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Era tonto irse de viaje, según el mayor de los Malfoy, o de los Potter-Malfoy, dependía de cómo se planteara. El chico de dieciséis años no quería empacar su ropa e irse unos días de "vacaciones familiares" sólo porque a la señorita Me Creo La Gran Cosa se le había ocurrido irse de gira y dejar a Harry cuidando de los niños. Si le hubiesen preguntado su opinión (lo cual no hicieron) y la hubiesen tomado en consideración (tampoco lo hicieron) sobre el asunto, éste se hubiese quedado en que era una total estupidez. Bien pudieron quedarse en Inglaterra y pasar el mes y medio de vacaciones juntos y en casa.

Tres golpes rápidos y concretos sonaron desde la puerta. El muchacho bufó y dijo:

—Pase.

Por el umbral asomó una cabeza con cabellera rubia platinada. Draco Malfoy apareció en escena, pasando al cuarto con seguridad al notar que su hijo mayor no estaba demasiado ocupado. Dio unos pasos adentro y se detuvo, con la espalda recta y las manos detrás de ella. Una de sus finas cejas se alzó mientras con los ojos grises veía críticamente el equipaje a medio hacer.

—Sabes que nos vamos en menos de dos horas. ¿Cómo es posible que aún no esté tu equipaje listo?

El más joven bajó la mirada hacia su baúl abierto, había ropa desarreglada a los costados, rodeándolo, y prácticamente nada dentro.

— ¿Lo siento?

—Nicholas Astraeus, ya te he dicho que esto no se pospondrá por un capricho tuyo. No sabemos cuándo será la próxima vez que esa Comadreja deje la madriguera para que todos nosotros podamos irnos de viaje.

El joven bajó su mirada oscura al suelo. Él lo sabía demasiado bien y entendía el razonamiento de su papá. Ginevra Weasley era la "esposa" de su otro padre, Harry Potter. Pero, eso hacía que cada vez que ella oficialmente se fuera y dejaba a Harry a cargo, éste y sus hijos iban a hacer algo con los Malfoy. Era como una "tradición familiar". Y hacía casi un año que no salían juntos, posiblemente Draco estuviera ansioso por salir de la falsedad de su vida.

—Entonces, ¿lo haces tú o lo hago yo? —preguntó el mayor de los Malfoy, refiriéndose al equipaje sin hacer. El muchacho casi se puso encima del baúl para evitar que su padre metiera sus manos. La reacción le formó una sonrisa de satisfacción al mayor, que bien disimuló con rapidez.

—Yo me encargo. Bajo en veinte minutos.

—Más te vale, jovencito.

Y así de rápido fue que terminó el arreo que Draco Malfoy siempre tenía que darles a sus hijos cuando planeaban irse de vacaciones. Por lo menos aquel verano parecía prometedor, entonces valía la pena el esfuerzo y el tiempo que esperaron para que llegase la oportunidad.

Nicholas, o Nico, para los amigos y los padres no enfadados, suspiró y volvió a mirar su baúl. Odiaba tener que hacer las maletas, él se sentía totalmente cómodo ahí, en Inglaterra. No quería irse, ni moverse del mundo mágico británico. No obstante, sus padres tenían otros planes. Para aquella ocasión habían decidido tomar un destino que parecía algo aburrido: Canadá. Si hubiese sido en invierno al menos habría nieve con la que jugar. Pero, en pleno verano... no le parecía atractivo estar fundiéndose bajo el brillante y ardiente sol que producía aquellas temperaturas que sobrepasaban los treinta grados (hizo su investigación para poder quejarse con argumentos y muy a gusto).

De todas formas, tal como le había prometido a su papá, el muchacho hizo su maleta. Metió algunas túnicas, ligeras y perfectas para el calor de verano, y algo de ropa muggle; unos pantalones de mezclilla, alguna que otra bermuda, y camisas delgadas. Lo hizo porque conocía a su padre, y sabía que a Harry se le ocurriría hacerse pasar por una familia muggle. Y mejor era darle un pequeño contento de vez en cuando.

ColisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora