Capítulo siete: I kissed a girl.

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Sus labios volvieron a besarme.

—Sé que mañana me enviaras a la mierda —se separó para hablar—, así que voy a besarte todo lo que queda de hoy. Así no me dolerá tanto.

Reí y le dí un golpe en el brazo.

—Tú eres quien me manda a la mierda siempre.

Me besó otra vez.

—Tus labios son tan suaves... —susurro.

Miró la hora en su celular y me miró con una sonrisa pícara.

—Mira, ya son las doce ¿Te volverás Cenicienta y desaparecerás? —me preguntó con sarcasmo.

Me acomodé en el sofá. —Debería, si los chicos nos ven besándonos habrán más preguntas que obras de teatro en la academia.

Estábamos de nuevo en la fiesta. Después de besarnos varios minutos en el estacionamiento me comenzó a dar frío, se lo comenté y volvimos al depa de Isaa'c. No había rastro de los chicos por ningún lado, por eso nos estábamos besando salvajemente. Pero no quería descuidarme.

—¿Te preocupa lo que puedan pensar? —frunció el entrecejo.

Me encogí de hombros. —Frente a ellos somos las personas que más se odian.

—¿Por qué carajos piensas que te odio?

Ay, no.

—¿Por qué pensaría que no me odias? —ya habíamos empezado a pelear, pero me daba igual.

—Te acabo de besar —recordó—. No sé, Lawliet, hazte una idea.

La música se hizo más fuerte y tuve que acercarme más para que me escuchará.

—Pero también me gritaste hace unas horas —le hice un ademán con la mano—. También hazte una idea del porque pienso eso.

Iba a responderme, pero lo interrumpí.

—Igual sólo fue un beso de fiesta, ¿no? —pregunté con miedo. Temía que mañana olvidará todo. No es que quería seguirlo besando, solo... No sé, pero tenía miedo.

Se ofendió.

—Ah, bueno —le resto importancia—. Si eso piensas, está bien.

Y volvió el Xavier imbécil.

Teniendo en cuenta que quién lo provocó fuí yo, quise arreglarlo.

—Era una pregunta. Responde.

Le dió un sorbo a su cerveza y se alejó un poco de mí.

—Ya no importa —su voz sonaba diferente. El alcohol estaba haciendo efecto en él—. ¿Hasta que hora te dió permiso Judith?

Me descolocó su cambió de tema, obviamente evadirlo era su objetivo. Pero, ¿yo rendirme? Jamás.

—Hasta las tres —le respondí aún así—. No cambies de tema, Xavier.

—Te dije que ya da igual. —me gritó para que lo escuchará.

Bien, no insistirá. Si un día de estos Anna me dice que su hijo es bipolar, no me sorprendería. Ni un poco.

Sus cambios de humor son a cada segundo y no entiendo que sucede con él.

—Imbécil. —susurré. Él no me escuchó, eso es obvio, pero leyó mis labios. Que por cierto, no dejaba de mirar.

—No comencemos.

—Yo no he dicho nada. —me defendí.

—Ajá —ironizó—. Nuestro destino nunca será llevarnos bien, ¿verdad?

No si no eres tú © [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora