𝐑𝐨𝐱𝐚𝐧𝐧𝐞| Roxanne Cullen, la menor del clan. No es vampiro como su familia. Es una pequeña brujita inmortal, que fue abandonada hace 15 años en la puerta de la casa de la familia Cullen, cuando vivían en Alaska, siendo recibida con alegría a...
La nieve era manchada por las pisadas descalzas y llenas de sangre de un mujer con cabello rubio, corría por el bosque con un pequeño bulto entre sus brazos, asegurándose de que a este no le pasara nada.
A unos cuantos metros veían varias personas con antorchas y distintos tipos de cuchillos.
-¡Que no escape la bruja!- gritó uno de ellos.
La mujer apresuró el paso; logrando perder de vista a los hombres, caminó un rato por el bosque, encontrando en lo profundo una casa bastante grande.
No tenía elección, ya casi la encontraban y no permitiría que algo le pasara a la niña que estaba en sus brazos. Con mucho dolor dejó a la niña envuelta en una manta bastante gruesa, en la entrada de la puerta para después sacar un pequeña carta del bolsillo de su vestido y la dejó al lado de la manita de la bebé, quien agarró con firmeza el papel.
Despidiéndose con un beso en la frente de la recién nacida, corrió de regreso al lugar donde las personas la podrían ver.
-¡Ahí está, que no escape!- la mujer corrió derecho, alejando a los hombres de la parte del bosque en la que se encontraba la casa.
Fue mucho lo que corrió que llegó a una parte en donde el único final era un acantilado, y los hombres ya la habían encontrado.
-creíste que ibas a escapar, ¿No es así, bruja?- dijo un hombre, pero ella no contestó.
Dos que estaban en el grupo, la agarraron por los brazos, amarrándose los por detrás de la espalda, caminaron hasta el pueblo, en el pueblo en la mitad estaba una cruz y bastante leña para hacer un hoguera.
-tus días se han terminado- habló el líder del pueblo, mientras amarraban a la mujer a la cruz de madera.
La mujer ya atada a la cruz y puesta sobre la leña, solo podía esperar su final, no había salida, pero estaba tranquila porque aquella bebé estaba a salvo, solo esperaba que aquella familia la acogiera y cuidara.
-¿tus últimas palabras?- dijo el líder.
-pudranse en el infierno, malditas escorias- escupió con odio.
-Quemenla- ordenó.
Los hombres hicieron caso y prendieron fuego a la leña, haciendo que la cruz se empezará a consumir lentamente, la mujer no emitió ningún sonido de dolor, solo se quedó con la cabeza baja.
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En las profundidades del bosque, se encontraba una casa bastante grande, en la puerta de esta estaba un pequeño bulto envuelto en una manta con una carta en sus manitas, esta dormía tranquilamente.
