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Habían pasado apenas unas semanas después de que el profesor Quirell (o mejor dicho, el vasallo de Lord Voldemort) hubiera fallecido, Potter, Weasley y la señorita Granger habían descubierto sus sucias intenciones y frustrado sus planes de robar la piedra filosofal.

El Colegio Hogwarts de magia y hechicería se había quedado de nuevo sin profesor de defensa contra las artes oscuras, (otra vez), parecía su eterna maldición.

El viejo Dumbledore tenía la mente demasiado ocupada entre los asuntos de Voldemort, el recuerdo constante de Ariana, proteger a Harry... y ahora, tener que lidiar con la ausencia de dos profesores.

Minerva había decidido visitar a su padre, luego de recibir un buho dónde le daba por menores de su viruela de dragón.

Sería difíicil encontrar a alguien con su carácter y disciplina.

Suspiró hondo y continúo su camino.

Debía llegar rápidamente y sin levantar sospechas, no se andaba por allí fresco como una lechuga para destruir un horrocrux todos los días.

Sus pasos eran lentos y pesados, se dijo a si mismo que el tiempo había empezado a tener efecto en él.

Pasó a través de un estrecho camino por el cual tuvo que arrastrarse, siguió pecho tierra hasta que una luz nubló su vista y le indicó que había llegado al final del túnel.

Se esforzo en ponerse de pie y fue andando hasta lo único cercano a la vista: un enorme lago que relucía como la plata, el agua parecía más densa de lo habitual, y emanaba un curioso brillo.

No sabía que se suponía que hiciera ahora, claramente, un simple hechizo de invocación no habría atraído el valioso horrocrux hasta su mano, pero aún así lo intentó.

-Accio escalpelo.

Esperó atentamente, pero nada sucedió.

Soltó abatido el aire que había estado conteniendo en su pecho.

Suponía que el lago no era inofensivo, Voldemort no era exactamente un mago benevolente.

Para su mala suerte, cavilaba mientras se decidía que paso dar ahora mirando directamente hacía el lago, lo cual resultaba perjudicial, ya que el brillo que este emanaba era capaz de producir un intenso estupor en el espectador, haciendo que este deseara acercarse y descubrir que bellos secretos escondía en su interior.

Sin darse cuenta y con la mente nublada por el efecto del lago, fue acercándose hasta quedar a la orilla, se arrodilló ansioso, entre más veía las aguas, más le fascinaban, tenía que asomar la cabeza y llenarse de ella, era una necesidad.

Inclinó la cabeza, la punta de su nariz torcida tocó la superficie de las aguas.

Inmediatamente, una mano descarnada surgió desde las profundidades y se aferró a su cuello.

Salió del estupor para darse cuenta en lo que se había metido.

Inferi.

Trató de luchar, como pudo se deshizo de la mano y la alejó por los aires, victorioso.

Pero no había sido nada, grupos de inferi salían de las aguas y lo rodeaban.

Estaba pérdido.

Súbitamente cayó de espaldas.

Un inferi había jalado su túnica y ya lo arrastraba consigo hacía el lago.

Intentó luchar, pero varios inferi retuvieron sus brazos y piernas,inmovilizandolo.

Gritó, aunque sabía que nadie podía oirlo.

Los inferi avanzaban con paso lento pero firme, este sería su fin.

Tenía medio cuerpo ya engullido por las aguas, cuándo los inferi que lo retenían salieron volando, y los otros soltaban un gruñido de dolor.

Asombrado, alzó la vista, ansioso de descubrir la fuente de su salvación.

Se levantó con rápidez de dónde estaba y sumó su magia para auxiliar a la jóven bruja que luchaba contra una horda de inferi.

Aunque era una mago poderoso, eran demasiados inferi, así que no pudo evitar que uno de sus hechizos nubladores diera directamente en el pecho de la bruja, haciéndo que ésta cayera en un golpe seco al suelo húmedo.

Con una destreza enmudecedora lanzó hechizos a los inferi que quedaban, cuándo los hubo dejado inconscientes y medio desmembrados en el suelo, se acercó con cautela a la jóven.

Parecía no mayor de 30 años, quizá unos 34, respiraba con vigor y estaba sudorosa, quizá por la acción del momento. Su piel era pálida, una poblada cabellera rizada enmarcaba su cara y unas cuantas pecas salpicaban su rostro.

-¡Wingardium leviosa!

Guio el cuerpo por delante de él hasta la salida de la cueva.


Aimer encore (Snape y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora