CAPITULO XII

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Partir a veces implicaba dolor, Adhara había comenzado a entrar en una zona de confort, en aquella familia había encontrado un refugio seguro, una familia, algo que no había tenido por mucho tiempo, pero había algo que hacía que todo aquello se empañara.

Duncan le buscaba, ser que este la quería y aunque no le conociera, algún día llegaría a ella, era solo cuestión de tiempo, así que no arruinaría de aquellas personas maravillosas.

Era de madrugada y aún hacía frío, no sabía si era buena idea salir, pero ya era hora de partir, no quería tiempo junto a ellos, no cuando el peligro era inminente y podía hacerles pasar un muy mal rato.

Tomó un pequeño papel y escribió en él.

"Gracias por tanto".

Lo había escrito con tristeza y algunas lágrimas, había llegado ahí con un propósito y lo estaba perdiendo por aquel amor de Dorotea y Magno, se habían comportado como unos padres y esta lo agradecía con todo el corazón.

En puntas, tomó una pequeña manta y organizó sus cosas en ella, su ropa, esa con la que había llegado y un vestido, en algún punto lo necesitaría, tomó algo de pan, cecinas y un poco de queso, estaría fuera por un buen tiempo y luego iría hasta donde el Laird, así que debía comer algo mientras llegaba, una pequeña daga que pertenecía a Celac cuando era más joven y un poco de agua.

Cerró la puerta con una tristeza profunda, se estaba despidiendo y no podía estar segura de que en algún momento volvería hacía ellos.

El frío era fuerte, pensaba que este duraría el mismo tiempo que pasaba en Estados Unidos, al parecer era muy diferente.

— ¡Ahora , vamos por Chaid! — se dijo a sí misma, no quería volver a perder el rumbo, estaba ahí por esa razón y no perdería ni un solo momento.

El frío era bastante fuerte, sabía si caminaba unas cinco horas, llegaría cerca a la playa, era loco pensar que ahí, el mar estaba tan cerca.

— ¡Dios, no creaste los carros en esta época, no me refiero a caballos, esos dan mucho menos, pero, aunque sea una bicicleta, si tan solo Karl Drais hubiese estado en esta época sería todo mucho mejor! — dijo mientras caminaba despacio, el suelo parecía ser que ya estaba entrando en un gran cambio, Dorotea había dicho que el verano llegaría en algún momento y el deshielo era algo que se veía bastante peligroso para la fecha, siempre pendiente de que Adhara no se fuese a resbalar.

El silencio era sorprendente, estaba recorriendo un camino bastante largo, así que mentalmente haciendo el trabajo de no pensar en ello.

— Adhara no está en la habitación — dijo Celac a su madre, pero al ver que esta lloraba, entendió que ella sabía lo mismo que él, le mostró aquél pequeño papel y confirmó lo que temía, se había ido.

— Deberíamos buscarla — le dijo mientras se ponía sus zapatos y corría a la puerta.

— No es necesario hacerlo, llego a nosotros con un propósito y parece ser que va tras él, no podemos detener algo que tarde o temprano se dará — añadió magno totalmente serio, le dolía que esta no estuviese con ellos, la quería, en tan poco tiempo había logrado aprecias su gran corazón y compasión por todos.

— Es su destino y no podemos luchar con eso — añadió Dorotea y Celac lloro, sabía que está debía recorrer su propio camino, pero nunca se imaginó se iría tan rápido.

— Espero que este en un lugar donde esté a salvo — añadió mientras abrazaba a su madre.

— Se la encomendamos a Dagda o a cualquier dios en el que ella también crea, es una mujer con un corazón de oro y merece vivir en paz — le contestó ella, recordando todo lo que le había enseñado en tan poco tiempo.

— La volveremos a ver, de eso no tengo dudas — añadió su esposo y les abrazo, su puerta se abrió drásticamente y ahí estaba Duncan.

— Me han dicho que ustedes han ocultado a aquella mujer —les dijo mientras entraba con su gran porte, se sentía en él una sensación de peligro, sabían que este podía matarlos ahí mismo.

— No sé lo que buscas, señor, no entiendo por qué irrumpir en nuestro hogar de tal manera, pero al ser un señor, le permitiré revisar todo, no tenemos nada que ocultar — dijo Magno con un poco de temor, no quería mostrarle miedo o este les haría daño, no permitiría que su familia muriera en manos de una beata como aquella.

Este al ver como el hombre le permitía entrar en su casa, desistió, sabía que estaba diciendo la verdad, así que guardo su hacha y se marchó, la encontraría, era algo que anhelaba.

Adhara por su parte estaba tan concentrada en aquel amanecer, era algo mágico, Internet siempre colocaba aquel lugar como mágico y no se equivocaba, frente a ella estaba uno de los paisajes más salvaje y naturales que había conocido, era especial y amaba estar ahí, si se pusiese a si realmente añoraba su vida, era una mentirosa si decía que sí, no añoraba realmente nada, quizás la comodidad, pero parecía ser que su tiempo era este, en que hoy por hoy estaba por error o porque el destino se había le había escogido a la fuerza.

— Eres hermoso — dijo y comenzó a andar nuevamente, había aprendido a guiarse por el sol y la luna, esto se lo había enseñado Celac y Magno, estos le habían preparado sin querer y se los agradecía de una manera infinita, ahora sólo necesitaba llegar a tiempo, era lo único que le importaba en ese momento.

Se sentó un momento en una piedra, necesitaba descansar un poco, caminado dos horas más y sus pies ya se hinchaban, era una deportista de alto rendimiento, pero jamás había estado tanto tiempo andando a pie.

— Descansemos — se dijo y sacó un poco de pan, comería antes de emprender nuevamente su camino.

Un ruido extraño la alteró, podía ser una bestia, algún hombre que quisiese llegar a ella, tenía que estar alerta; tomo su daga y la empuño, nunca había aprendido a usarla, era algo que se le había olvidado pedirle a Celac, pero se guiará por aquellas películas que había visto con anterioridad, quizás la maratón de vikingos surgiera efecto. 

Highlander, ¿bailamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora