2. The man who sold the world

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Luego del breve y un tanto confuso intercambio de palabras, nuestro interesante par se encuentran ahora sentados en una pequeña mesa dentro del café

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Luego del breve y un tanto confuso intercambio de palabras, nuestro interesante par se encuentran ahora sentados en una pequeña mesa dentro del café. Desde la ventana puedo observar lo mucho que detalla mi querida Ronnie al hombre frente a ella.

A mí parecer, su interés es totalmente comprensible, Mr. Positivismo, como ella le llama, aunque el nombre es bastante contrario a su verdadera personalidad, pero eso aún no lo sabe, es un muchacho de tez clara, cabello negro ondulado con mechones gruesos que enmarcan su rostro; de rasgos finos, tan finos que a veces creo que fue creado por el mismo Pigmalión, una estatua que cobró vida y camina libremente por el mundo, pero no, yo incluso lo vi nacer, así que es tan humano como todos los demás. Sus ojos de un azul naval, profundos y oscuros, similares a mi cielo nocturno, reposan sobre la muchacha con su característico gesto de aburrimiento. Aunque, percibo una ligera chispa que los ilumina desde adentro...  qué curioso.

Ambos están sentados ahí sin dirigirse la palabra, concentrados en las tazas depositadas sobre la mesa, hasta que ella decide que ha tenido suficiente y toma la iniciativa. —Me dijiste que nos reuniéramos acá para conocernos mejor y ni siquiera hablas. —Le dijo, frunciendo el ceño.

—¿Eso dije? —Respondió él sin inmutarse.

—Sí. Me escribiste que eras un hombre chapado a la antigua y que preferías que nos conociéramos de esta forma, hasta pusiste una carita feliz.

—¿Una carita feliz? —Preguntó cambiando por fin su expresión a una de sorpresa. —Ya está, los voy a matar. —Agregó, mientras se tomaba con ambas manos la cabeza.

—¿Eres bipolar acaso?

—Si te digo que sí, ¿eso sería suficiente para finalizar con esto?

—No. Me hiciste venir hasta acá, así que, si tu bipolaridad será el único tema por tocar, al menos me contarás a detalle tu diagnóstico. —Dijo enojada.

—Eres una persona bastante rara, señorita Rosie.

—¡Pfff! No más que tú, Mr. Positivismo. —Le dijo con un sonoro bufido, mientras se cruzaba de brazos. —Y, mi nombre es Ronnie. No Rosie

—Como sea. —Musitó, ignorando la corrección de la chica. —Espera, ¿acabas de llamarme Mr. Positivismo? ¿Te parezco alguien a quien le podrías colocar ese mote? —Preguntó ofendido, señalándose a sí mismo.

Verás, hay algo de la apariencia de Kai que no te comenté anteriormente. Si bien el hombre parece como tallado en mármol por un diestro cincel, bajo sus intensos ojos azules se distinguen unas ojeras bastante marcadas, que lo han acompañado desde la pérdida de su madre. Estas, en conjunto a su mirada fría, su gesto apático, ensombrecido aún más por las finas cicatrices distribuidas por su rostro, —una incluso parte en dos su ceja izquierda—,  y su boca que siempre mantiene las comisuras hacia abajo, dan la sensación de que, para él, el mundo es un retrete gigante. Y, de hecho, eso es justo lo que piensa. Algo ligeramente diferente a lo presentado en la descripción leída por Ronnie, ¿verdad? Bueno, eso dejaré que él lo explique.

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