Capítulo 6: Idiota

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Rápido

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Rápido.

Más rápido.

Estoy solo en la carretera.

Todo me pertenece.

El asfalto.

Las rocas.

El hielo.

Los árboles.

Todo.

Me siento como nunca.

Cuando hago estas cosas, en cierto modo llego a entender a los bichos, entiendo por qué quieren disfrutar de lo que son eternamente. La sensación es embriagadora, es como estar borracho de poder. Te sientes capaz de cualquier cosa.

La moto ruge desplegando toda su potencia. Me agarro a ella como si formara parte de mí.

El aire congelado me corta la cara y me hace entrecerrar los ojos.

Me encanta...

Casi se me pasa, pero la veo.

Una mancha roja junto al bosque.

Instintivamente, aprieto la palanca derecha con la mano y presiono el pedal con el pie. En una fracción de segundo me paro totalmente. El frenazo es brutal y me siento lanzado hacia delante, por encima de la motocicleta, que empieza a bailar temblorosa, fuera de control. No la suelto. Al contrario, me aferro más a ella, con fuerza. La escena me parece suceder a cámara lenta. Mi cuerpo se dobla en una voltereta mortal arrastrando la moto sin esfuerzo. La grava del camino salta bajo las ruedas que desprenden el olor de su caucho quemado. El movimiento es coordinado. La máquina vuela conmigo, como una pareja de baile, dejándose llevar por mí.

Mi compañera cae de lado, sin llegar a volcar, e inmediatamente yo aterrizo encima haciéndola derrapar, deslizándome con ella, dominándola.

Adoro estas cosas.

Suelto un grito cargado de adrenalina y dejo escapar de mis adentros parte del fuego que me consume y me alimenta.

Por un momento me quedo sobre la motocicleta, en medio de la carretera, respirando con fuerza, disfrutando.

Miro hacia atrás y observo la marca oscura de la goma dibujada en la brutal frenada, seguida por un enorme hueco en blanco que indica el salto que acabamos de dar.

Me apeo lentamente de la máquina y me acerco al bosque caminando, arrastrándola por el manillar.

Efectivamente, ahí está. La moto de Valérie aparece aparcada en un pequeño claro. Dejo la mía a su lado y me interno entre los abetos y el hielo.

Puedo verla. Está de pie junto al agua.

Me acerco haciendo ruido para no asustarla.

Ella gira la cabeza hacia atrás y, al verme, vuelve a su posición inicial, encarando las montañas que limitan el lago.

El último sheduDonde viven las historias. Descúbrelo ahora