Capítulo uno: Reencuentro.

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09 de Julio del 2022

Al fin el día más esperado de mi vida había llegado.

¡Al fin cumplía dieciocho!

Y no; no era porqué quería la mayoría de edad para alocarme y vivir la vida loca.

Bueno, un poquito sí.

Pero la razón principal era poder ver de nuevo a mamá. ¡Volverla a ver después de tres años! ¡A ella y a Lau!

Después de qué papá ganará la custodia me había prohibido verlas. Porqué según, me harían pensar cosas malas de él.

Igual las pensaba, y ni las veía.

Así que duré tres años sin ver a mi madre y hermana, fueron los años más horribles de mi vida. ¡Pero al fin terminaron!

Así que me puse de pie, salí de mi habitación y me dirigí al baño, feliz.
Me dí una ducha y me vestí rápidamente con algo sencillo para encarar a papá.

Bajé las escaleras con cautela, no quería que estuviera enojado. Y lo observé en el comedor, desayunando.

Levantó la cabeza y me miró de arriba a abajo, negando la cabeza en desaprobación.

—¿A dónde piensas ir vestida así? —gruñó.

¿Vestida así?

Solo me había puesto unos jeans y una blusa de tirantes corta, que dejaba a la vista mi ombligo.

—¿Que tiene de malo? —cuestioné, molesta.

Él frunció el ceño.

—¿Que qué tiene de malo? —repitió con ironía— Vas vestida cómo una zorra.

Dejó su cubierto dramáticamente sobre la mesa y no despegó su vista de mí.

—Te he hecho una pregunta, Lili.

—Voy a casa de mamá.

Abrió los ojos y se levantó de la mesa, enfadado.

—¿Perdona?

Genial, ya se enojó.

—Qué voy a casa de mamá —repetí—. Tengo derecho, no me has dejado verla en años, y la extraño.

Un nudo en la garganta se apoderó de mí, pero lo ignoré.

—No te dejo verla porqué es una mala influencia para ti —se acercó a mí y suavizó su voz—. Cariño, aquí lo tienes todo. No necesitas a esa mujer.

—Es mi madre. —le respondí cortante.

—Y yo soy tu padre, esta es mi casa y harás lo que yo diga.

Fruncí el ceño, claramente molesta.

—No necesito tu permiso para verla. Tengo dieciocho.

Él ríe con sarcasmos y se rasca la nuca, acercándose más a mí.

—Ah, ¿sí?

—Sí, y si no me dejas ver a mamá me iré de casa.

Tensó su mandíbula y, en menos de un segundo, su mano estaba chocando contra mi mejilla.

—Vete, maldita perra —siseó—. Al final saliste igual que tu madre. O hasta peor.

Sentí el ardor en mis mejillas y sin darme cuenta éstas estaban bañadas en lágrimas. Él se dió la vuelta y se sentó en la mesa, para seguir con su desayuno.

No si no eres tú © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora