𝐑𝐨𝐱𝐚𝐧𝐧𝐞| Roxanne Cullen, la menor del clan. No es vampiro como su familia. Es una pequeña brujita inmortal, que fue abandonada hace 15 años en la puerta de la casa de la familia Cullen, cuando vivían en Alaska, siendo recibida con alegría a...
El día había llegado. Roxanne se despertó temprano, a las 5 de la mañana, sabiendo que necesitaba algo de tiempo extra para prepararse, y más aún para asegurarse de que Lara, que dormía como una roca, se levantara. Al abrir los ojos, se estiró perezosamente y se levantó de la cama. Caminó hacia la ventana, corrió las cortinas y dejó entrar la suave luz del amanecer. El clima estaba despejado y fresco, y el aire olía a flores de sakura, cuyos pétalos caían lentamente en el jardín como una lluvia rosada.
Roxanne suspiró, disfrutando del momento, y después de unos minutos, se dirigió al armario para sacar su uniforme escolar. El atuendo era algo que aún no acostumbraba, pero admitía que el uniforme gris tenía un toque encantador. La falda gris le llegaba un poco por encima de las rodillas, y la camisa blanca de manga larga y el lazo gris en el cuello le daban un aire elegante. Pensó que seguramente se vería bien en él. Colocó el uniforme en la cama, tomó una toalla y se dirigió al baño.
Tras una ducha refrescante, Roxanne se secó el cabello y se lo recogió en un semirrecogido con un lazo gris a juego. Luego, se puso el uniforme, completando el look con unas medias largas de color blanco y los zapatos del colegio. Antes de salir de su cuarto, se dio una última mirada en el espejo, sonriendo ante su reflejo. Se sentía nerviosa, pero emocionada.
Al abrir la puerta de su cuarto, se encontró con June, que ya estaba lista y luciendo el mismo uniforme.
—¡Buenos días! —dijo Roxanne, sonriendo.
—¡Buenos días, Rox! —respondió June, devolviéndole la sonrisa. —¿Lista para el gran día?
—Lo estoy, aunque... aún tengo que despertar a Lara —respondió, sabiendo que aquello no sería tarea fácil.
—Buena suerte con eso —bromeó June, riendo mientras las dos se dirigían a la cocina. Allí, comenzaron a preparar el desayuno juntas, haciendo arroz y unos huevos revueltos.
Cuando terminaron de preparar todo, June fue a despertar a Julianne, mientras Roxanne subía a la habitación de Lara. Abrió la puerta y encontró a su amiga profundamente dormida, enredada en las sábanas.
—Lara... —susurró Roxanne, sacudiéndole el hombro con suavidad. —Es hora de levantarse.
Lara murmuró algo incomprensible y se dio la vuelta, cubriéndose la cabeza con la almohada. Roxanne sonrió, sabiendo que esto pasaría.
—Cinco minutos más... —dijo Lara con voz adormilada.
—No, Lara, ya es tarde —insistió Roxanne. Pasaron cinco minutos, luego diez, y Lara seguía sin abrir los ojos. Roxanne suspiró, sonriendo con resignación. Finalmente, decidió levantar la voz.
