El día de los ridículos

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Capítulo 8

Indira

Ella es la culpable de que mi novio hubiese tenido que ser castigado. Kalen se encuentra hospitalizado y ahora debe odiarme cuando en verdad debería odiarla a ella. Él sabía que soy celosa y aún así tuve que encontrarme la horrible escena de ambos conversando.

Me duele la cabeza de solo recordar esa escena.

Cada corte en brazos y piernas eran recordatorios.

1. No debe hablar con otras chicas.
2. No debe ignorar mis mensajes o llamadas.
3. Debe acudir adónde yo esté siempre y cuando yo lo quiera así.
4. Soy la única a la que debe mirar.
5. Me pertenece. Es solo mío. Yo no comparto.

Eran pocas reglas, ¿Entonces por qué el afán por romperlas?

Aunque me pasé. Quizá con unos cuantos golpes bastaban. Sin embargo, ver cómo se resistía y ver lo hermoso que podía llegar a verse golpeado e incluso sangrando, me excitó. Se veía tan precioso.

Debería visitarlo al hospital.

Quizá si me disculpo y le digo que todo estará bien podamos volver a empezar.

— ¿No me lo vas a decir?— Le pregunto haciendo puchero, cínica.

— Me parece que adivinaste.— Dice con una mueca pensativa, igual de cínica.

Río.— En otra ocasión hubiésemos podido llevarnos bien y hasta ser amigas. Si tan solo no te metieras en lo que no te importa.— Digo con fingida tristeza.

Pero ahora... Ahora solo quiero verte lamentarte a través del dolor que someteré a Kanel si te le acercas.

— Créeme que no quiero ni que nos llevemos bien y ni ser tu amiga.— Escupe con hastío.— Y estoy segura de que a mí me importa más Kanel de lo que te importa a ti, hipócrita de mierda.

La vena del cuello se me hincha en lo que mi mandíbula se aprieta, con furiosa.

¿Qué a ella le importa? ¿Hipócrita?

— No me digas que te gusta.— Pronuncio con sorna, riendo.

— ¿Y si es así, qué?— Me reta. 

Doy un paso adelante, doblándole la altura, mirándola desde lo alto y fijamente a los ojos, como quien amenaza:

— Porque si es así reza para que el sentimiento entre tú y él no sea mutuo, porque sino juro convertir esto en un baño de sangre.— Advierto.— Es más, me he enterado de que mi bebito está en el hospital. Debería visitarlo.

Su mirada se oscurece y sé que he ganado cuando un profesor nos mantiene la mirada encima cuestionándose a que se debe esta tensión y porque he hecho que pierda los estribos y no sabe de la presencia de ese profesor que se digna a alzar la mano y con fuerza golpear mi mejilla. Me tiro al suelo al mismo ritmo en que las personas abren la boca, perplejos.

Sujeto mi mejilla y con la mirada en suelo, sabiendo que nadie ve mi expresión, sonrío y al alzarla en lo que el profesor viene a ayudarme corriendo, consigo hacer que mis ojos se llenen de lágrimas y una expresión lastimera.

TE DOLERÁ SER MÍO [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora