El amor a veces hacia creer que todo en el mundo se desvanecía, no había nada más que aquellos dos amantes que se entregaban en cuerpo y alma al otro, Celac estaba embriagado por este desde hace mucho tiempo, había desistido al ver que a Lilou la habían enviado con sus abuelos a otro lado del territorio, ¿Cómo amar a alguien más como a ella?
Jamás le había dicho a ella lo que sentía, está siempre le había visto como un amigo más, eran inseparables y sus padres se levaban realmente bien.
Ese día que Celac le había pedido a Adhara esperarle para ser su esposo, lo había hecho por despecho, diría esta, había vivido un mal momento al verla llegar, era totalmente diferente a la niña que había conocido hace un año atrás, su cabello castaño y rizado era igual de hermoso, pero su rostro era diferente, mucho más maduro de lo que recordaba, su piel blanca como la nieve y sus ojos azules, mucho más profundo, como el mar que se veía desde el peñasco más cercano.
Lilou, era hija de un hombre que pertenecía a tierras diferentes a las de estos, un mercader italiano que se había radicado ahí por amor amaba aquel país y era obvio, en él había encontrado a la madre de su pequeña, cuando la guerra comenzó a dar atisbos de comenzar, este saco a su familia no permitiría que estos sufrieran la crueldad de esta, pero el cambio realmente no les había traído un beneficio tangente, pues al cabo de algunos meses, había comenzado un episodio bastante difícil para el territorio, este les había hecho volver y así lo hicieron.
Cuando Lilou llego nuevamente, logro causar gran revuelo entre los integrantes del pueblo, estos veían en ella una hermosa mujer a futuro y quizás una buena esposa.
Nathaniel había sido el primero en fijarse en ella y Celac había pasado a segundo plano, esta no lo veía más que como a un hermano, era alguien con el que había crecido, pero aquel chico era el más sexy del momento, todas las chicas se morían por él y ahora parecía ser, que ella era la indicada.
Celac le contó todo lo que estaba pasando con ella, no se imaginaba tener que verla con aquel, no le agradaba y no quería que pasara más que una amistad entre ellos.
— Adhara, ahora es él su amor, siempre me imagine con ella y la he perdido — le confesó con el corazón en la mano.
— Quizás lo único que tienes que hacer es cambiar la forma en la que le tratas, ella te ve como a un amigo, porque tú te comportas como tal, Celac, a las mujeres les gustan los chicos decididos, que no tienen miedo a luchar por ellas, es algo que debes demostrarle; no eres su amigo, quieres ser más que eso y debes hacer que esta lo comprenda así — le recomendó, le enseñaría algunos trucos, así la conquistaría mucho más fácil.
Aquellas palabras se habían quedado grabadas en la mente de Celac, este estaba dispuesto a conquistarle, era algo que tenía totalmente claro y así comenzaría a hacerlo, las palabras de Adhara habían sido bastante claras, debía conquistarle y hacer que esta quisiese estar a su lado sin ningún inconveniente.
— ¡Adhara hija! — le llamo Dorotea esa mañana, aquella frase no la había escuchado en muchísimo tiempo y volverlo a hacer le causaba algo de añoranza.
— Cuéntame tea, soy toda oídos para ti — le dijo y esta sonrió.
— Mis amigas me han visto el cabello y la piel y están encantadas, no sé si deba compartir el secreto con ellas y guardarlo para mi — le dijo esta entre risas, estaba encantada con su aspecto y amaba como otras personas le admiraban.
—Creo que es bueno compartir el conocimiento, de eso se trata la vida, pero sé que Magno a estado algo mal de finanzas, sé que las cosechas y la caza no pasa por un buen momento, así que tengo una idea — le dijo y esta le miro atenta, Adhara siempre tenía algo en mente, era increíble escucharle hablar y decir tantas cosas.
— Véndelo — le dijo esta y ella abrió la boca de asombro, jamás se había imaginado vendiendo cosas para el cuidado de la piel y ahí estaba ella proponiendo algo así.
— Nuestro señor se enfadaría si generamos ingresos sin que él lo sepa — le dijo y esta sonrió.
— ¡Que le den por culo al laird! — contesto, haciendo que la mujer se colocara roja de vergüenza.
Así sin más comenzaron a establecer un plan de trabajo, buscaron algunos recipientes que hacían con cascaras de naranja, aquello se lo había enseñado su madre, esta le había mostrado el poder de las plantas y ella lo conocía bien.
Después de algunos días de mucho trabajo y dedicación fueron al centro del pueblo, ahí se acercarían a todas y estas mirarían el producto que les iban a enseñar, para su sorpresa y la de Adhara, este había sido acogido rápidamente, las mujeres llegaban como hormigas, haciendo que en casa todo estuviese mucho mejor, después de un mes, Dorotea había logrado comprar un vestido, algo que había sido imposible hace algunos años.
No se imaginó que había pasado tanto tiempo desde que había llegado a aquella casa, estaba a punto de completar un mes y medio en ella y sabía que debía marchar, ya sabía cómo mantenerse y como eran las costumbres, pasaría desapercibida y podría llegar hasta donde se había propuesto.
— Adhara, hoy iremos al pueblo, así que prepárate, hay muchas mujeres qué nos esperan — le dijo está haciendo que sonriera, se veía feliz y sabía que esto les había ayudado de manera impresionante.
La rutina de llevar cosas a la venta era algo de lo que ya estaba acostumbrada, así que empaco todo y se marcharon, justo cuando iban a llegar, escucharon nuevamente a los hombres del laird, seguían buscando información de una misteriosa joven que había atacado al laird Duncan, este estaba pidiendo su cabeza a causa de su agravio, nadie decía nada, pues realmente no se acordaban de ella, Adhara miro a Dorotea y se devolvieron, no querían problemas con el señor de las tierras.
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Highlander, ¿bailamos?
Lãng mạnAdhara, en Long Beach - California, es una de las porristas más conocidas en su ciudad, está decidida a no perder al amor de su vida, pero nunca se imaginó que lo encontraría muchos siglos antes de que existiera el internet. Perdida en un siglo dife...