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En algún momento del día me quedé dormida hasta que se hizo de noche. No soñé nada, sólo me acompañaban Morfeo y la oscuridad.

Hasta que un pequeño ruido me sacó de mi ensoñación.
El famoso "click" del pomillo de la puerta abrirse, ser girado con un ruido casi nulo. Pasos descalzos que se acercaban a mí en silencio.

La gente que es poco detallista nunca se da cuenta de las pequeñas cosas, pero los perfeccionistas sí. Yo pertenezco al segundo grupo. Así puedo oír y sentir todo fácilmente, tal y como ahora.

Un peso extra se hundió en mi cama, pero pude notar que estaba sentada.

¿Por qué?

Su voz sonaba tan lastimera y arrepentida que me destruía. A cada segundo, me rompía pensar que estaba sufriendo por mi culpa.
Su voz se quebró en la pregunta que hizo al aire y pude notarlo; estaba llorando.

Cuando era pequeña, mamá me había enseñado que llorar estaba bien si lo necesitaba, pero jamás la había visto así, hasta hoy.

Lisa era mi caballero de armadura plateada. La que peleaba contra la bruja de mi otra madre al no querer darme postre, la que me consolaba cuando Rachel me regañaba.

Era y es mi todo.

Sentí unas ganas inmensas de llorar, pero no podía. Estaba dormida para Lisa.

— ¿Por qué es tan difícil amarte? — Estaba de espaldas a ella, así que se acercó a dejar un beso en mi cuello desnudo. Quise jadear, pero me reprimí. — Tengo que dejarte ir. No puedo encadenarte a mí, menos de esta forma tan grotesca. Soy un monstruo.

Quise decirle que no, que no lo hiciera. Que ella era todo lo que necesitaba para vivir. Sin embargo, ¿Me creería? ¿Creería en mi dicho de que moriría sin ella? La respuesta es no, probablemente, porque a sus ojos, es una pervertida que se enamoró de su hijastra. Para mi no es así. Ella no es ningún monstruo.

Es mi vida entera.

Volteé y me decidí; voy a confrontarla.

Abrió sus ojos con asombro al notar cómo me senté frente a ella, sin decir nada. Antes de ir a dormir me había quedado en ropa interior, debido al sofocamiento de la situación, sentí un calor intenso en el cuerpo. Sus ojos se clavaron en mis pechos, pero ya no importaba.

— J-Jennie...

No dije nada. Simplemente la tomé del rostro y la acerqué. Soltó un jadeo y se aferró a mi cintura, pero la ignoré. Enredé nuestros labios en un beso significativo, uno pasional y tierno.

Nos separamos con lentitud, y antes de que me diga algo, proseguí primero:

— Te amo. — Besé su nariz y se estremeció ante mi confesión. — Eres mi vida entera. Puedes alejarme de ti o viceversa, pero jamás, de verdad, jamás, voy a dejar de amarte, aunque te vayas hasta el otro continente, aunque me odies.

— ¿Cómo podría odiarte? Mi única adoración durante todos estos años has sido tú. Nadie más que tú. — Acarició mi rostro. — Pero sabes que esto no está bien; este amor es imposible.

— No lo es. No si realmente crees en el amor qué hay entre nosotras dos. — La tomé del mentón y obligué a que me mire. — Lalisa, no quiero seguir repitiéndolo; no importa la edad, ni la gente, no si realmente deseas quedarte a mi lado.

— Yo... Yo sólo venía a decirte que saqué los pasajes. Mañana a primera hora te vas de vuelta a casa.

Mi mundo se vino abajo en segundos.

— ¡¿Qué?! — Me alejé de ella, aún incluso cuando quiso alcanzarme. — ¡No puedo creer que hayas tenido la desfachatez de hacer algo así!

— Es lo mejor, Jennie, entiéndelo. No es bueno que estés cerca de mí y viceversa. — Negué.
— Jen...

— ¡Basta! Eres tú quien me está alejando. No quiero irme, Lisa, no cuando mis sentimientos por ti crecen cada día más.

— Tienes que irte, Jen. Cuanto antes.

Limpié las lágrimas salvajes que caían por mis mejillas con el dorso de la mano.

— ¿Así quieres que sea? — Alcé una ceja, altanera. — Bien.

Sin importar mi semidesnudez, tomé una maleta y abrí el armario. Comencé a empacar todo lo que pude, considerando que algunas prendas eran nuevas, no entraría todo, así que me concentré en llevar la mayoría.

— Jennie, detente. — Negué. Cerré mi valija y en otra puse todos mis calzados. — Jane...

La ignoré. Tapé mi desnudez con un pijama cualquiera y cuando todo estuvo listo, suspiré.

— Ya está. Tengo todo listo, es más, podría irme ahora.

— No quiero que te vayas, no ahora, Jennie. Por favor... — Se acercó con lentitud. Su cabello negro parecía azul a la luz de la luna. — Tienes que entender que sólo quiero lo mejor para ti, y yo no lo soy.

— Claro que lo eres, Lalisa. — Sorbí por la nariz. — Eres mi mundo y mucho más, así que si quieres lo mejor para mí, jodidamente no me alejes de ti.

— No puedo. Se lo prometí a tu madre.

Me sorprendí. — ¿Qué...? ¿Mamá? ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?

— Sé que ahora más que nada quieres respuestas, pero no puedo dártelas. Es muy difícil de explicar.

— ¿Por qué no? ¿Ella sabe de...-

— Jennie, basta. No puedo decirte las cosas ahora.

— ¡¿Cuándo entonces?! ¿El día en el que te alejes de mí para siempre, ese día? ¡Estoy harta! ¡Toda mi vida ha sido un misterio desde siempre! ¿Quién es mi padre? ¿Eres tú realmente mi madre biológica? ¿Mamá te alejó de mí? ¡Dímelo ya, Lalisa, ahora!

El dolor se había acumulado en todo mi cuerpo. Dolor de años sin saber nada sobre mí misma, el vivir detrás de la sombra de los secretos que me han ocultado, ella y mi madre.

— ¡Bien! ¿Quieres saber todo, bebé? ¿Absolutamente todo? — Noté un deje de advertencia en sus preguntas, que eran más bien exclamaciones. — Porque no te va a gustar lo que sea que vayas a oír. ¿Tomarás todo el dolor, Jennie? ¿Todo lo que vaya a decirte, lo tomarás?

— Nada he querido más en toda mi vida que respuestas a mi vida, Lalisa. Hazlo, dímelo todo.

[...]

𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 𝘁𝗼 𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 | 𝗝𝗟Where stories live. Discover now