esperar a estar a solas antes de dejarse llevar por su dolor; no es porque no duele, porque puede sentir cómo el dolor se expande de su pecho hacia todo su cuerpo con cada segundo en silencio que pasa, el nudo en su garganta volviéndose cada vez más doloroso y las ganas de encerrarse en su habitación bajo todas sus sábanas durante años haciendo eco por toda su mente.
Se siente como un nene caprichoso ahora mismo, porque al fin obtuvo algo que lleva años buscando, pero no es lo quería. Quiere cruzarse de brazos, patalear y llorar, porque le dieron algo que ansiaba, algo por lo que lo hicieron esperar años y años sin confirmación de que se lo darían, pero se lo dieron mal, se lo dieron con la peor de las ondas, y lo ilusionaron para después destrozarlo sin consuelo.
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Te esperé [Margus]
FanfictionLo último que sabe de Agustín Guardis es que es, posiblemente, uno de los tipos más odiados de la televisión argentina. Lo último que ve de Agustín Guardis son sus ojos esquivando su mirada y su cuerpo alejándose. Lo último que escucha de Agustín Gu...