Ángel caído

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Capítulo 15

Kelly

Aún no sabemos nada de mi hermano ni de su paradero y las horas han seguido pasando.

Los policías no hicieron nada y hasta nos amenazaron en meternos a todos en una celda si seguíamos causando disturbios. Definidamente, no buscaban empatizar con nosotros. El pueblo se había puesto de nuestra parte y nos iban a informar cuando lo vieran o notaran algo sospechoso, trabajadores cerca de la zona también.

Mis padres estaban desolados. Mi mamá no dejaba de llorar en lo que esperaba noticias y mi padre se reunió con otros hombres con el fin de  crear un equipo de búsqueda que se internara en el bosque para cubrir más áreas. El pueblo no es muy grande y muy lejos no podía estar.

Por culpa de no poder recibir la ayuda de los agentes no podíamos acceder a zonas privadas como serias los hogares de quienes Iraide cree que son culpables, pero eso no nos impide que ahora mismo nos encontremos en la puerta de la mansión de Indira y Levi. Una enorme mansión con su fuente, invernadero, jardín enorme, lago,  piscina...

— No van a abrir me parece.— Le digo en la que la veo pulsar repetidas veces el timbre, impaciente.— ¿Esperas que nos diga "Si, pues aquí tenemos a Kalen, la verdad, ¿Os lo queréis llevar?" ?

No recibo respuesta por su parte. Segundos que son eternos pasan hasta que un señor alto y de trajo abre la puerta.

— Y, ¿Ustedes sois? — Nos pregunta viéndonos por encima de sus gafas.

— ¿Se encuentra Indira?— Le pregunto. — Somos sus compañeras de clase.

— ¿Para qué buscáis a la señorita?— Nos pregunta de nuevo, ignorando lo anterior.

— Tenemos un asunto que hablar con ella.— Se entromete Iraide.

Nos mantiene la mirada, analizándonos, quizá buscando razones para no dejarnos pasar.

— Esperen aquí, la notificaré de vuestra llegada.

Tan rápido como se da la vuelta y desaparece de nuestras vistas, Iraide ignora el "esperen aquí" y accede a la mansión, observándolo todo con total lujo de de detalles, entrando y saliendo de sitios, prestando atención a todo, hasta que escuchamos unos tacones acercarse lentamente.

Ya por el ritmo de ese taconeo sabíamos quién era.

Y ahí estaba, vistiendo un vestido de pijama provocativo rosa, junto a su bata y sus sandalias de tacón.

— ¡Oh, que visita más maravillosa!— Exclama al vernos, abriendo ambos brazos.

Cinismo por doquier.

— ¿Habéis venido a verme?— Pregunta haciendo la imbécil, como de costumbre.

Tres segundos le toma a Iraide levantar el puño e incrustarlo en la nariz de Indira, tomándome por sorpresa. La susodicha toma un semblante más serio en lo que asimila lo que le acaba de pasar y vuelve en si cuando un hilo de sangre cae de su nariz.

— ¿Dónde tenéis a Kalen, maldita zorra trastornada?— Escupe, Iraide.

Nunca pensé que fuese a ser espectadora de algo como esto.

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