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Percy jamás había visto a Perséfone tan alegre.

La diosa se había mostrado ante él, con una figura femenina, de forma lúgubre nada más. Eso pasaba por verla en el Hades cuando era invierno. Ahora, aún se notaba pálida, pero, no fantasmagórica. Tenía un vestido floreado de color verde y su largo cabello oscuro ondeaba por una brisa invisible. Se notaba perenne, como la diosa de la primavera que era.

—Ahora. —Se agachó y tomó a Nico de las mejillas, levantando su mirada. Su rostro alegre sólo se hizo más cruel—. He estado esperando por este momento desde hace casi un siglo, pequeña sabandija.

Algo en la mente de Percy hizo clic, como si se activara su medida de seguridad, una que le aportaría lo suficiente para la supervivencia y bloqueara sus oscuros pensamientos y su culpa, era decir, instinto no pensamiento. Llevó su mano a su bolsillo, listo para sacar a Contracorriente.

—No. No puedes matar a Nico. No te dejaré.

—¿Ya le agarraste cariño o es la culpa la que habla? —Perséfone no parecía impresionada en lo absoluto, se volvió a verlo y a Percy se le heló la sangre—. Porque, déjame que te recomiende algo. Yo soy la diosa de los lamentos también, aquellos que los muertos se llevan al inframundo. Mi propio nombre es dual, soy "La que lleva la muerte" además de "la que da la primavera". Soy la reina del inframundo y la guardiana de los secretos muertos, pero, conozco muy bien a los vivos. Conozco sus remordimientos, sus penas. Sé más de la naturaleza humana que mi esposo o casi cualquier otro dios. Sé que, a pesar de los siglos o la muerte, el remordimiento que sientes no se irá. Así que no me estorbes.

—¿Qué le vas a hacer?

Perséfone rio. Luego, tomó a Nico de la cabeza como lo haría con un muñeco de trapo y le dio la vuelta para quitar el cabello que cubría su nuca. El quejido de dolor del chico hizo encender las alarmas de Percy, tenía que hacer algo, ¡pronto!

—Matarlo, por supuesto, en cuanto pueda quitarle este estúpido sello que lo ha tenido lejos de mi poder por años.

Perséfone chasqueó los labios y alejó sus dedos del cuello de Nico, quien no hacía más que llorar.

Estúpida, ¿no podía simplemente dejarme matar a los bastardos de mi marido en paz? Ahora, además del escándalo que está haciendo con su poder, tuvo que ser ella quien ocultara a esta sabandija de mí —murmuró entre dientes.

Percy era conocido por ser muy instintivo y prestar poca atención a lo que decían sus enemigos, pero, ese comentario y el hecho de que Perséfone comenzara a hacer que Nico gritara de dolor con sólo tocarlo en esa marca tan extraña que tenía en la base del cuello, hizo que no la atacara al instante.

Percy repasó mentalmente qué tenía a la mano. Su espada y su escudo, el que le había hecho Tyson, su hermano, muchos años atrás y que, la verdad, rara vez usaba, pero nunca se quitaba de encima. Lo que tuviera en su mochila estaba descartado, porque en su mayoría eran cosas para comer o algo de dinero para cualquier cosa que necesitara comprar o dracmas. ¿Qué más? Sus instintos suicidas, claro, porque, si iban a matar a Nico, tendrían que matarlo a él primero. Saber eso, no lo hizo sentir mal. Tal vez antes habría dudado un poquito más en renunciar a su propia vida, porque aún tenía esperanzas de hacer algo con ella, ahora... Sabía que tenía que pagar por todo lo que había hecho.

Se lanzó en contra de la diosa. Lo que sea que le pudiera hacer sería algo bueno, aún si ella tenía la guardia baja, mas, no alcanzó a rozarla ni con la punta de su espada. La risa de Perséfone le heló la sangre. Percy cayó al suelo y Contracorriente tintineó contra el mármol negro, fuera de su alcance.

—Te di una oportunidad. Fui clemente contigo por tus servicios brindados, Percy Jackson, pero, recuerda que estás en mi territorio. Estás en mi dualidad, entre la vida nueva y la muerte. Yo soy quien reino aquí. Retiro mi proposición de dejarte vivir. —Percy intentó recoger su espada, pero, algo lo había tomado de las piernas, lo apretaron—. Tendré que matarte también, pero, no temas, Tánatos es muy amable cuando lleva a viejos héroes al inframundo.

ColisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora