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│ ✐; CAPÍTULO VEINTIDÓS
│ ┆ ✐; AMAR LO ES TODO
╰─────────────────Esther era buena leyendo personas. Había un no sé qué en su noble corazón que le permitía reconocer inclinaciones o sentimientos. Le pareció extraño cuando Noa apareció contenta aquel viernes, incluso sonriente y soltando ciertos halagos; y, aunque era agradable, cierta incomodidad estaba presente en el ambiente. Sin embargo, decidió permanecer enmudecida para simplemente disfrutar; pero resultaba complicado fingir demencia cuando tenía un presentimiento. La casa donde se hospedarían gritaba «¡dinero!» en cada esquina; Xoel reconoció algunas piezas de arte genuinas por ahí.
La casa playera pertenecía a Adrià, un adinerado y joven catalán que, según comentaba, se había independizado no hace mucho. Pero resultaba evidente que tal «independencia» no era monetaria. Esther consiguió hacerse con un rincón, acompañada por Xoel, y decidieron quedarse ahí durante unos minutos para acostumbrarse al ambiente. Había pocas personas disfrutando del jacuzzi, todas sosteniendo margaritas y comiendo bocadillos. Sabela y Breixo yacían bailando energéticamente música electrónica.
Incluso tras haber aclarado no tener sentimientos mutuos, Sabela continuaba tratando a Breixo como su alma gemela, protegiendo el hermoso vínculo que siempre les unió. Entonces, aunque dolía no ser correspondido, el gallego había decidido dejar atrás sus sentimientos, simplemente disfrutando de los momentos compartidos. La última vez que habló sobre su enamoramiento fue con Esther, y recibió unas incomparables palabras de aliento: «encuentra tu vocación».
Quizás, para muchas personas habría resultado confuso; después de todo, oír metáforas casi nunca ayudaba. Pero aquel día, cuando tenía fragmentado el corazón y deseaba desaparecer, Esther había acogido tales perturbaciones con amor, actuando cual hermana pequeña, y le susurró las palabras más alentadoras: «encuentra tu vocación». Bastó para que hiciese un examen de conciencia. Breixo todavía no estaba emocionalmente estable, pues tenía algunos bajones, sin embargo, aquellos pensamientos suicidas poco a poco iban esfumándose, y el barco interior amenazando con destruirse parecía acostumbrarse a la tormenta llamada «vida». Ahora, su navío iba seguro en la marea, con velas izadas, blancas y puras. La tormenta llamada «vida» día y noche perpetuaba presente, aunque advertía menguar.
Entonces, cuando Breixo no se vio amenazado por la tormenta, izó aquellas blanquecinas velas, desconociendo que estuvieron guardadas durante mucho tiempo, y obtuvo valentía para seguir navegando. A su vocación la llamó «alegría»; a su barco lo llamó «esperanza».
— Ojalá el ser humano supiera cuán bella es la esperanza.
— Breixo parece saberlo. —Xoel también había pasado largos minutos observando a su amigo; notaba algo diferente en él, como si ya no estuviese ahogándose en perturbaciones ni tormentos—. ¿Qué ha oído para estar tan contento, tan despreocupado? ¿Qué ha visto? ¿Qué testimonio bastó para que sonriera así? ¿Y qué nombre lleva?
— Ha de tener un nombre hermoso.
— ¿Cuál es el nombre de tu esperanza? —inquirió.
— Dios. —sonrió.
— Mi esperanza se llama «Esther» —Xoel se quedó mirándola—, creo que con ese nombre viene el amor, y ese amor viene de Dios. Creo firmemente, como el ciego cree que sale el sol, que conocerte no fue casualidad, y si bien no fue casualidad, obra de Dios ha sido.
— Entonces —le brillaban los ojos—, ¿crees que fue Dios?
— Sí. —afirmó, con amor y firmeza.
Xoel siempre creyó en Dios, pero nunca empatizó con ningún culto religioso ni tampoco pagano. Le gustaba, a veces, oír misa porque aquellos cantos eran preciosos, y alcanzaba cierta paz descansando gratamente en un recinto colmado por tranquilidad. Cuando conoció a Esther, cambió esa percepción profesada al catolicismo. Quizás, vio malos ejemplos durante mucho tiempo. Y juzgó cuando jamás debió juzgar. Pero si una persona tan paciente, cariñosa y amorosa como su Esther profesaba tal religión con tanto amor, era debido a que algo estaba muy bien. Le maravilló.
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Todo por cinco euros
RomanceEsther nunca pensó que encontraría el amor en Pontevedra gracias a una simple pregunta: «¿podrías permitir que te admire por cinco minutos si te pago 5€?», y él, un desconocido de ojos azules, contestó: «negociemos, ¿cuánto me pagarías si me quedo a...