CAPÍTULO 04

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— ¡Perséfone!

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— ¡Perséfone!

Perséfone apretó su libro con fuerza y miró atrás con una brillante y encantadora sonrisa. Su hermano menor, Ron, corría hacia ella, con los mechones de cabello pelirrojo volando en todas direcciones, la túnica desabrochada y la corbata del uniforme mal anudada. Detrás de Ron venían sus mejores amigos, a un paso mucho más regulado y decente, además de un aspecto más prolijo.

—Hola —dijo, cautelosa.

— ¿Ya tuviste tu primera clase con Lockhart? —preguntó Ron, con la voz entrecortada por la agitación, debían haber corrido desde el Gran Comedor hasta la Sala Común.

Hermione lo interrumpió, con voz desaprobatoria.

—Profesor Lockhart, Ronald.

Ron soltó un bufido de fastidio. Perséfone solo se rió, aunque se sentó más erguida, casi tensa, alerta para detectar cualquier posible amenaza ante la que tuviera que reaccionar.

—Ah, sí. Ya tuve clase de Defensa. ¿Es guapo, verdad? —respondió Perséfone a la pregunta.

Ron abrió la boca, atónito, y con los ojos brillantes y horrorizados, como si su hermana se hubiera atribuido un jodido y sanguinario homicidio. Hermione se ruborizó y miró sus zapatos con increíble interés. Harry abrió mucho los ojos y parpadeó un par de veces, como un búho.

—Es un idiota —respondió Ron, muy consternado, y se ganó un golpe repleto de indignación de la niña a su lado.

—Yo no dije lo contrario, pero este al menos es lindo de ver, a diferencia del que tuvimos el año pasado. Y yo no te recuerdo haber venido a mí el año pasado para quejarte de la deficiencia de educación en Hogwarts, si no más bien celebrando por todos los altos que tenías otra hora libre además de la de Binns.

—Te tiene ahí, amigo —dijo Harry, dando una palmada a Ron en el hombro.

Perséfone observó a Ron con extremo cuidado, tratando de determinar si, a pesar de sus palabras, ella tendría que hacer algo respecto a Lockhart. Lockhart era estúpido, un idiota en todo el esplendor de la palabra, pero no parecía peligroso.

—Además de tener un ego más grande que todo Hogwarts, ¿hizo algo extraño o peligroso?

— ¡Liberó como cien duendecillos de Cournalles en nuestra clase! —exclamó Ron.

—Solo era una decena, en realidad —añadió Harry, aunque con una mueca de disgusto hacia su profesor.

—Quería que tuviéramos experiencia práctica —argumentó Hermione, con impaciencia, y Perséfone quiso golpearse la cabeza, evidentemente la niña tenía un crush y esos corrían el riesgo de transformarse en obsesión a una velocidad alarmante a su edad.

— ¿Y qué sucedió después? Supongo que no se encargó de la plaga, ¿o sí?

—Un immobulus solucionó fácilmente el asunto —dijo Hermione, con un encogimiento de hombros.

—Estupendo trabajo, es uno de los encantamientos más complejos que se aprenden en segundo año, aunque es un poco inestable para mi gusto —elogió Perséfone.

— ¿Inestable? —preguntó Harry, con curiosidad.

—Usar el encantamiento en seres vivos es más complicado que en objetos inanimados, ya que los vivos presentan inherente resistencia, provocando que la eficiencia y duración del hechizo esté sujeta a la fuerza del mago o bruja que la lanza y a la del receptor —recitó Hermione.

—Los duendecillos no son mágicamente poderosos así que presentan una resistencia mínima al hechizo, pero usarlo en un duelo sería un riesgo demasiado grande. Usarlo contra otro mago, dejaría abierta la posibilidad de que no funcione, tu oponente seguiría armado y se aprovecharía de ese instante en el que dejas de estar alerta para neutralizarte —explicó Perséfone—. El expelliarmus, o encantamiento de desarme, es mejor un duelo, porque aunque no te paraliza por completo, la mayor parte de magos son absolutamente inútiles sin una varita.

Harry siguió la conversación con interés, pero Ron parecía todavía muy concentrado en el tema que él había introducido a la conversación.

— ¿Defendiste a Lockhart? —preguntó Ron, con una curiosa mezcla de indignación y escepticismo.

Hermione suspiró y sujetó de los hombros a un patidifuso Ron, para empujarlo y hacerlo sentarse en otro de los sillones de la Sala Común, uno más alejado del fuego y hacia las ventanas de la torre.

Harry, sin embargo, se quedó allí, con expresión de pura y absoluta incomodidad.

—Harry, ¿sucede algo? —preguntó Perséfone, con suavidad.

Harry titubeó.

—Ese hechizo, el encantamiento de desarme, ¿es difícil?

Perséfone se encogió de hombros.

—Es un encantamiento de tercer año, yo lo aprendí antes, pero siempre me gustó ir avanzada. ¿Qué tan bien se te da Defensa Contra las Artes Oscuras?

—Bastante bien —admitió Harry, rascándose la nuca con pena.

—Entonces debería resultarte sencillo.

— ¿Me lo enseñarías?

Perséfone lo consideró por un instante, si Harry sabía utilizar ese hechizo, podría defenderse, y, lo que era más importante, podría defender a su hermano poco dispuesto al aprendizaje, a la autodefensa y al trabajo duro. Solo había un detalle...

Escaneó superficialmente la sala común, para encontrar a su pequeña hermana recluida en un rincón, con el rostro profundamente hundido en su libro de pociones, pero Perséfone no era ingenua y podía ver perfectamente un brillo dorado deslizándose un poco abajo de donde terminaba el libro de texto, lo que indicaba que atrás de este debía tener su diario o algo similar. No es que ella entendiera el hecho de que Ginny no la hubiera dejado ver jamás cómo se veía este, pero tampoco indagaba, no queriendo provocar a su temperamental hermana.

Como si hubiera sentido su mirada, Ginny alzó la vista y observó a Perséfone. La niña sonrió con cariño, su vista se desvió hacia Harry, luego otra vez a su hermana, y asintió con la cabeza, para finalmente volver a mirar su libro.

Perséfone suspiró de alivio, parecía que Ginny comenzaba a entrar en razón, así que miró otra vez a Harry, esta vez con más tranquilidad.

—Claro, te enseñaré. Estoy segura de que comprenderás rápido cómo funciona. El domingo, una hora antes de la cena... Le pediré al profesor Flitwick que nos preste el aula de encantamientos, no creo que tenga problemas.

—Muchísimas gracias —dijo Harry, lo que desconcertó a Perséfone, pues le había dicho que le enseñaría un hechizo, no que sería su tutora personal por el resto del año, no, ella había dejado ya eso de las tutorías, no podía tolerar tanta ineptitud. Esperaba que Harry hubiera sido honesto y no resultara ser un absoluto fracaso.

Harry se fue, llegando justo a tiempo para intervenir en la discusión en auge de Hermione y Ron. Perséfone suspiró y reanudó su lectura, antes interrumpida. ¿Y Ginny? Ginny apretó los dientes y sujetó su diario con tanta fuerza, tanta ira, que casi arranca una página por accidente y tuvo que disculparse por eso.

Lo siento Tom, es solo que mi hermana me hace enfurecer, es como si no pudiera dejar en paz lo que es mío —escribió.

MAKE ME YOUR ENEMY, tom riddle [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora