CAPÍTULO 25

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Cuando Perséfone aceptó darle rienda suelta a un monstruo, se dijo a sí misma que lo hacía por su familia, porque controlar al basilisco significaba que podía mantener a salvo a sus hermanos, incluso a los más imprudentes entre ellos, y es que eso...

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Cuando Perséfone aceptó darle rienda suelta a un monstruo, se dijo a sí misma que lo hacía por su familia, porque controlar al basilisco significaba que podía mantener a salvo a sus hermanos, incluso a los más imprudentes entre ellos, y es que eso era más sencillo que aceptar que codiciaba ese poder, un poder sobre la vida y la muerte, la capacidad de ser juez, jurado y verdugo.

Con el diario guardado en la mochila escolar, Perséfone se apresuró a caminar por los pasillos, si un profesor la atrapaba, le recriminaría estar vagando sola y poner ese mal ejemplo a sabiendas de lo que sucedía en el castillo y su posición de prefecta.

Cuando llegó al baño de mujeres, se apresuró a entrar y bloquear la puerta con un fuerte encantamiento, aunque era extremadamente improbable que alguien fuera a entrar, todo el mundo evitaba ese baño. El piso estaba encharcado, seguro una obra de Myrtle; el fantasma que pasaba casi todo su tiempo allí, llorando y causando estragos, sin embargo, en aquellos instantes no parecía encontrarse alrededor y debía aprovechar eso.

Corrió hacia los lavabos, con cuidado de no dejar caer sus cosas, y comenzó a examinar rápidamente todos los grifos hasta encontrar uno que tenía tallado en relieve una serpiente. Tal como Tom se lo había dicho.

La adrenalina la envolvió, y cuando se concentró, imaginando la imagen de una serpiente, la voz le salió temblorosa pero efectivamente en un siseo.

Ábrete —ordenó Perséfone, en pársel.

Se escuchó un sonido de chasquido y todos los lavabos comenzaron a moverse, hasta que finalmente el de la serpiente retrocedió, revelando a la vista un agujero enorme en el suelo que parecía una parte del drenaje. Con una mueca de asco, ella avanzó y se dejó caer por la tubería. Estuvo resbalando por varios segundos antes de que ella pudiera ver que se avecinaba el fin de la caída, momento en el que se apresuró a realizar un hechizo para frenar su movimiento, de forma en que salió limpiamente y con cuidado en lugar de aterrizar violentamente sobre el suelo que, como ella notó después, estaba cubierto con lo que parecían ser huesos.

Tom no le había dado precisamente un mapa, pero la había orientado suficiente como para saber en qué dirección moverse, así que avanzó por los túneles a paso decidido, cuidando mantener siempre la vista en el suelo y estar atenta a cualquier sonido, por si acaso el basilisco la sorprendía, aunque Tom le había asegurado que no sería así y que el monstruo no le haría ningún daño.

Cuando pasó al lado de la piel mudada del basilisco, trató de no prestarle demasiada atención a su longitud, después de todo, su corazón ya latía suficientemente rápido como para estar en riesgo de infarto sin necesidad de saber exactamente cuánto medía la criatura que podría matarla con solo una mirada.

Siguió caminando hasta llegar a lo que parecía la puerta de una bóveda debido a su forma y tamaño, tenía serpientes de roca adheridas a ella y estas parecían ser un inamovible candado por la forma en que trababan la puerta en su posición. Las miró fijamente y se esforzó por imaginarlas vivas, con escamas y soltando pequeños siseos.

MAKE ME YOUR ENEMY, tom riddle [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora