Capítulo XLII: Tiempo

32 10 27
                                    

Sophia

Sentía como dos cuerpos se subían sobre mí, oía voces chillonas a lo lejos, eran voces que conocía perfectamente pero se sentía agotada como para abrir mis ojos y confirmarlo, aún continuaban hablando y hablando sin cesar entre ellas y riéndose, supongo que de alguna travesura.

Suspire y abrí mis ojos pesadamente.

Al hacerlo dos pares de ojos y cuatro manos pequeñas aparecieron frente a mí.

Sonreí.

—¡Tía Sophie! —gritaron al unísono.

Cubrí mis pobres oídos y sostuve mi cabeza, me dolía demasiado, sentía mis ojos hinchados de tanto llorar porque si aún continúo haciéndolo cada noche desde que llegué aquí, sé que con eso no soluciono nada de lo que provoqué pero necesito descargarme, ya no se cuanto tiempo pasó desde que estoy en New York, mi móvil está apagado desde que me fui de Barcelona, aunque tampoco me he tomado la molestia de pregunta qué día es.

Suspiro y me incorporo lentamente.

—Tia, tia tia—canturrean a mi alrededor mientras daban saltos de emoción.

Adoro a estas niñas pero mi cuerpo y mi cerebro no están preparados para tanta intensidad.

—Hola pequeños demonios—expresé.

Me sonrieron y se arrojaron a mis brazos.

Las sostuve como pude a ambas , respire su aroma y cerré mis ojos.

Por un momento sus brazos pequeños me reconfortan y me dan una caricia a mi pobre corazón.

—Niñas no atormenten a su tía.

Abrí mis ojos y observé a Lein recostado en la puerta observando.

Sonreí.

—Te extrañamos tia.

—Yo también pequeñas—expresé—pero ¿me dejan abrazar a su padre?

—¡Si! —gritaron al unísono.

Me aparté de ellas y me puse de pie, llegue a Lein y lo abrace.

Necesitaba mucho a mis hermanos, son los mejores.

—Te eche de menos Lein—murmuro.

—Y yo a ti enana.

Sonreí.

—Vamos a cenar—agregó mi hermano.

—No tengo hambre—expresé.

Me atravesó con una de sus miradas reprobatorias, mi hermano mayor me recuerda mucho a mi padre.

—No fue una pregunta Sophie—recalcó.

Suspire porque cuando se ponía en modo papá mandón no podía hacerlo cambiar de parecer, así que obedecí sin decir ni una sola palabra.

Nos dirigimos a la cocina, Christopher terminaba de colocar los platos sobre la mesa cuando nos escuchó llegar.

—Has despertado al fin—sonrió al verme.

—Tenía sueño —expresé.

Como todos los días

—Un momento.. ¿eres tu querida conciencia?

Claro que sí, sino quién sería, tu siempre haces preguntas tontas.

—Te he echado de menos, ahora me pregunto dónde estabas cuando la cagué hasta el fondo.

Todo De Mi (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora