Capítulo 19: El diluvio universal

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Sumeria, 2900 a

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Sumeria, 2900 a.C.

Shuruppak es la elegida.

La ciudad será testigo del comienzo del fin.

Lilîtu ha dictado sentencia. Sus huestes caerán como un diluvio sobre los hombres, como una enorme tromba de agua que limpiará la tierra de sus sucias huellas.

Los engreídos humanos no han hecho caso de los avisos de los cielos. En su enorme vanidad, se han creído superiores a todo lo creado y han ignorado las directrices divinas. Han alterado el orden establecido, corrompiéndolo a su paso. Se han multiplicado en exceso, acaparando las tierras solo para ellos, marginando a las demás razas, utilizando al resto de seres vivos como sus siervos, en su egoísta beneficio, abusando de todo y de todos.

Hoy es el día del castigo, y los utukku serán la herramienta divina que lo ejecute. Los hombres no lo esperan. Para cuando se den cuenta de qué está pasando, todo habrá acabado y el equilibrio se habrá restablecido de nuevo.

Aunque el pueblo de Lilîtu es inexperto en la batalla, a pesar de que jamás ha tenido necesidad de quitarle la vida a otro ser vivo antes de ahora, es una raza superior al resto, es mucho más antigua que las demás, sus sentidos están más desarrollados y su fuerza no puede compararse.

La masacre será total.

La sangre de los hombres regará las calles de Shuruppak. El rojo calor que escapará de sus cuerpos lo salpicará todo y, en medio de esa vorágine, los utukku probarán su sabor por primera vez y descubrirán su maravilloso efecto.

Se volverán inmortales.

En ese momento acabará el mundo dominado por el hombre.

En ese momento comenzará el mundo temido por el hombre.

A partir de entonces, su nuevo y terrible enemigo lo cazará sin piedad.

Los utukku se convertirán en aquello que quieren erradicar. La maldad que pretenden exterminar la harán entonces suya y será su plaga la que se extienda diabólicamente por toda la tierra acabando con la humanidad, condenándola a la extinción casi total.

Casi.

Mientras los ejércitos de la reina de la noche se dirigen al lugar donde ha de terminar todo, solo Atrahasis, hijo de Ubara-Tutu, rey de Shuruppak, ha seguido las instrucciones de Enki, el creador de este mundo. Solo él ha hecho caso de sus señales. Solo él ha sabido convencer a unos cuantos más de que algo terrible va a suceder. Solo él y esos pocos escogidos van a abandonar hoy la ciudad. Solo él y esos afortunados sobrevivirán para dejar constancia de lo que ha de acontecer en este día.

Al anochecer, ni Atrahasis ni sus seguidores estarán ya aquí. Cuando los utukku entren en Shuruppak asesinando a sus habitantes, ellos estarán muy lejos. Cuando la masacre se extienda a otras ciudades, ellos estarán a salvo. Cuando parezca que el hombre haya sido erradicado de este mundo, ellos serán lo único que perdure de la raza humana.

Afortunadamente, Enki se apiadará entonces de los supervivientes. Él distinguirá el bien que también forma parte de la naturaleza de los hombres y les enviará a su hija para protegerlos.

De ese modo, Asena dará a luz a una nueva raza, a una extirpe nacida del mejor de estos mortales y de ella misma, a una especie humana y divina que protegerá eternamente a los hombres del peligro que los amenaza. Los kurtadam, humanos y lobos a la vez, estarán siempre ahí para defender a sus hermanos.

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