CAPITULO XV

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    Tocar una cocina de aquella época no estaba previsto para Adhara, estaba sorprendida de verla, contenta igualmente, la experiencia a pesar de todo estaba resultando interesante.

— ¿De dónde eres? — preguntó una joven, parecía de unos veinte años, se veía que le tocaba demasiado duro, sus manos estaban lastimadas y muy maltratadas.

— No lo sé, no tengo memoria sobre eso — dijo mientras intentaba pelar algunas verduras, la mujer la observó.

— ¿Nunca has cocinado cierto? — le preguntó al ver la manera torpe en la que hacía las cosas.

— Jamás, en casa creo que nunca me toco — le dijo esta y la mujer negó con la cabeza.

— Lo presentía, tus manos están demasiado cuidadas, como si nunca te hubieses tomado el tiempo de preparar algo, considero que mi la cama has de haber hecho — dijo y en su rostro se notaba un gesto de reproche.

— No quiere decir que no haya hecho nada, solo que en la cocina nunca trabajé, soy una mujer que aprende con facilidad y también se ha estropeado — dijo mientras recordaba los múltiples golpes recibidos en su deporte, estaba acostumbrada a recibir uno tras otros, desde patadas, hasta cabezazos después de un giro triple en un lanzamiento.

— ¡No le cuente a Chaid, de seguro no le gustara y me sacara de aquí o peor aún, me asesinara, pienso que soy muy joven para morir de forma tan indigna! — le dijo y esta siguió negando.

— Si le seguís llamando por su nombre te rebanaran el cuello, es tu laird, tu señor, tratadlo como tal — le dijo esta y le paso una nueva tanda de verduras.

Recordó su estatus en su tiempo, jamás pedía permiso, perdón o le tocaba tratar a otro como su jefe directo, ella era la que mandaba, era la capitana y no tenía reglas, ella las creaba.

— ¿En qué piensas? — le preguntó luego, a pesar de que la joven estaba reacia y le hablaba de manera tosca, estaba intrigada por la joven, le gustaba la manera en que hablaba o se expresará, si tan solo tuviese un poco de esa chispa, era algo que se estaba preguntando al ver la manera en la que está se comportaba, atrayendo la mirada de Arran, que no dejaba de ponerle un ojo encima.

— ¡Auch me corté! — dijo mientras se miraba su dedo pequeño, la joven la miró y comenzó a reír.

— ¿Eso es una cortada? — dijo entre risas, no entendía como se quejaba de aquello.

— Estas son cortadas — le dijo y le mostró sus manos, estaban llenas de cicatrices.

— Esta me la he hecho pelando un cordero, me he rebanado un poco — le contó mientras le mostraba una gran cicatriz casi cerca de las venas.

Toco la mano de la joven, estaba sorprendida de ver aquellas manos, producto del esfuerzo y el trabajo arduo, se sentían ásperas, estaba tan acostumbrada a que su piel reluciera, que nunca se imaginó que alguien llegase a tenerlas de aquella manera.

Era claro que tampoco les había prestado a las mujeres en su tiempo, siempre en su burbuja soca, donde ignorar las diferencias era algo a lo que se había acostumbrado.

— Deberías hacerte un poco de mascarilla, ayudaría a tus manos — le dijo mientras recorría la cicatriz más grande.

— Eso solo lo tienen las mujeres poderosas, las hijas de reyes, la hermana o madre de mi laird, pero yo jamás las podría tener así.

— No te preocupes, yo te ayudo si me dejas, creo que hay una forma de que estén sanas y lindas como la mismísima reina — le dijo mientras tomaba un poco de azúcar, un limón y hacía un exfoliante, las volvió a tomas y poniéndolas en sus manos, comenzó a masajear un poco.

Highlander, ¿bailamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora