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Frío.

Frío era lo que sentía en ese momento, al estar sentada frente a Rachel.
Mis manos temblorosas parecían quebrarse en cualquier momento. Probablemente estaba pálida y ojerosa, porque ella y la trabajadora social no dejaban de mirarme con lástima.

— Jennie. — La voz de la mujer de tez oscura frente a mí hizo eco en mis oídos. — Necesito que contestes las preguntas que estoy haciéndote.

Alcé la vista de mis muñecas y la miré. Su cabello trenzado azabache contrastaba con sus ojos color verde grisáceo, ojos que me miraban preocupadamente.

Asentí con desgano a su petición.

— ¿Cuál era tu relación con Lalisa Manoban? — Cuestiona, cruzando su pierna.

Dudé.

— Buena, supongo.

— Okay. ¿Quién inició vuestra relación? — Preguntó, su acento español sonaba fuerte en mi mente a pesar de que no gritaba.

— Yo.

Insatisfecha con mi respuesta, presiona:
— ¿Podrías ahondar en el tema?

Bufé y continué. — Yo le confesé mis sentimientos. Al principio ella no quería entablar algún vínculo más allá de madrastra e hijastra.

Garabateó en su cuadernillo y asintió.

— ¿Ella alguna vez te obligó a hacer algo que no querías? ¿Abusó, golpeó, violó, algo?

Inevitablemente solté una risa. No podía creer que después de que les haya dicho mil veces que ella jamás haría algo así, aún sigan haciendo esto.

— Claro que no. Lisa es el ser más puro que pude haber conocido jamás, es incapaz de hacerle algo así a alguien o siquiera golpearme. Todos ustedes están equivocados al preguntarme estupideces como ésta, porque ya han habido dos trabajadores sociales más detrás de ti y les he dicho la misma mierda. Ella no me violó, Lisa me dió amor y comprensión. Es la mejor persona que tenía en mi vida. — Finalicé.

— Jennie. Tienes que entender que lo que ocurrió entre ustedes está mal y que Lalisa tendrá seis años de cárcel.
¿Acaso no lo has pensado? Eres menor de edad y es dieciocho años mayor que tú, su amor es enfermizo. Ella está enferma, deberían ponerle una pena más alta. — Dijo con voz elevada.

La miré fijamente aún sin comprender del todo sus palabras. Lo único que pude captar fue lo último.

— ¿Terminaste tu mediocre discurso? — Me crucé de brazos. — Todos me han dicho la misma mierda; que tú lo hagas no cambiará nada. Anda, puedes cambiar mi declaración y decir que admití que Lisa me hizo cosas malas, pero eso no va a cambiar mi pensamiento respecto a su mierda. Amo a Lalisa Manoban. ¿Soy lo suficientemente clara o tengo que volver a repetírtelo a ti y a tu grupo de colegas incompetentes? Tan solo lárguense.

Sali Torres, la trabajadora social frente a mí. Una persona que estaba haciendo su trabajo, a pesar de haberlo hecho mal conmigo.
Me miró con indignación mientras se levantaba y salía de mi cuarto. Mi madre fue tras ella, murmurando unas palabras que creía, eran una disculpa.

Cerré mis ojos y tragué pesado. Segundos después, mi teléfono empezó a sonar escandalosamente.
Atendí la llamada.

— ¿Quién habla?

— Señorita Rachel Jones. La llamamos desde la prisión Seodaemun. Tenemos en claro que usted ha solicitado una visita para la reclusa Lalisa Manoban, ¿Es así? — Preguntó el hombre al otro lado del teléfono.

Mis manos comenzaron a temblar y las lágrimas se avecinaron una vez más.

— A-Así es. — Sorbí por la nariz.

𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 𝘁𝗼 𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁 | 𝗝𝗟Where stories live. Discover now