De acuerdo, Perséfone podría no haber estado en los mejores términos con Tom en esos momentos, pero eso no significaba que quisiera perder el diario. No había querido perderlo ni siquiera cuando peor estuvo con él, cuando descubrió que él tomaba su magia y le daba partes de sí mismo a cambio. No había querido estar sin él incluso cuando más aterrada estuvo de lo que Tom podría hacerle.
Y en esos momentos, Perséfone no había estado asustada, no en realidad, solo confundida y preocupada. Le costaba dimensionar si al mirar hacia atrás se sentía distinta o no de la persona que había llegado a Hogwarts en septiembre. Objetivamente, sabía que sus relaciones interpersonales definitivamente se habían degradado, con todo lo sucedido con Ollivander y con Percy. Aún así, no se sentía del todo diferente, no creía que sus motivaciones hubieran cambiado o que hubiera traspasado alguna línea, no cuando siempre tuvo claro que no existía límite en lo que haría por las personas que amaba.
Entonces ahí estaba, hecha un hervidero de ansiedad que no podía mostrar ansiedad porque todos supondrían que era debido a algo que tenía que ver con el monstruo de la Cámara de los Secretos y entrarían en pánico. Y técnicamente sí que tendría que ver con el monstruo, porque en aquellos momentos alguien menos prudente que ella podría tener acceso al basilisco, pero eso era que nadie necesitaba saber. Sentada en la sala común, se dedicó a enlistar cuidadosamente los nombres de absolutamente todas las personas que recordaba que habían estado ahí en el momento en que había perdido el diario. La lista tenía un encantamiento para que, si alguien miraba, no pudieran ver el verdadero contenido del pergamino, por supuesto, ya que prefería no imaginarse qué pensarían sus compañeros de Gryffindor al ver cómo ella escribía sus nombres, uno tras otro.
Era una larga lista. Incluía, después de todo, a todos los Gryffindor de primer año, a los Gryffindor de segundo año y a los Slytherin de segundo año. Y los únicos descartados hasta ese momento eran los petrificados, como Hermione Granger.
La realidad era que cualquiera podría haber tomado el diario, ya fuera con buenas o malas intenciones, y no podía simplemente comentarle al mundo que había perdido un cuaderno de empastado negro con el nombre de alguien más. Era un riesgo demasiado grande como para ser realmente considerado.
Su investigación se vio extremadamente facilitada pocos segundos después cuando su hermano y Harry bajaron las escaleras de la habitación de los chicos y se arremolinaron en un sillón pequeño en la esquina de la sala, con expresiones igualmente culpables y muy sospechosas en sus rostros. Claramente les hacía falta la tercera niña del grupo para meterles algo de sentido común en sus cabezas. Aunque quizá fuera bueno que Hermione no estuviera ahí, porque de lo contrario no podría haber notado el encuadernado negro sobresaliendo muy ligeramente de entre la túnica de Harry.
Y Perséfone no supo si llorar de alivio o de terror.
No podía simplemente acercarse al par y pedirles que le devolvieran el maldito diario porque no tenía la menor idea de si ya habían descubierto lo que se podía hacer con él, y no podía permitir que hicieran esa asociación, no cuando podría ponerlo todo en riesgo después. Dejarles el diario demasiado tiempo tampoco era una opción.
Ella de verdad deseaba creer que Tom no haría nada estúpido que pudiera perjudicar sus planes mientras ella lo recuperaba, pero le preocupaba que él pudiera pensar que lo había abandonado deliberadamente y actuara en consecuencia para perjudicarla de algún modo. Tom era impredecible, y como una serpiente, podía ser increíblemente venenoso bajo provocación. Eso Perséfone lo sabía.
Perséfone observó a su hermano y a Harry, tratando de mantener la calma mientras su mente trabajaba a toda velocidad. No podía permitirse cometer un error en ese momento crucial. Debía actuar con cautela y determinación.
Se levantó de su asiento en la sala común y se dirigió hacia ellos con paso firme, tratando de aparentar tranquilidad mientras su corazón latía con fuerza en su pecho.
—Hola chicos —saludó Perséfone con una sonrisa forzada, tratando de disimular la tensión en su voz.
Ron y Harry levantaron la vista hacia ella, mostrando una mezcla de sorpresa y nerviosismo en sus rostros.
—Hola, Perséfone —respondió Ron, jugueteando con sus manos de manera inquieta.
—¿Qué tal están? —preguntó Perséfone, tratando de sonar casual.
Harry intercambió una mirada rápida con Ron antes de responder:
—Bien, supongo. ¿Tú cómo estás?
Perséfone respiró hondo, tratando de mantener la compostura.
—Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Van a hacer tareas? —preguntó ella, con una sonrisa cómplice—. Me sorprende verlos con esa disposición dadas las circunstancias.
— ¿Tareas? —preguntó Ron, como si la palabra lo llenara de una extraña repugnancia y al mismo tiempo fuera del todo desconocida para él y su escueto vocabulario.
—Ah, sí —respondió Perséfone, con obviedad—. ¿El cuaderno negro que trae Harry no es para tareas?
Ron y Harry intercambiaron una mirada significativa, y Perséfone sintió un nudo en el estómago, pero se esforzó por no permitirles rehuirle la mirada.
—Hum, no, no tenemos ningún libro negro —respondió Ron, repentinamente interesado en el suelo de piedra, antes de alzar la mirada y observar a su hermana con desdén—. Y definitivamente no estamos haciendo tareas.
Perséfone fingió una risa, y le sonó realista incluso para sus propios estándares. Ya estaba demasiado acostumbrada, quizá, a fingir todo el tiempo.
—Oh, bueno, yo pensaba ofrecerles ayuda en caso de que no entendieran algún tema, pero entiendo que no tengan eso en la cabeza en estos momentos —dijo ella, permitiendo que su tono decayera lentamente hacia una evidente tristeza—. ¿Cómo están respecto a lo de Hermione?
—Estaríamos mejor si no hubiera personas que todavía piensan que yo soy el heredero de Slytherin y que yo fui quien la petrificó —señaló Harry, con una rigidez propia de quien no había tenido una adecuada noche de descanso en semanas, y que, además, ocultaba un secreto. Y si Perséfone no fuera plenamente consciente de que el niño no era el heredero y definitivamente no había abierto la Cámara de los Secretos, quizá también sospecharía, porque no se ayudaba a sí mismo en absoluto.
—Ya. He escuchado los rumores. Mejorará eventualmente. Si sirve de consuelo, creo que las personas que somos realmente cercanas a ti, sabemos la verdad y te creemos, Harry —dijo Perséfone, con simpatía. Sí, bueno, era hipócrita de su parte decirlo, pero era lo que correspondía.
Harry la observó de inmediato, con los ojos brillantes como un perrito hambriento de atención, y Perséfone se preguntó si ella se vería de ese modo cuando estaba con Tom.
—Gracias —respondió Harry, un poco más calmado que antes, entonces él bajó la mirada hacia su regazo y su mano se acercó dubitativamente a la parte de su túnica que escondía el diario, pero antes de que pudiera tomarlo para mostrárselo a Perséfone, Ron habló.
—Sí, sí. Muchas gracias y eso. Vete ahora Perséfone, ¿no tienes cosas de prefectas perfectas que hacer? Nosotros tenemos que hablar cosas, cosas de chicos.
Ella los miró con una ceja arqueada, pero se dio la vuelta y se alejó de ellos, con las manos hechas puños. Le había quedado claro que no podía confiar en ellos para devolverle el diario, al menos no por el momento. Debía idear un plan para recuperarlo sin poner en peligro sus secretos ni sus planes con Tom.
No podía permitirse cometer un error, no cuando tanto estaba en juego.
Parecía que igual que todo lo que quería en la vida, ella tendría que tomarlo sin permiso y por la fuerza.
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MAKE ME YOUR ENEMY, tom riddle [✔️]
Fanfic𝗠𝗔𝗞𝗘 𝗠𝗘 𝗬𝗢𝗨𝗥 𝗘𝗡𝗘𝗠𝗬 ━━━━ 𝘵𝘰𝘮 𝘳𝘪𝘥𝘥𝘭𝘦 𝗗𝗢𝗡𝗗𝗘 perséfone weasley se gana el odio de su hermana menor porque el elegido tiene un crush en ella. 𝘰 𝗗𝗢𝗡𝗗𝗘 ginny weasley está tan celosa de su hermana mayor que le entrega un d...