5

763 91 5
                                    

No puedo creer que anoche estuve pensando en ella. En su cuerpo esculpido por los dioses, sus expresiones de placer y la forma en la que exploraba su propio cuerpo.

Y aún es irreal el hecho de haberla visto haciendo... eso, pero aún así no me quejo.
Al día siguiente me levanté con las bragas húmedas y la cabeza hecha un desorden.

Salí de mi cuarto y encontré la sala vacía. No había rastro de ella. Simplemente desayuné unos huevos revueltos con unas tostadas y de bebida un jugo de naranja exprimido.

Me acerqué al ático al escuchar voces.

Caminé lentamente, escaleras arriba. La puerta estaba entreabierta, y, mierda, me habría encantado no haber espiado. No por vergüenza o asco, si no por celos. Celos enfermizos.

Una muchacha delgada de cabello pelirrojo y ondulado se encontraba en un fondo blanco y lleno de iluminación, sentada sobre sus pantorrillas con las piernas abiertas, poniendo su peso sobre sus brazos. Desnuda.
Delante y tapando un poco mi vista, mi madre tomando fotos con su cámara que estaba puesta en un trípode.

— Necesito que abras tus labios. — Carajo, ¿A qué labios se refería? Lo supe cuando la de cabello anaranjado bajó dos de sus dedos y abrió su vagina aún más si era posible en esa posición, cosa que me hizo enfurecer.

Mi madre se dedicaba a todo tipo de arte; fotografía era lo principal, pero ella tomaba las fotos y luego las pintaba. Hacia artesanías, básicamente, una artista nata. Supongo que estaba tomándole fotos a esta... chica, para pintarla.

Por estar pensando en otras cosas, me choqué con la puerta, provocando que ambas chicas voltearan.

— ¡¿Qué acaso nadie te enseñó a tocar la puerta?! — Inmediatamente cerré y esperé unos segundos. Lisa me abrió poco después, la chica estaba con una bata puesta y una expresión muy enojada.

— P-Perdón, no pensé que...

— Pensaste mal. — Interrumpió la chica, y Lalisa la miró acusatoriamente. Pero ella siguió: — Lis, voy a cambiarme. Espero que la próxima no hayan interrupciones. — Me rebajó con la mirada y salió del ático, empujándome el hombro cuando pasó.

— J-Jennie yo...

— ¿Qué me vas a decir? ¿Que estabas haciendo arte con la vagina de una mujer?
— Su rostro se puso rojo inmediatamente.

— S-Sí. Sí, de hecho. Pero yo...

— No tienes que decirme nada. No me importa. — Volteé y comencé a bajar las escaleras.

— Jennieee... — Llamó, viniendo detrás mía.

La ignoré y cuando miré hacia adelante, esta... tipa, se encontraba de brazos cruzados y con una mirada acusatoria. Tenía un bolso en su
mano, seguro ropa.

— La próxima podrías ser más educada...
— Canturreó.

— Y la próxima podrían cerrar la puerta, no es que haya querido ver tu vagina abierta. — Soltó su bolso y venía caminando hacia mí, pero Lisa la tomó del brazo.

— Basta. A las dos. — Nos señaló con el dedo. La pelirroja se puso a dar mil excusas tratando de ensuciarme, pero mi madre la llevó hacia el ascensor de salida para que se fuera por el garaje.

— ¿Qué fue eso? — Se acercó a mí.

— Yo tendría que preguntarte eso. ¿Por qué le tomas fotos a una mujer desnuda? — Ahora ambas estábamos frente a frente.

— Es mi trabajo, Jennie. No me lo discutas.
— Reí de forma burlesca.

— ¿Tu trabajo? ¿Tu trabajo es ver coños bien abiertos? — Creo que se me fue un poquito la mano y se enfureció.

— Eso no te concierne. Es un proyecto que tengo preparado. Voy a plasmarlo en un lienzo y lo pintaré. Nada más. Ahora vete a tu cuarto.

— Me voy a ir a mi cuarto, pero no para quedarme. Me voy a alistar para salir. — Me siguió hasta mi habitación.

— ¿Y a dónde vas si puedo saberlo? — Bingo.

Eso no te concierne. — Canturreé.

— No me desafíes, Jennie. Ahora dímelo. — Se metió a mi alcoba y se sentó en un sillón que había en un rincón, cruzada de brazos. Llevaba unos jeans anchos y una musculosa, igual que ayer, marcaba sus abdominales y sus casi inexistentes pechos, con las piernas abiertas debido a que lo que tenía entre sus piernas no le permitía sentarse bien.

— Por ahí. Voy con Jisoo. — Ni siquiera sabía quién era, pero bueno. Es mi mejor amiga.

Tomé unas prendas y me paré en frente, con un brazo en la cintura.

— ¿Vas a irte o me cambio en frente tuyo? — Sonreí de forma burlesca.

— No es nada que no haya visto ya. Hazlo si así lo deseas. — Mierda.

— Touché. Bueno, entonces voy a cambiarme. Si no te vas, no puedo hacer nada para detenerte. — Su expresión incrédula me dijo que había ganado.

Comencé a levantar mi pijama muy, muy lentamente. Dejando ver mi abdomen, hasta llegar a mis pechos cubiertos por un sostén blanco, afortunadamente, sin moño o encaje. Algo básico.

— ¿Vas a irte o puedo seguir? — Me crucé de brazos.

— Ven aquí. — Ahora yo era la que se estaba asustando. — Dije que vengas, cariño.

Caminé lentamente, casi arrastrando mis pies. Me paré frente a ella, y envolvió sus manos en mis caderas. Eran tan grandes que ambas tapaban casi toda mi espalda y mi abdomen.

— Hermosa. — Lo dijo sin sonido, pero leí sus labios.

Me senté en su regazo, y juntamos nuestras frentes.

— Mi niña... Mi dulce Nini. — Sus labios se veían tan apetitosos, que podría besarlos.

Me miró. A los ojos, a los pechos. Hasta que lastimosamente recobró la compostura.

— E-Eh... V-Vístete. No vas a ir a n-ningún lado, ¿Oíste? — Salió de la habitación rápidamente.

Suspiré. Me habría encantado que pasara algo más.

Más...

Nunca podré tener suficiente de Lisa.

[...]

𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 𝘁𝗼 𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 | 𝗝𝗟Where stories live. Discover now