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Sadie se detuvo en la puerta de la enfermería. Le llegaba el olor a vainilla perfectamente, pero eso no la tranquilizaba. Las ganas de llorar volvieron con rapidez, sin embargo, se enfocó en parpadear para espantarlas. Respiró con lentitud, para calmarse, cosa un poco difícil. Al lograr cierto control, se decidió entrar.

La habitación tenía varios muebles con medicina de todo tipo y grandes ventanas por las que entraba la luz del sol en el día y la eléctrica de la ciudad por la noche. Sadie, con los años, se había pasado allí más veces de las que querría admitir. Al menos, ninguna había sido tan grave, hasta ahora.

Por supuesto que se sentía insegura, tanto que al paso más lento que pudo sin lucir como una loca, se acercó a la camilla. Le daba miedo, aunque supiera por anticipado lo que encontraría. El cuerpo de Carter estaba postrado ahí, muy quieto, tanto que se podía decir con facilidad que acababa de morir. A Sadie se le aceleró la respiración.

—Estoy intentando crear una poción para que se le pase ese efecto.

La estudiante de la senda de Isis dio un respingo y se volvió a ver a su interlocutora. Jaz estaba a unos cuantos pasos de ella. Captó los rastros de cansancio en su rostro, antes de que la chica se acercara más y le sonriera con amabilidad.

—Perdona, no quería asustarte.

Sadie desvió su atención de nuevo hacia Carter. Un nudo inundó su garganta impidiéndole hablar.

—Anímate, al menos, no le pasó nada más. Eso ya es una ganancia. —Sadie apretó los labios. <<Sí, pero eso no impide que esté así. Sin hablar, sin moverse>>—. Y el que esté quieto ayuda a que su cuerpo termine de curarse. —Su voz era suave, como la vainilla del ambiente. Sadie pronto sintió la mano de Jaz en su espalda, acariciándola para reconfortarla—. Está bien si quieres llorar.

Al menos, no había dicho "seguir llorando como magdalena". No era como si fuese la primera vez en que Carter salía mal parado de una batalla, por lo general acababa siendo lastimado de alguna forma, pero, para Sadie, ya todo en conjunto era mucho. Le recordaba tiempos malos.

Cuando se lo encontraron, estaba tan rígido como Zia, tirado en la banqueta. Ambos habían quedado paralizados y magullados. Andrew y Sadie, como pudieron, los llevaron de nuevo a La Casa de Brooklyn para que Jaz los revisara. La chica rubia con mechones de colores quiso saber primero qué le pasaba a su hermano antes de que ella misma recibiera algún tipo de tratamiento. Jaz le confirmó que Carter tenía varios hematomas y rasguños, un par de costillas fisuradas, otro par roto, algunos músculos desgarrados y una mordida muy fea en una pantorrilla.

Poco después, se confirmó que la mordida estaba presente también en Zia y Andrew les dijo cómo ella había sido paralizada. Jaz supuso que era alguna sustancia que inyectaban los monstruos para comerse vivas a sus víctimas, como la que tenían algunas serpientes, arañas e insectos varios en la naturaleza.

A Sadie esa comparación le dio esperanza, tal vez Jaz tenía una idea de cómo revertir los efectos, pero, así estaban, sin resultados favorables todavía, dos días después. Tras los primeros intentos fallidos de Jaz, Sadie comenzó a considerar lo peor y sus lágrimas sólo la hacían sentir más sola. Claro que también se sentía mal por Zia (ella estaba recostada en el catre siguiente al de Carter), con un estado menos grave pero similar.

Sadie apenas la volteó a ver, estaba tan pálida como Carter. Cerró su mano en un puño tembloroso y desvió la mirada. Las lágrimas volvieron rápidamente.

Carter era su única familia consanguínea viva que le quedaba. Bueno, que eran, él, su abuela y su tío Amos, después de que su abuelo hubiera fallecido el año pasado. <<Por todos los dioses. Carter.>>

ColisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora