"Si pudiera, haría que me usaras como tu trampolín, el puente que desmontas después de cruzar, los huesos del cadáver que necesitas pisotear para subir, el pecador que merecía la masacre de un millón de cuchillos. Pero, sé que no lo permitirías".
— Mo Xiang Tong Xiu, La Bendición del Oficial del Cielo.
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Cuando se mira en el espejo, no puede evitar avergonzarse al darse cuenta que la ropa que eligió es exactamente la misma que usaría en una cita cualquiera. La remera mangalarga blanca y con cuello alto logra resaltar sus brazos entrenados, y el pantalón de vestir negro junto con los zapatos lustrados no logran hacer mucho como para calmar su ansiedad ante el hecho de que Agustín tal vez lo vea y crea que Marcos se está tomando esta cena como algo más que una simple cena entre viejos amigos. El tapado negro que piensa ponerse tampoco lo tranquiliza, y no sabe si es peor ir vestido así o simplemente ponerse algo de lo que sea que trajo, independientemente de qué tan mal se vea en el restaurante al que irían.
León lo mira desde su posición sobre una almohada en la cama, la cola moviéndose lentamente de un lado al otro y con parpadeos lentos. Marcos siente que está siendo juzgado. León lo estuvo viendo desde que se puso frente al espejo de cuerpo completo de la habitación, y si su reloj está bien, eso fue hace diez minutos.
—Menos mal no hablás— le dice al gato, cuya única reacción es un pequeño tic en una de sus orejas. Marcos vuelve su vista a su reflejo y suspira, peinándose el cabello hacia un lado y pensando si no sería necesario un corte ya.
Llevaba años sin pensar en su aspecto personal, para ser sincero. No en el sentido en que se había descuidado consigo mismo, sino más por el lado de que no se preocupaba por cómo se veía para los otros, siempre y cuando se bañe todos los días, mantenga su cabello relativamente corto y no se deje crecer la barba porque no le gusta, la ropa que se ponía, las arrugas en su rostro y las canas en su pelo eran cosas tan banales que él simplemente no les prestaba atención.
Ahora, en cambio, son más visibles que nunca. Parece, en su humilde opinión, que la vida le pasó por encima una y otra vez. No tanto, la verdad, pero en este momento siente como si fueran demasiado visibles. No se siente cómodo consigo mismo. Tendría que haberse fijado más temprano en su reflejo, así lograba ir a alguna peluquería para que le taparan las canas, aunque sea. No son muy visibles ni tampoco son demasiadas, pero están ahí y Marcos las ve, y posiblemente Agustín también las vea.
Agustín también envejeció, claramente, pero en él es distinto. Agustín es hermoso, siempre fue hermoso, y el paso de los años en él junto con lo que trajo solo incrementaron su belleza. Marcos no puede encontrar defectos en esta nueva versión de Agustín. En cambio, quiere explorarla.
No es que logre hacerlo, claramente.
Quiere preguntarle directamente a Agustín si alguna vez se dio cuenta de sus sentimientos, quiere preguntarle si alguna vez tuvo una oportunidad.
(Quiere preguntarle si tiene una oportunidad. Quiere saber si Agustín lo dejaría conocer cada trozo de piel, cada cambio físico que tuvo en los últimos trece años, quiere recorrer todo su cuerpo con sus manos, su boca, su lengua, quiere estar en su corazón y no salir más, quiere...)
No se hace ilusiones. No quiere hacerse ilusiones, así que borra de su cabeza todo el amor que siente por esta noche, y se graba casi a fuego el hecho de que son dos viejos amigos poniéndose al día.
Son las 20:43 cuando sale del hotel para encontrarse con Agustín, que lo está esperando apoyado contra con Volkswagen Gol gris. Está mirando hacia un lado, inconsciente de su llegada, y Marcos se toma un momento para apreciarlo: tiene una chaqueta de cuero marrón cerrada hasta el cuello, unos jeans negros ajustados y botas negras, y Marcos cree que se ve hermoso así. Sus rulos están revoloteando con el viento mientras sus manos están en los bolsillos de su chaqueta, y cuando Marcos se decide por acercarse, puede notar las mejillas y la nariz sonrosadas.
Marcos apenas siente el frío de la noche cuando se acerca, y Agustín vuelve su rostro hacia él y le sonríe con verdadera felicidad, sus ojos azules brillando. La calidez en su pecho se expande por todo su cuerpo, y ni siquiera lo piensa cuando atrae a Agustín en un abrazo. Cuando se da cuenta, trata de alejarse rápidamente, pero Agustín le está devolviendo el abrazo, sus brazos pasando por debajo de su tapado y estrechándolo contra él, y se permite disfrutar del momento.
Al igual que las veces anteriores, tener a Agustín entre sus brazos calma algo dentro de él que ni siquiera sabía que lo estaba molestando. Extrañaba esto, extrañaba la forma en la que Agustín se sentía, relajado contra él y permitiendo el cariño. No quiere hacer esto incómodo, así que se separa lentamente, sus manos arrastrándose desde la espalda hasta los hombros de Agustín, y las manos de Agustín se mantienen en su cintura, cuando sus ojos se conectan.
—Hola Agus— dice Marcos, ignorando conscientemente la forma en la que el cariño se desliza entre sus palabras. Si Agustín se da cuenta o no, Marcos no puede saberlo.
—Hola— Agustín aprieta sus manos en la cintura de Marcos una vez antes de alejare, y Marcos deja caer sus brazos tan casualmente como puede, sus manos dirigiéndose a los bolsillos de sus pantalones. Agustín lo mira de arriba abajo entonces, y Marcos aprecia el momento en que sus mejillas se vuelven un poco más rojas mientras levanta sus cejas—. Estás hermoso. Ahora me siento un poco boludo por cómo estoy vestido...
(Marcos está ilusionado.)
—También estás hermoso— dice, y el rostro de Agustín se vuelve definitivamente rojo. Marcos necesita besarlo-. Pensé que no estaba bien vestido para el lugar al que vamos, digamos, pero-
—Estás perfecto— él se aclara la garganta antes de golpear sus palmas una vez y frotar sus palmas—. Bueno, ¿vamos? La reserva es a las nueve, y aunque no estamos muy lejos mejor que lleguemos antes.
Marcos asiente con una sonrisa, y le agradece a Agustín cuando este le abre la puerta del auto del lado del acompañante. Se ríe un poco cuando lo ve trotar por enfrente del auto hasta el lado del conductor, y no puede dejar de mirarlo mientras se abrocha el cinturón, enciende el auto y se adentra en el tránsito con facilidad. La radio está apagada y el silencio no es incómodo, y Marcos está encantado por ese hecho.
En el primer semáforo en el que paran, Agustín gira su rostro hacia él y lo mira unos momentos, buscando algo en su rostro, antes de sonreírle con los labios apretados. Vuelve la vista al frente cuando el auto de adelante acelera.
—Tal vez no tengo mucho derecho de decir esto— dice Agustín, su voz baja. Los dedos se aprietan un segundo en el volante, pero Marcos no deja de mirar su rostro—, pero estoy muy feliz de que estés acá.
—Yo también estoy feliz de estar acá.
Agustín sonríe, una cosa pequeña y suave, y Marcos sabe que preferiría morir antes que volver a perderlo, antes que no volver a verlo nunca más. Marcos no va arruinar esto, va a amoldarse a Agustín y va a tratar de mantenerlo a su lado tanto tiempo como sea posible. Cualquier tipo de viaje vacacional que tenía planeado para los próximos veinte días está completamente fuera de su cabeza, y en cambio, solo se trata de Agustín y todas y cada una de las cosas que tiene por aprender de él.
Tiene veinte días. Los va a aprovechar bien.
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Te esperé [Margus]
FanfictionLo último que sabe de Agustín Guardis es que es, posiblemente, uno de los tipos más odiados de la televisión argentina. Lo último que ve de Agustín Guardis son sus ojos esquivando su mirada y su cuerpo alejándose. Lo último que escucha de Agustín Gu...