9. Go all the way

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He sido testigo silenciosa de incontables relatos y escenas románticas; con algunas hasta he llegado a emocionarme tanto, como si fuera la primera vez que atestiguo un suceso de esa índole

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He sido testigo silenciosa de incontables relatos y escenas románticas; con algunas hasta he llegado a emocionarme tanto, como si fuera la primera vez que atestiguo un suceso de esa índole. Esta es una de esas narrativas en donde incluso quisiera decirle al sol que desaparezca por un tiempo y me permita seguir contemplando cómo se desarrollan los hechos, pero, si hiciéramos eso, acabaríamos con los humanos en su totalidad, y, entonces, volverían los días aburridos sin nada qué contar. Así que debo conformarme con conocer sólo la mitad de lo que sucede realmente, ¿triste? Sí, lo es, pues mi compañero no coopera y posa su único ojo sobre temas banales que muchas veces son irrelevantes para mí. Lo divertido siempre pasa en mi turno, y, curiosamente, esta es una historia que ha visto sus mejores momentos durante mi vigilancia. Como este, en donde he atestiguado su primer, segundo y tercer beso, —debo admitir que en cierto punto dejé de contar—. Ni siquiera el clamor de los comensales del restaurante fue capaz de separarlos una vez que unieron sus labios. Ahora, los veo compartir miradas y sonrisas cómplices mientras salen tomados de la mano del local y se dirigen hacia donde la "carroza de metal" se encuentra inmóvil esperando por sus ocupantes.

—¿Cómo está tu cabeza? —Preguntó Ronnie, mientras en sus manos sostenía el angular rostro de Kai, quien la veía fijamente, como si frente a sus ojos se hubiese posado una estela deslumbrante.

—Mal. Todo me da vueltas. —Le respondió, sin cortar ese contacto de su mirada fija sobre ella.

La muchacha frunció el ceño, preocupada. —¿Quieres ir al hospital? —Preguntó. En su voz se notaba la consternación.

—No creo que tengan la medicina que necesito. —Respondió él sin vacilación, acercándose nuevamente a su rostro, reclamando esos labios que había sufrido tanto por conquistar.

—Eres un tonto. —Dijo ella entre risas, sin apartarse de su cálida boca que, ahora, se encontraba pintada también de un borgoña mucho menos intenso que el suyo. Pasando un dedo por los labios de Kai, Ronnie limpió los remanentes de su labial, sabiendo que era una tarea infructuosa. Había probado un néctar adictivo, tanto que su interior se arremolinaba con violencia, exigiendo un poco más.

—Lo siento por ser un tonto. —Murmuró, moviendo su rostro para inhalar directamente sobre su cuello. —Y lamento haberlo sido también antes. No debí dejar que mi molestia te hiciera sentir incómoda.

—Si vuelves a disculparte, no me dejarás otra opción que besarte de nuevo. —Habló en un tono de fingida advertencia, sintiendo cómo sus siempre níveas mejillas ardían en carmín. Era la primera vez en mucho tiempo, que se sentía como una adolescente en su primera cita. Cada roce, cada gesto y cada palabra hacían que su corazón latiera acelerado dentro de su pecho, tan fuerte, que incluso llegó a pensar que todos alrededor podrían escucharlo.

Él la observó expectante, contemplándola por un momento, antes de hablar finalmente: —Perdón, en serio estoy muy arrepentido. Discúlpame de verdad, me siento muy mal... —Su corto soliloquio fue interrumpido por una tibia boca que lo acalló con premura.

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