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Estaba arrastrándose por el suelo. Ésa fue una de las dos conclusiones a la que llegó. La otra fue que simplemente era un ser muy pequeño. Estaba en el suelo, avanzando por él con agilidad, sin chocar contra las patas de mesas, sillas u otros tipos de muebles.

No veía en sí las cosas, sólo sabía que estaban ahí. Sabía que aquel en el que estaba era un piso en su mayoría hecho de piedra. Sabía que no chocaba porque sabía que cerca había algo y se desviaba, pero no lo veía en sí.

Vagó un par de minutos, antes de comenzar a oír un silbido. Uno que la llamaba. Y lo siguió.

....

Sadie suspiró en la camilla. Ya había despertado de tres siestas diferentes. Éstas se sentían mejores que simplemente seguir dándole vueltas a las cosas, escuchando a su tío murmurar cosas mientras leía algunos pergaminos o revisaba su teléfono. Para su fortuna, en todas ellas, su ba se había mantenido quieto.

Jaz le había dicho que debía de seguir descansando, puesto que parecía que la mordida le había creado una especie de moretón, además, de que, claramente le hacía falta. Por eso mismo no se había movido de la camilla, pero, su tío parecía ser peor que Carter en cuanto al trabajo. Así que se quedó haciendo guardia y haciéndole compañía.

Sadie se sentía avergonzada por no haber podido decirle ella misma qué es lo que había pasado con su hermano. A su tío parecía no importarle ese detalle. Es más, le dijo que lo que le alegraba era que continuaran vivos. Tal vez esa fue su forma de decirle que no era su culpa o algo así.

—¿Todavía no saben de dónde salieron esas serpientes?

Al escucharlo, Sadie sintió el cansancio de esos días acumulado en su cuerpo, pesarle como si se hubiera multiplicado por diez. Ya no sabía en dónde se le había ido el tiempo, entre la preocupación, los rezos a Isis, sus entrenamientos y sus infructuosas investigaciones por la falta del buen funcionamiento de los shabtis.

—No.

—¿No será la diosa Renenutet? —preguntó el tío Amos, aunque parecía más un comentario al aire.

—¿La cuál? —La repentina pregunta de parte de Jaz, la hizo reírse un poco, cosa que le ganó una mirada curiosa de su tío.

Jaz siempre estaba encerrada en la enfermería, si es que no salía por un bocadillo o para entrenar un poco con Zia, a veces hasta dormía ahí. Y esos últimos días le habían dado muchas razones para quedarse ahí, intentando desvelar ese misterio leyendo todo lo que pudiera de ungüentos y pociones.

—Es la diosa con cabeza de cobra. —Sadie explicó. Su voz la sintió ronca. Jaz pareció notarlo y le llenó un vaso con agua—. Gracias.

—Tiende a ser beneficiosa para los mortales. Es protectora del faraón niño, diosa de la suerte. Cuando un niño hijo de sangre de faraones nace tiende a pedirse que se le bendiga por esa diosa. Ya saben, es la protectora del Bajo Egipto. Mientras que Nejbet es la del Alto Egipto. Está también vinculada a la fertilidad y a las cosechas.

—¿Nosotros estamos bendecidos por una diosa con cabeza de serpiente?

Sadie se rio un poco más por el breve disgusto que apareció en el rostro de Jaz. Había que admitir que ninguno de ellos tenía un buen historial con las serpientes.

—Bueno, ya no hay faraones, sí, pero a veces se le pide alguna que otra protección, especialmente a los que nacen para tener una posición importante en el Nomo Primero.

Ah, claro, a Sadie a veces se le olvidaba que los puestos no siempre te los ganabas, sino que los podías heredar todavía. Bueno, tampoco era quién para decir algo sobre ello, ya que, técnicamente, había hecho lo mismo.

ColisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora