<<Esto es un desastre. Dios, llévame, por favor>>.
Todos en la fiesta los estaban viendo, a ella para ser más precisos. Había recibido un ramo de girasoles en medio de la fiesta del cumpleaños de John. La tarjeta solo decía que eran para ella, sin remitente.
– ¿Está seguro que no le dijo su nombre?– susurró al sirviente.
–No señorita. La persona que lo trajo era un mensajero y tenía prohibido decir quien lo envía.
Se retiró dejándola con muchos pares de ojos viéndola de reojo. Dalia miró de nuevo la tarjeta y el ramo de girasoles. Confundida, caminó hasta la puerta que la llevaría a su habitación de invitados para dejar los girasoles en algún jarrón de la casa para conservarlas.
También deseaba quitarse la presión de la multitud encima de ella. Podía imaginar a las señoras murmurar preguntándose entre ellas quien era la persona que le había enviado flores a la bella hija soltera de la señora Levine.
Pero no logró escapar de tres mujeres. Su madre, la señora Bonnet y Arienne la habían seguido. Tocaron la puerta y las dejó entrar llenando su espacio personal. Claramente querían explicaciones de su propia boca.
–Hija, ¿Dónde dejaste las flores?– su madre buscó por el cuarto hasta verlas sobre el sillón, cerca del escritorio–. ¡Qué hermosas! ¿Quién te las dio cariño mío?
Estaba sentada en la cama con las manos cubriendo su cara–. No dice quien las envía, solo viene mi nombre en la tarjeta.
– ¿Será algún pretendiente de Dalia, Deysi?– dijo la señora Bonnet.
–No lo sé Marine, ¿Quién será este apuesto caballero que quiere permanecer en las sombras?– Dalia separó sus dedos para ver entre ellos a su madre. Estaba bailando por la habitación con la música de la fiesta que llegaba amortiguada por las paredes.
<<Ya está planeando la boda en su cabeza, estoy segura>>.
–Madre, por favor, no bailes– miró a Arienne para pedirle ayuda. Estaba muy callada-. Ari, ayúdame.
Ella reaccionó–. No sabemos quién le mandó las flores, ¿quizá...?
–Dalia, querida–interrumpió su madre–, tienes que salir de la habitación y estar en la fiesta. No podemos perder la oportunidad.
–Madre– se quitó las manos completamente de su cara y se dirigió a ella viéndola a los ojos–, quiero quedarme aquí, no es necesario que...
–Vendrás– sentenció. Dalia se levantó de la cama, tomó una almohada y se cubrió la cara para no bufar enfrente de su madre–. Él pensará que estás escondiéndote.
<< ¡Se supone que eso hago!>>, murmuró aún con su cara en la almohada.
Así fue empujada por tres mujeres, que le habían arreglado el vestido y el peinado, hasta el gran salón. Los invitados parecían estar ocupados conversando y eso la tranquilizó. Las señoras se unieron a las charlas sobre la música aunque no muy lejos de ella para evitar que se escabullera. Las ignoró.
A lo lejos divisó el cabello oscuro de alguien del cual no había pensado desde que recibió el ramo de flores. Sacó su abanico de su bolsa y se dio aire. Respiró lentamente para calmar su corazón que latía como si hubiera bailado tres piezas sin descanso.
No sabía si quería huir o ir hasta él y hablarle. Pero el señor Cromwell evitó que decidiera. Estaba riéndose de alguna broma de su amigo y sus ojos la encontraron. Lo vio decirle algo y comenzó a avanzar entre la gente para encontrarse con ella. Llevaba un traje azul oscuro pulcro, el olor a cítricos, como un hechizo, la relajó. No estaban tan cerca como su cuerpo pedía que estuvieran.
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Girasoles para Dalia
Tarihi KurguEn una época indeterminada, cuando los bailes son la única manera de socializar y los vestidos nuevos son indispensables para las madres que buscan que sus hijas se casen; Dalia está esperando que su vida de soltera dure unos años más por el bien de...