7. Oh, can you see

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Nada puede superar ese sentimiento de nerviosismo que te acecha al momento de iniciar algo nuevo

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Nada puede superar ese sentimiento de nerviosismo que te acecha al momento de iniciar algo nuevo. Observé a Ronnie dos noches seguidas sentarse frente al espejo cuestionándose si lo que usaría sería lo correcto para su cita, preguntándose si debía llevar ese peinado o no, si el lápiz labial oscuro era lo correcto o si era mejor optar por algo natural. Su alegría inicial se transformaba en una incertidumbre que la agobiaba, no por su cita, sino por ella misma y sus propias inseguridades.

El miércoles, siendo las seis menos diez, mientras despedía a mi eterno compañero, quien se marchaba para alumbrar el otro hemisferio, la vi nuevamente parada frente al espejo del baño de su universidad, repasando sus decisiones de estilo. Con sus manos alisaba nerviosa la falda de su vestido negro de terciopelo, pensando si debía haber escogido uno con un largo más apropiado; apretó varias veces el cinturón de cuero, también en negro, que hacía que su ya fina cintura se viera más estrecha; estiró una y otra vez sus medias oscuras, amoldándolas a sus piernas; detallando su calzado, amarró los cordones de sus botas largas ceñidas a sus pantorrillas; posó sus dedos en su largo cuello, acomodando antes su escote con forma de corazón y alineó las tres gargantillas que portaba como accesorios; en un gesto nervioso, giró sus aretes circulares de pentagrama; como último retoque peinó su cabello, y se dio un largo vistazo al espejo, tocando suavemente la rosácea cicatriz que cruzaba el puente de su nariz, en una línea torcida que empezaba en el entrecejo y terminaba justo en la zona inferior al ojo. Era una marca que resaltaba sobre su blanquecina piel y que la hacía estremecerse cada vez que recordaba el momento en el que la herida había sido causada, como ahora, en este preciso instante en el que era consciente de ella y cómo la hacía sentir, deformada y marcada.

Aunque, un tranquilizador recuerdo vino a su mente, al pensar en que, Kai, en su primera cita, había pasado este detalle por alto. Incluso yo lo había omitido, al verla, ese día, más preocupada por su atuendo que por este detalle que, a pesar de que cuenta un pasaje en su historia, no la define directamente. Quizás él no le dio importancia, pues en su rostro refleja sus propias marcas, o eso es lo que Ronnie trató de decirse a sí misma, para no centrarse en esta pequeña pero constante inseguridad.

En un tímido abrazo, pasó ambas manos por sus brazos cubiertos por las mangas largas de su ropa. Mordió su labio inferior, pintado también de negro, y sonrió nerviosa, para luego murmurar que debía confiar en sí misma y en quien era realmente. Su corazón se aceleró por completo al sentir la vibración de su teléfono, con un mensaje de un contacto recién agregado, pero cuyo nombre iba acompañado ya por un pequeño corazón.

«Señorita de las artes oscuras, su carruaje de metal la espera a las afueras de la entrada principal del edificio, sobre la calle Bull»

Ella sonrió con dulzura al leer la notificación, dio un último vistazo al espejo, seguido de un suspiro sonoro y emprendió su camino al exterior. Había dado un par de pasos cuando otra vibración la hizo detenerse, era un nuevo mensaje que rezaba:

Night ChangesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora