CAPITULO VIII

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El miedo de todos era bastante grande, no se imaginaban que llegara uno de los guerreros del laird a buscar a alguien y ahí estaba aquel día, los nervios eran algo que seguirían sintiendo, pues lo más probable era que este volvería a aparecer.

— ¿Que tan peligroso es que vengan aquí? — preguntó Adhara.

— Mucho, pues estos deciden si nuestro pago es digno del rey o no, es algo que nosotros sabemos que debemos hacer — le dijo esta, sabía que volvería en unas horas, este solamente le estaba dando el tiempo a que llegara su esposo.

— No salgas por nada del mundo — le dijo, estaba sabido de que estos a veces cuando sospechaban algo de lo que no estaban de acuerdo comenzaban a indagar, tenían el tiempo como para solucionar que esta no la viesen en ningún lado.

Adhara sabía que no era algo bueno y que los castigos podían terminar hasta en la muerte así que acató lo que esta decía, no quería que pasaran algún problema por ella, habían sido demasiado buenos.

Después de algunas horas, la puerta se abrió, era Magno junto a su hijo, estos habían estado casando y por fin habían llegado, ahora lo único que necesitaban era descansar.

— A venido uno de los hombres del Laird — le contó mientras veía como este se tensionaba, Adhara por su parte estaba en total silencio, no quería decir nada al respecto, sabía que era anti producente hacerlo.

— ¿La vio? — le preguntó con un poco de nerviosismo.

— No lo hizo, pero creo que no demora en llegar — dijo ella y el sonido de algunos caballos no se hizo esperar, estaban ahí frente a ella, los nervios eran grande, así que Adhara comenzó a correr hasta la parte trasera, Celac le había mostrado un escondite perfecto.

— No salgas de aquí — le susurro y se marchó hacia donde estaban sus padres.

Sin amas un hombre grande irrumpió al interior de su hogar, este parecía estar molesto, su actitud era demasiada agreste, tenía algo de miedo por lo que pudiese ocurrir, así que solo escucho mientras el sudor le caía repetidamente.

— ¿Tenéis lo que os he pedido? — dijo este mientras que Magno sacaba una pequeña bolsa con varias monedas, se las entregó con un poco de temor, había ms hombres de lo normal.

— Hemos decidido revisar este lugar, así que abran paso — dijo y comenzaron a entrar varios hombres, en total eran siete, magno miró a su esposa con temor, no sabían que pasaría si encontrasen a aquella joven, tampoco sabían que harían con ella.

En silencio buscaron en cada rincón de aquel lugar, Adhara temblaba, sabía que ahí donde estaba la encontrarían.

Miró a su alrededor buscando una solución a esto y decidió que lo mejor era adentrarse más a aquella cueva, una que estaba en la parte trasera de la casa, era muy pequeña, estaba justo donde estos lavaban la ropa.

Se deslizó y como pudo se acomodó al espacio.

— ¡bendito seas cheer! — dijo, pues la gimnasia y la cantidad de ejercicio que esta había hecho en su tiempo le ayudaba a buscar soluciones a su problema actual.

Respiro profundo mientras escuchaba los pasos de diferentes hombres, sabía que eran varios, estos buscaban y se reían de uno de ellos, quizás del que les había pedido que buscarán ahí.

— Aquí no hay nadie — dijo uno y los demás secundaron, así que comenzaron a caminar a la salida.

Un estornudo estaba por salir de la nariz de esta, le estaba picando y parecía ser que lo iba a soltar, recordó aquello que su madre le había enseñado, pegando su lengua al paladar, hizo que este se devolviera.

El susto que sentía iba bajando poco a poco, en cuanto dejo de escucharlos, se salió un poco, no iba a abrir aquella pequeña cortina de hojas hasta que la fuesen a buscar, jamás pondría en riesgo a aquellas personas.

— ¿Estas bien? — preguntó Celac y estos se quedaron mirando como esta había logrado mantenerse, no entendían como lo había logrado, aquellos eran cazadores con demasiado conocimiento, encontrarla hubiese sido sencillo, quizás Dagda la bendecía y no quería que esta estuviese en el castillo aún.

Adhara estaba pensando en lo que había vivido, no entendía por qué eran así y él miedo que estos le tenían al Laird, no entendía nada, Chaid parecía ser un hombre esplendido, era algo que había visto cuando este había estado cerca de ella, pero sabía que las personas estaban llenas de matices, así que iría con cautela, ni quería otra sorpresa.

La mujer cuando la vio parecía haber descansado, estos le habían dicho que habían escuchado a una mujer que no estaba en el censo de aquella casa y por eso le habían buscado, era prohibido albergar personas sin el conocimiento del Laird de las tierras, era un decreto y estos lo estaban volando para salvar les la vida.

— No creo que diremos contigo mucho tiempo, volverán, eso lo tengo claro, no sé quedarán con la historia de que habían escuchado mal, cuando piensan algo seguirán aquí, así que debéis tener cuidado y estar alerta cada día — dijo Magno completamente serio, su hijo sabía cómo era aquello, así que le enseñaría a esconderse cuando supiese que estos entrarían a buscarle.

No quería errores, así que harían lo posible por salvarle la vida a aquella joven, podía ser que, si la entregaban, está no llegaría ni al mismo reino, era el riesgo que no querían correr, así que la tendrían en casa hasta que supiesen que esta podría estar bien en un lugar, era lo único que les dejaría en tranquilidad.

El día acababa y Adhara ayudó con la cena, no tenía intención de decir algo, sabía que no era bueno hablar en temas que ella no tenía idea alguna de cómo manejar, sólo escucharía.

— Te enseñaré a esconderte — le dijo el chico con una sonrisa este sabia como persuadirlo, no quería que la buscarán en ningún lado, así que crearía una especie de escondite para cuando está lo necesitará, su padre le había enseñado a hacer algunos para cuando iban a cazar.

Esta agradeció lo que él chico haría, sus padres parecían estar de acuerdo, así que tomaría aquello como una realidad.

Highlander, ¿bailamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora